Te Quiero y me Duele

8

El aire me quemaba los pulmones. Mi pecho subía y bajaba de manera frenética mientras mis manos golpeaban la puerta de la casa de Nina como si quisiera tirarla. Apenas salió su mamá, supe que estaba entrando en territorio enemigo, pero no me importó.

—¿Sí?—Preguntó la mujer, mirándome con sorpresa. Tenía un delantal puesto y una expresión de confusión que por un instante casi me hizo dudar.

No respondí. Mi mirada estaba fija en ella, esperando una señal, una palabra, algo que confirmara que esa psicópata estaba ahí. Un hombre apareció detrás de la mujer, seguramente el padre de la loca a la que venía a buscar.

—¿Está Nina?—Solté con un tono cortante, intentando controlar la furia que rugía en mi interior.

La madre frunció el ceño, mientras el hombre retrocedía hacia el interior de la casa. Segundos después, apareció Nina con esa sonrisa de suficiencia que me hizo hervir la sangre. Sabía por qué estaba ahí. Lo sabía, y lo disfrutaba. Pero lo que no esperaba era ver a mi hermano Nacho con ella.

—¿Qué hacés acá, Sofi?—Preguntó Nacho, claramente confundido.

Mi respiración se aceleró todavía más. Mi mente era un caos, pero mis palabras salieron claras como una flecha.

—Esta perra psicótica trató de matarme.—Dije señalándola directamente, como si la palabra “asesina” estuviera escrita en su frente.

La madre de Nina abrió la puerta de par en par y me invitó a pasar, aunque su gesto estaba cargado de tensión.

—¿Qué?—Preguntó su padre, me volví a Nacho y él estaba mirándome como si acabara de perder la cabeza.

—Nada, papá. Me odia y no me quiere con su hermano. Es eso. —Respondió Nina con una tranquilidad que rozaba lo insoportable.

No podía más. Esa sonrisa maliciosa, la manera en que manipulaba a todos a su alrededor... Me acerqué un paso, pero Nacho se interpuso entre las dos.

—Sofi, vamos a casa.—Dijo con un tono conciliador que me enfureció aún más.

—¿Estás ciego, Nacho? ¿No te das cuenta de que te usa?—Solté, señalándola con rabia. Mi voz resonó en la sala—. No terminaste de cruzar la puerta y ya lo tiene a Danilo metido en su cama.

La madre levantó una mano, como si pudiera callarme con un simple gesto.

—No voy a permitir que hables así de mi hija en mi casa.—Dijo con autoridad.

—¿Ah, no?—Respondí, con una sonrisa cargada de ironía—. Entonces debería preocuparse por el comportamiento de su hija antes de preocuparse por lo que yo diga. Porque no solamente es una perra, sino también una atorranta.

Nina avanzó hacia mí, como si quisiera desafiarme. Perfecto. Que se acerque, pensé. Era todo lo que necesitaba para terminar con sus pelos en mi mano. Y si no se acercaba, era capaz de volar hacia ella.

—¿Quién es la perra?—Dijo con una voz afilada como un cuchillo.

—¡Vos!—Grité, lista para abalanzarme sobre ella, cuando el sonido del timbre interrumpió el momento.

—¿Quién es?—Preguntó Nina, mirando a sus padres.

—Yo lo llamé.—Respondió Nacho, avanzando hacia la puerta.

El corazón me dio un vuelco cuando vi quién estaba parado justo detrás de la puerta: Ryan. Su presencia era como un balde de agua fría, pero no el tipo que calma, sino el que paraliza.

—¿Por qué siempre tiene que aparecer él?—Exclamé, señalándolo indignada.

—¡Porque estás fuera de sí!—Respondió Nacho.

Ryan no dijo nada. Simplemente avanzó hacia mí con esa mirada seria que solía usar cuando las cosas se salían de control.

—Vamos.—Ordenó, intentando agarrarme del brazo.

—No.—Respondí de manera tajante, apartándome bruscamente—. Esta hija de perra tiene que ir a la cárcel.

Ryan suspiró, claramente agotado de lidiar conmigo, pero no se detuvo.

—Vos te vas conmigo y se acabó el problema.—Dijo con ese tono autoritario que siempre lograba tocarme las narices.

Lo desafié con la mirada, pero él no se movió. Finalmente, me volví hacia la madre de Nina, que parecía intentar encontrarle sentido a todo.

—¿Por qué decís que fue ella?—Preguntó finalmente.

—Porque era la única que estaba al lado mío cuando corríamos de vuelta al campamento —respondí, intentando mantener la calma.

Nina soltó una risa sarcástica y negó con la cabeza.

—No puedo creer el escándalo que estás haciendo por llamar la atención.—Dijo, ladeando la cabeza con burla—. De tu hermano... y de tu vecino, que, a decir verdad, está demasiado bueno. Pero es mayor, ¿no? Creo que ya te advirtieron sobre eso.

La sangre me hirvió. Todo encajó en ese momento.

—Fuiste vos.—Dije, agarrando mi cabeza con una sonrisa irónica—. Vos sacaste esa foto para que lo despidieran y para que a mí me echaran de la escuela.

Antes de que pudiera lanzarme sobre ella, sentí las manos de Ryan rodeando mi cintura, inmovilizándome.

—¡Soltame!—Grité, forcejeando con todas mis fuerzas.

—¡Sof, ya basta!—Dijo, pero no le hice caso.

Poco a poco, mi energía comenzó a disminuir. Ryan aflojó su agarre, confiado en que ya no tenía fuerzas para resistirme. Error.

Cuando estaba a punto de girarme para volver a atacarla, escuché algo que me perturbó.

—¿Trajiste lo que te pedí?—Preguntó Nacho, mirando a Ryan.

—¿De qué están hablando?—Pregunté, confusa.

Ryan suspiró, pasándose una mano por el pelo.

—Ay, esto es lo que me pasa por hacerle caso a un mocoso de quince años...—Murmuró, mientras sacaba algo del bolsillo.

Antes de que pudiera reaccionar, vi como se ponía atrás mío y sentí un pañuelo presionando mi cara y mi boca. El olor era fuerte, químico, adormecedor. Luché, intentando zafarme, pero mi cuerpo no respondía. Puse mi mano sobre su brazo, quería sentir como que me sujetaba de algo.

—Ryan...—Intenté murmurar, pero mi voz casi ni salió.

El mundo comenzó a girar, y luego, la oscuridad lo envolvió todo.

***

Abrí los ojos con pesadez. Mi cabeza daba vueltas, y el malestar en mi cuerpo me hacía sentir como si hubiera corrido un maratón. Me tomó unos segundos entender dónde estaba: el sillón de mi casa. Parpadeé varias veces antes de darme cuenta de lo que había pasado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.