Te Quiero Para Mí

Capítulo 10

  La alarma de mi celular suena indicando las 8:30 de la mañana, haciéndome despertar de un salto. Ayer en la tarde Beatriz me llamó para saber si hoy podría acompañarla al centro comercial y ya que todos mis planes quedaron cancelados después de lo ocurrido con Mariana terminé aceptando ir con ella.

  Luego de tomar una ducha decido usar un vestido de flores con unas sandalias doradas, muy apropiado para el calor del verano. Me aplico mascara de pestañas, labial y un poco de perfume, dejando mi cabello suelto.

  Mis padres no están en casa, como ya es costumbre, así que desayuno un vaso de jugo y me voy, guardando la llave debajo del tapete.

  Estoy frente a la casa de Beatriz, he llamado numerosas veces a la puerta pero nadie responde. Lo intentaré una vez más, si no abre me voy. Mi mano queda suspendida en el aire, en el momento en que mis nudillos van a hacer contacto con la madera ésta se abre, revelando a Adam cubierto de sudor. Trae un pantalón que cuelga despreocupadamente de sus caderas y no lleva camisa, dejando a la vista sus marcados abdominales. Paseo con descaro la mirada por su trabajada figura.

—¿Beatriz está? —pregunto con la mirada fija en su pecho.

—Se está duchando. Pasa, seguro no demora —dice sonriendo con picardía.

El interior de la casa está desordenado, hay cajas por todas partes y los muebles no se encuentran dónde solían estar antes —Perdón por todo esto — señala el espacio que nos rodea y se rasca la nuca —. No hemos podido acomodar.

—Vale —pronuncio tomando asiento, sin percatarme de una caja detrás de mi, con la que tropiezo y caigo provocando un gran estruendo. Trato de levantarme pero mis sandalias me juegan una mala pasada, resbalando con una sábana que cubría un sillón haciendo que mi trasero impacte otra vez con el suelo.

—¿Estás bien? —pregunta Adam doblándose de la risa —No has cambiado nada Nicole, sigues siendo igual de torpe —se acerca tendiéndome la mano y lo aparto de un golpe.

—No necesito tu ayuda —digo poniéndome en pie, sumamente avergonzada —¿Quién te crees para decirme torpe?

—Tienes razón, no soy nadie —habla y toda la diversión abandona su rostro, transformándose en determinación.

—Exacto, no eres nadie.

  Elimina el espacio que nos separa y atrapa mis labios en un beso demoledor. Su lengua se abre paso en mi boca, provocándome todo tipo de sensaciones placenteras. No dudo ni un instante en seguirle la corriente, entregando cada fragmento de mi ser a un beso pasional y desesperado.

  Adam toma mis mejillas entre sus manos, separando sus labios de los míos, tentándome a saborearlos de nuevo. Nos besamos, me besó.

—¿Realmente no soy nadie para ti? —habla devolvéndome a la realidad.

  Perdida en su mirada no consigo comprender a que se refiere, mis palabras anteriores me golpean "no eres nadie" se aleja bruscamente sonriendo con triunfo —Creo que ya he dejado más que claro que sigo ocupando un lugar en tu vida —y se pierde en las escaleras, dejándome completamente aturdida.




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