Apenas sonó el timbre me dirigí a la puerta y al abrirla me encontré con Rom, mi cita de esta noche, sonreímos al mismo tiempo y lo invité a pasar.
Yo iba vestida con una remera blanca ajustada al cuerpo y metida en mi short de jean azul, unas medias cancán negras y unas zapatillas Converse del mismo color y mi pelo iba con un rodete desordenado.
Lo guié hacia mi cuarto y me esperó ahí mientras yo preparaba unas cosas para llevar: papas fritas, nachos, doritos, etc. Íbamos a hacer un mini picnic en el suelo de mi cuarto mientras mirábamos una película, apenas llegué me senté a su lado y tomé la computadora que estaba en mi cama.
—Tu habitación da a la de mi hermano, ¿lo sabías?—comenta mientras yo buscaba algo en Netflix.
Me quedé quieta por su comentario, giré lentamente mi cabeza hacia él y fruncí los labios fingiendo no tener idea.
—No me había dado cuenta, es más, ni miré para aquel lado.—mentí.
¿Por qué lo hice? Soy tan estúpida, sin mencionar lo patética, digo, no tenía motivos para mentirle, él sabe que su hermano me parece un imbécil.
—No te pongas nerviosa, y sé que mi hermano te parece un idiota, a mí también, pero es mejor de lo que le deja ver a las personas.—me quedé pensando en sus palabras. Era la segunda vez en el día que me quería convencer de que su hermano no es tan imbécil, que es mejor persona.
—No quiero hablar de él.—le dije y sonreí con los labios apretados, me devuelve el gesto y después seguimos buscando algo que ver.
Me dejó a mí esa elección y yo opté por «A todos los chicos de los que me enamoré», supuestamente era de su agrado.
A mitad de película terminamos de comer y él tenía ganas de comer helado así que pedí delivery, cuando el timbre sonó supe que era el chico del helado así que fui por algo de plata y descalza bajé las escaleras, abrí la puerta y el chico me sonrió, le devolví el gesto y cuando estaba por cerrar la puerta una vez que haya pagado, veo a mi vecino en la vereda con un cigarrillo en la mano.
¿No se supone que tiene que cuidar sus pulmones si va a entrenar a un grupo de adolescentes?
—Parecés una chimenea con patas.—le dije desde mi puerta, él sonríe y larga el humo.
—Y te aseguro que esta chimenea es irresistiblemente sexy ante los ojos de las chicas.—me guiña el ojos, yo negué y rodé los ojos.
Imbécil.
Cerré la puerta sin responderle y subí las escaleras.
***
Puse café en mi taza con dos cucharadas de azúcar y unas gotas de agua para poder batirlo, mientras batía mi café me asomé por la ventana de la cocina; estaban mi hermano y Ryan entrenando en el patio ya que era sábado y no teníamos clases. Le hacía bien hacer algo de deporte, lo veía mejor que hace unos días atrás, Ryan le decía algo mientras se pasaban el balón ovalado y de pronto lo vi a mi hermano reír, era la primera vez que lo veía reír a carcajadas después de mucho tiempo.
Todo iba bien hasta que un gesto de mi vecino hace que casi me caiga de culo. Se despojó de su remera haciéndola a un lado. Maldito, no se sobrestima de gusto, es que el condenado de verdad está bueno, y tiene unos abdominales de puta madre. Ojalá pudiera decir que no tiene razones para alabarse tanto, pero las tiene.
Un dedo toca la comisura de mis labios y en ese instante volví a tierra, era mi mejor amiga, sonríe.
—Se te cayó la baba.—dice divertida.
—¿Cómo entraste?—pregunté confusa mientras ignoraba su comentario para no ponerme roja como un tomate.
—Me abrió Jenna.—asentí. Mira por la ventana y hace una mueca de “vaya, vaya”—. Lindas vistas. Está más bueno que comer helado de chocolate suizo sin compartir.—ladea la cabeza y me mira—. ¿Vos qué opinás?
Apagué la cocina y vertí el agua dentro de mi taza.
—No sé, no me fijé.
Mentirosa.
Me acusa mi subconsciente y mi amiga me tira una mirada acusatoria.
—En su cara no te fijaste, después le hiciste un escaner de cuerpo completo.
Le pegué en el hombro y ella ríe.
—¿Qué hacen?—pregunta mi tía entrando en la escena, Mili le señala al frente con la cabeza.
—¿Qué opinás vos?—le da un sorbo a mi taza de café.
—No sé si sea correcto que yo dé mi opinión.
—Sí que es correcto, Jenna, tiene tu edad.
Mi tía se muerde el labio y ríe.
—Bueno sí, está muy bueno. Un veinte de diez.
Maldito y sexy Ryan Vannucci. Lo detesto más que antes.
Te detestás a vos por querer reconocer que está buenísimo... y no poder. O no querer.
Tengo que hacer oídos sordos incluso para mi subconsciente.
—Hey, dejen de ver lo prohibido que yo me voy a trabajar.—nos señala mi tía. Nosotras reímos y yo negué.
Tiene que ser un chiste.
Tomé un sorbo de café y justo el rey de Roma entra por un vaso de agua, mi amiga me codea y dice que tiene que ir al baño.
A otro perro con ese hueso.
Necesitaba hablar con él sobre el tema de su hermano pero el hecho de que está sin remera me distrae más de lo que debería.
—¿Necesitás algo? Porque me estás violando con la mirada.—al escuchar su comentario desperté del trance en el que me encontraba.
Negué ignorando lo que acababa de decir.
—¿Cómo está mi hermano?—deja el vaso en la mesada y se relame los labios. Maldito, lo hace a propósito.
—Bien, es nuestra primera clase particular, pero creo que si sigue como está, va a poder salir de esas mierdas.
—¿Y que deje su adicción va a tomar tiempo?—vuelve mi amiga y decidimos ir al living.
—Es una adicción, Malia, no se va a ir de la noche a la mañana, lleva tiempo dejarlo, espero poder ayudarlo pero... no depende de mí.
Asentí a sus palabras mientras él las iba pronunciando.
—Gracias, de todos modos. Ya con esto que hacés por él es demasiado.—sonríe y hace algo con los ojos que... no entiendo. Ni sé cómo descifrar aquella expresión que me dejó completamente hipnotizada.