EN LOS LIMITES DE LA MANADA SMART MOON
-. ¿Por qué debemos esperar para atacar? – preguntó un chico alto, pálido, enclenque y con una mirada llena de odio y maldad
-. Tranquilo, cuando el momento llegue daremos el golpe – un hombre que aparentaba unos 40 años le respondía con una voz cargada de autoridad que lo obligo a bajar la mirada
-. Señor la bruja lo manda llamar – asintió y con una gran agilidad se alejó para llegar a una cueva oscura cuyo olor a humedad era capaz de hacer vomitar al más fuerte.
La cueva es casi inhóspita, una tenue luz de una vela se distingue en el fondo; en donde una mujer muy vieja con aspecto de cadáver lo espera en una roca que usa como silla… al verlo le hace una seña con su mano huesuda para que avanzara y quedara frente a ella.
-. ¿Qué has averiguado? – parecía incomodo como si la sola presencia de esa mujer le provocara una molestia en el hígado
-. ¿Has encontrado ya a la hija predilecta de la Luna? – respondió ella con diversión a pesar de su aspecto su voz era firme
-. Como si los datos que me has entregado fueran suficientes – repuso molesto
-. Solo te puedo decir que ella ya está entre nosotros y cada vez se vuelve más fuerte – rio – te queda poco tiempo ya que si no la encuentras en un mes no importa la cantidad de territorio o la fuerza de ataque que tengas ella será inmune
-. ¿Dónde está? – la mira desafiante
-. Está protegida por nuestra diosa y crees que me lo va a revelar, no te equivoques – hablaba calmada
-. No sirve de nada tu grandioso poder de clarividencia – se mofo
-. Hago lo que me está permitido no soy capaz de traicionar mi naturaleza – el hombre pareció sorprenderse un momento; aunque casi al instante recupero su postura de dignidad.
-. Da igual mi poder supera a cualquier ser humano o criatura – respondió seguro
-. Como digas amo – se podía ver la sonrisa de aquella mujer, era como si deseara verlo hundido por su propia mano; aunque se mostraba obediente era fácil percibir que no estaba de su lado y había algún motivo por el cual ella estaba ahí sin oponer ningún tipo de resistencia.
Aquel hombre salió furioso de la cueva, sus manos estaban en puño y rugió como si de un animal salvaje se tratara; podía verse la sangre que brotaba de sus manos al clavar sus uñas en la palma y aun eso parecía no apaciguar su ira.
Corrió a lo más profundo del bosque con agilidad inigualable, empezó a atacar distintos arboles de cientos de años que parecían pequeñas flores en sus manos, después de una hora y algo más se detuvo frente a un riachuelo que exhibía la imagen de la Luna como el hermoso astro que era tan blanca, redonda y majestuosa.
Su pecho subía y bajaba violentamente y él mismo era incapaz de comprender porque a pesar de todo el dolor que esta diosa había permitido que sucediese no era capaz de odiarla hasta con la última fibra de su ser, incluso el reflejo parecía llamarlo como una madre llama a su hijo para brindarle su amor en su regazo.
“No entiendo porque sigo sintiendo la necesidad de congraciarme con ella, me abandono y dejo a mi suerte sin importarle que la muerte me rondaba y ella no hizo nada por mí”
Se quedó algunos minutos más contemplando el lago y el reflejo de la Luna en este, hasta que sintió la presencia de alguien a su espalda
-. Estas perdiendo el toque con el paso del tiempo – dice para hacer notar que sabía que estaba ahí
-. La cruz que cargo en mi espalda me carcome lentamente y los años no ayudan – responde desde la oscuridad
-. Hicimos lo posible y al parecer nada ha mejorado – pone sus manos en su bolsillo
-. Me lo merezco y lamento haberte arrastrado a este camino – la melancolía en su voz es como una daga al corazón del hombre más joven
-. No me obligaste tome la decisión y no me detendré – el dolor en esa frase rompía el alma a cualquier ser humano sensible y peor aún a su madre
-. Por favor estas a tiempo – ruega con la voz entrecortada – deja que el castigo muera en nosotros
-. ¡BASTA! – el silencio volvió a reinar en ese pequeño paraje… volvió a la mirada a su derecha y regreso a su casa.