Estoy en una posición muy íntima con Adam, sus fuertes brazos me rodean transmitiéndome seguridad y enviando corrientes de electricidad a todas mis terminaciones nerviosas. Su delicioso perfume me reconforta, haciéndome sentir como en casa. No creía posible encontrar en él, detrás de tanta arrogancia un lado gentil y amable.
El sonido de un celular irrumpe éste momento tan especial, causando que Adam ponga distancia entre nosotros y se aleje para contestar.
—¿Bueno? Bro, hasta que te dignas a llamarme —le escucho hablar —¿Cómo...vas a venir? Claro, genial. En un momento estoy ahí —finaliza la llamada y se acerca a mi con rostro apenado.
—Lo siento Nicole. Surgió algo, tengo que irme.
—Entiendo, no tienes que disculparte. No es tu deber aguantar mis dramas —digo dándole la espalda muy enojada para emprender el camino hacia mi casa.
—¡Hey! Nicole —me llama, agarrando mi brazo para detener mi marcha —De verdad lo siento pero un amigo... —trata de excusarse pero no lo dejo terminar.
—No es necesario Adam, no te metas en mis asuntos —digo cortante.
—Está bien enana, no me meto más donde no me llaman, pero dile al idiota que te hizo llorar que se ande con cuidado, porque las va a pagar caras —habla con el rostro contraído por la ira, soltando su agarre en mi brazo y desapareciendo por la calle.
Me recibe el inmenso vacío de la soledad de mi hogar y camino hacia mi habitación para sumergirme en un sueño reparador, esperando que éste disipe un poco la neblina de mis pensamientos, confusos por los repentinos cambios de Adam y la gran decepción que me ha causado Mariana.
***
Un ruido en mi puerta me despierta y el dolor de cabeza no tarda en hacerse presente, camino lentamente mientras estiro mi cuerpo y recojo mi cabello de forma desaliñada.
—Nicole, me dejaste muy preocupada. Te marcharte sin avisar.
—¿Qué haces aquí Mariana? —pregunto incrédula ante su visita porque no es posible tener tanto descaro.
—Vine a verte. Temía que hubiera pasado algo.
—Estás en lo cierto —digo con toda la frialdad posible, mientras el rostro de Mariana se descompone en una mueca de tristeza.
—Niki, sabes que puedes confiar en mi. Cuéntame ¿qué ocurre?
—¿Qué ocurre? ¿¡De verdad necesitas que te lo diga?! —grito exasperada.
—Si, necesito que me lo digas para poder comprenderte.
—Bien, entonces explícame por que Jake llamaba a tu celular esta mañana y te decía preciosa.
—Yo...yo... no es lo que parece Nicole —trata de justificarse con palabras incoherentes.
—No me vengas con esa Mariana, esa frase está muy usada y nunca se ha demostrado que sea efectiva. ¡Vi su mensaje!
—Nicole yo no sabía que ustedes seguían viéndose, él siempre dijo que no existía nada entre los dos —dice y las lágrimas caen de sus ojos, bañando su rostro preso de la culpa. Duele mucho verla así y no poder hacer nada porque es ella la causante de todo esto, de habermelo dicho me habría apartado para dejar libre su camino, pero fue más fácil hacerlo a mis espaldas —Te lo juro Nicole, eres mi amiga ¿Me crees capaz de hacer algo así?
—Ese es el problema, que no tengo nada que pruebe tus palabras. ¿Te costaba tanto decirme? ¿Es acaso él más importante que nuestra amistad?
—No, no pude decirte porque me pidió mantenerlo en secreto, quería que las cosas fueran con calma, se que suena estúpido, pero le creí. El de verdad me gusta Nicole, si hubiera sabido que ustedes dos aún tenían algo nunca me habría acercado a el. Tu y Ashley son todo para mi.
—Lo siento Mariana, pero no puedo creerte —pronuncio débilmente cerrando la puerta y dejándome caer al suelo junto a ésta, donde rompo a llorar otra vez.
Las chicas y yo hicimos un pacto el día en que nos conocimos; nuestra amistad sería tan clara como el agua, tan fuerte como el hierro y duradera hasta la eternidad.
Nunca imaginé que sería Mariana quién rompería esa promesa.