Apenas abrí los ojos y ya estaba odiando el día. Estaba cansada, dormí muy poco ya que me quedé hasta tarde terminando los malditos trabajos para el querido profesor Vannucci.
Otro día más la misma rutina, me levanté, me cambié y bajé a desayunar.
Mis ojeras estaban por el piso, mis ánimos también. Tomé un poco de café para tener un poco más de energías.
—¿Qué pasa, Mali?—pregunta mi tía y yo negué.
—Está enojada porque tuvo que hacer diez trabajos para hoy.—dice Nacho con burla. Le di un golpe de puño cerrado en el hombro pero no paró de reír.
Se hizo la hora en la que teníamos que irnos, salí de casa y Rom de la suya. Me dio un beso en la frente.
—¿Podés manejar vos hoy? Tengo que terminar los trabajos.—rodeé los ojos y él asiente.
Abre la puerta por mí y entro en el auto. Una vez que arrancó empecé a ver los trabajos ya hechos.
—Mi hermano no es mal tipo, es odioso y un poco imbécil, pero nadie sería capaz de dar ni la mitad de lo que daría Ryan por su familia. Y eso me asusta un poco a veces ya que daría incluso su vida si lo creyera necesario. Y muchas veces me da odio pero es mi hermano y lo quiero.
Eso último había captado mi atención—. ¿Por qué te da odio?—suspira antes de responder.
—Entre Ryan y yo existe algo que nos mantuvo distanciados estos cuatro años. Y no fue precisamente la distancia de un país al otro. Era ese elefante en el cuarto del que nunca hablamos pero los dos sabemos que sigue ahí.
—¿Puedo preguntar qué es?—asiente y estaciona pero ninguno de los dos baja todavía.
—Una chica.
No dice más. Bajamos y me da las llaves. Entrelazamos nuestras manos y y entramos a la institución.
—Pero no te preocupes. Ella ya quedó en el olvido para mí.—aunque sabía que estaba mintiendo tuve que asentir.
Entonces era eso. Romeo siempre me dijo que su hermano era un buen sujeto, pero siempre había un “pero” detrás de aquellos elogios, y quizás era eso. O mejor dicho, ella.
Una mujer entre dos hermanos.
Yo no soy sinónimo de perfección, pero jamás haría lo que ella.
No hay que juzgar cuando no se conoce la historia completa.
Me recrimina mi subconsciente. Tenía razón, y es por eso que en mi mente empecé a imaginar miles de teorías; quizás ella se enamoró de los dos. Quizás estuvo primero con uno y después con el otro... etc.
Basta, Malia.
No es correcto meterse en la vida de los demás, tampoco sé cuán difícil fue aquella situación como para pedirle a Romeo que me cuente la historia. Si fue realmente espantoso por más que lo haya superado debió haber dejado una cicatriz o una herida que todavía sangra. Y más si fue el primer amor de ambos. Que esa era otra curiosidad que me vi obligada a tragarme para no meter la pata y no hablar de eso. Y menos frente a Ryan sabiendo el carácter de mierda que tiene.
***
La hora del castigo había finalizado y otra vez me encontraba a solas con mi profesor. Dejé los diez trabajos sobre su escritorio, bah, voy a ser sincera, los golpeé sobre su escritorio.
—No es manera de hacer devolución de trabajos, señorita Herrera.
El maldito lo estaba disfrutando. Lo fulminé con la mirada y quise irme sin decir nada, solamente quería mantenerme alejada de su presencia.
—No te dije que te fueras.—comenta agarrándome del brazo para que vuelva a estar frente a él. Suspiré—. Te quería agradecer por haber cumplido con lo que te dije. De verdad.—me solté de su agarré y lo miré con una muca, estaba intentando ser amable, pero ahora no me iba a dejar manipular por su bipolaridad.
—Sos un imbécil.—esta vez no me importaba las consecuencias, necesitaba decírselo una vez más.
Lo empujé por el pecho pero con fuerza me apretó el brazo para que volviera.
—¿Qué tengo que hacer para que dejes de ser así de desafiante conmigo?—aprieta sus palabras—. Y ya hablamos de los insultos. Si no lo notaste acá sigo siendo tu profesor, si no querés venir dos semanas más te recomiendo que seas sumisa.—me suelta el brazo.
—Ya te dije: si no querés que te llame imbécil no te comportes como uno. Porque así es justamente como te comportaste ayer... Y todos los días.
—Solo estoy cumpliendo con mi trabajo.
Me acerqué—. Tu trabajo es una mierda.—nos quedamos viendo a los ojos y veo como su mirada se dirige a mi boca. No lo hubiese notado si no lo hubiera hecho tan descaradamente, como si quisiese que me diera cuenta.
No voy a entrar en su juego de seducción o lo que pretenda. Otro intento fallido de querer irme pero esta vez me frenó con la mano en mi cadera.
—¿Por qué me la hacés tan difícil?—me reprocha sin apartar sus ojos de mi boca.
—No te hago nada.—el corazón me latía como si estuviese en una maldita montaña rusa. Eso no era normal porque parecía que iba a saltar de mi pecho.
Sonríe y muerde su labio sin dejar de ver los míos. Alza su mano libre a la altura de mi cara y con el dedo índice recorre mi piel desde la sien hasta la comisura de mis labios.
Y en ese instante supe que ese era el verdadero inicio de la historia que jamás pensé contar.
—¿Y si te beso qué pasa?—pregunta como si nada.
—No vas a besarme.—negué alarmada.
Aparta su mano de mi cara y sonríe.
—Tenés razón. Si fuera a besarte no te lo hubiera dicho, porque yo no hablo, yo acciono.
En ese momento me quedé más tranquila. Bueno, cuando pensé que estaba fuera de peligro. Pero en ese momento sin pedir permiso me besó.
Sí, me... besó.
¡Me besó!
Y lo hizo como si no hubiese un mañana. Sus labios cautivaron los míos como si tuviese hambre atrasada. Tenía sus manos en mi cintura y su boca se movía sobre la mía como si nada más existiera en ese momento. Y no sé por qué lo hice. Pero lo hice.
Nunca sentí esta adrenalina y estas ansias de querer más, pero no podía. Era un error.
Un error que sabía demasiado bien.