Te Quiero y me Duele

2

Lo miré con mala cara.

—¡¿Qué te pasa, imbécil?!—manejaba como un loco.

Se baja de la moto y se acerca a mí, estando a pocos pasos se saca el casco y es el momento en el que quedamos frente a frente, yo y esos preciosos ojos gris claro. Tragué saliva junto con todas y cada una de mis palabras al perderme en esos ojazos que me fueron enviados por Dios, o por el demonio.

—¿Cómo me llamaste?—pregunta estando muy cerca de mí, demasiado para dos personas que no se conocen.

Recuperé la compostura y le respondí—: Te llamé imbécil. Por si no lo notaste, estamos en un barrio, donde viven personas, no en una pista de carreras para que manejes como un loco.—en ningún momento dejé sus ojos, quería mostrarle que tenía los ovarios para responderle y no quedarme callada, bueno, puede que una sola vez los haya desviado. A su boca. Pero solamente por curiosidad, nada más

—Preciosa, para que nos vayamos conociendo, y por si en algún momento volvemos a coincidir, para que lo tengas en claro: nadie me dice imbécil.—me señala con su dedo índice y se lo golpeé para que lo alejara de mí.

“Preciosa” las tarlipes.

—Que Dios tenga misericordia de mí y que no te vuelva a encontrar, porque vos a mí no me conocés y te juro que te asesinaría con mis propias manos.—le di la espalda dispuesta a alejarme de ese tarado lleno de soberbia pero me agarra del brazo y hace que vuelva a él, pero esta vez choco contra su cuerpo.

—Imbécil.—dije empujándolo por el pecho—. No sé quién seas, y la verdad es que poco me importa, pero te recomiendo que si no querés que te llamen “imbécil”, no te comportes como uno. Idiota.

Me fui de ahí dejándolo solo, mientras que traía conmigo la furia de los mil demonios.

¿Quién se cree ese imbécil para hablarme así? Después de todo él tenía que pedirme perdón por casi atropellarme. Llegué a casa y antes de entrar Romeo me chifla para que me detenga. Sonreí y me acerqué a él.

—¿Todo bien?—pregunta con una sonrisa curiosa, tenía sus manos en los bolsillos delanteros de su jean. Rodé los ojos y negué.

—Ya se hizo de noche y pensé que al final del día iba a poder decir: “sobreviví a este día”, pero no.

—¿Qué te pasó para que estés tan alterada?—lo miré furiosa, pero no era con él.

—Un imbécil casi me atropella con la moto.—dije con bronca y frustración, rasqué mi frente.

—¿Estás bien?—pregunta preocupado y yo asentí.

—Estoy bien, con ganas de matarlo, y pobre de él si vuelvo a cruzarlo, porque soy capaz de cometer un delito.—ríe y yo lo miré confundida—. No me conocés.—le advertí al ver que reía.

—Pero me gustaría.—dice esta vez con una sonrisa. Lo miré con las cejas alzadas un poco sorprendida, mis cachetes estaban empezando a arder.

—Bueno, me voy porque tengo que... Mi tía estaba... Nos vemos.

Estaba nerviosa, hace mucho que nadie me decía algo así de lindo, me dedica otra sonrisa, le hago un asentimiento de cabeza despidiéndome y antes de llegar a las escaleras de entrada, algo detrás de él llama mi atención, provocando que Romeo también se dé la vuelta. Mi sonrisa se borró al ver aquella moto por segunda vez consecutiva en menos de media hora.

—Esto no puede ser.—me lamenté por lo bajo.

Después de tanto decir: “ojalá no vuelva a cruzarlo” terminé invocándolo. Rom hace una sonrisa y se acerca a él.

¿What the hell?

A kilómetros se notaba mi desconcierto. El imbécil se saca el casco y me mira para después mirar a Romeo.

—¿Ryan?

—¿Me extrañaste, hermanito?

¿Hermanito? ¡¿Qué?! Se ve que notó de ante mano el lamento que tenía por dentro porque pronunció aquellas palabras con mucho detenimiento. Me acerqué a él y le pegué una cachetada, Romeo se quedó perplejo por mi acción.

—Sos un imbécil, y te la merecías.—le recalqué por mi agresividad, por si no lo entendía.

—Gusto de volver a verte, princesa.—dice mientras se toca la zona afectada por mi golpe.

Esta vez no lo pienso, se lo digo:

—”Princesa” las tarlipes.

—¿Alguien puede decirme qué pasa?—interviene su hermano.

—Este es el imbécil del que te hablé.

—¿Ya hablando de mí? Ay, que rápida, y ni siquiera me invitaste a una cita.—Rom empieza a reír a carcajadas.

—Creéme, hermano, no dijo nada lindo de vos.—se hace el indignado.

—Me quedo tranquila porque no debo ser la primera, ni mucho menos la última.—dije burlona y con un poco de ironía.

—Soy Ryan.—finge ser amable y me tiende la mano. Lo miré con mala cara mientras lo ignoraba. Romeo suelta una risita y me presenta por mí.

—Ella es Malia.

—¿Sabés? Es de mala educación no responder a un saludo.—rueda los ojos al ver mi ceja arqueada y mi cara de pocos amigos—. Igual me parece que es mejor así, me hablaste solamente por dos minutos y me pareciste irritante y chillona.

—Ryan.—lo reprende su hermano.

No pude responderle porque me di la vuelta al escuchar el enojo tan particular de mi hermano. Estaba caminando por la calle y tira la mochila al suelo.

Fui hacia él y al querer tocarlo se aparta bruscamente.

—Nacho, ¿qué pasa?

—No te importa.

—Ey, no le hables así.

¿Me lo imaginé o Ryan de verdad me defendió? Mi hermano lo mira expectante para volver a mí.

—Malia, dejá de querer meterte en mi vida todo el tiempo.

Entra en la casa y yo suspiré. No tenía que ser muy inteligente para darme cuenta de que está así porque algo pasó con Nina, siempre se pone así después de verla a ella. Volví mi vista a los chicos y lo miré extrañada.

—¿Qué no te parecía irritante y chillona?—lo interrogué con burla.

Asiente—. Pero no porque me parezcas irritante y chillona voy a permitir que él te falte el respeto.

No voy a negar que me sorprendió su respuesta. Asentí porque no sabía qué otra cosa hacer.

—Nos vemos mañana.—me acerqué y le di un beso a Romeo. Ryan se inclinó para que hiciese lo mismo con él, pero en vez de eso, puse mi mano en su cara y lo empujé—. Imbécil.—dije un poco susurrante.




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