Me senté en el sillón como si llevara el mundo entero sobre mí.
—¿Seguís pensando en lo de ayer?—pregunta Jenna mirando su teléfono.
—Todavía sigo enojada porque estaban los cuatro espiando una conversación que no les concernía.
—Aunque no estuviésemos espiando nos íbamos a enterar igual porque desde la calle se podían escuchar tus gritos.—rodé los ojos.
—Perdón, Jen, es que... él me... me...—intentaba formular una frase completa pero seguía encabronada.
—¿Puedo darte mi punto de vista?—vimos entrar a mi tío por la puerta de entrada y yo asentí con un bufido, pero no era por ella—. Estaban peleando como un matrimonio de cuarenta años.—volví a rodar los ojos.
—Siendo honesto, ninguno de esos dos chicos me caen bien, y ninguno te conviene.—interfiere mi tío.
Jenna lo mira con mala cara—. Esos dos muchachos son mejores personas de lo que vos va a ser toda tu vida.
¿Queda claro que ellos dos no se llevan bien? ¿O necesitan más demostraciones? Jenna lo detesta.
—Además, no tenés por qué meterte con las decisiones de Malía.
—Tengo todo el derecho del mundo porque mi sobrina no va a estar con ningún imbécil.—ataca él.
Me escapé de ahí para no ser parte de esa conversación y salí de casa. El aire era muy suave y frío, pero era ideal para sentir un poco de paz, de su casa sale Rom, pero no me vio, iba distraído mandando un mensaje de voz a su hermano. Me acerqué y cuando cortó fue en donde notó mi presencia.
—Hola.—dije con una sonrisa de labios apretados y él sonrió de manera nerviosa.
—¿No viste a mi hermano?—todavía sigue enojado por lo que él le dijo, me desanimé al ver que seguía con la idea de que entre Ryan y yo pasaba algo.
—No.—respondí con un atisbo de desánimo.
—Te pregunto porque se fue y no lo vi en todo el día, seguramente que notaste que no fue a trabajar y mi mamá está preocupada, sobre todo dado en la fecha en que estamos. No es fácil.—no entendí a qué se refería con aquello, pero como no estábamos en un buen momento me ahorré el interrogatorio.
—No, después le voy a preguntar a Nacho si lo vio y te aviso.—asiente y sonríe con los labios apretados en forma de agradecimiento.
—¿Sabés qué fecha es hoy?—fruncí el ceño y me la pensé unos segundos.
—8 de abril, ¿por?—sonríe y niega.
—No me refiero a eso. Hoy es... su cumpleaños—me sorprendí—, y... el aniversario de la muerte de alguien importante para nosotros.—dado el tono en que me lo dijo preferí no preguntar de quién se trataba.
—Lo lamento.—dije con pena.
—Entiendo que se vaya porque es lo que hace siempre, desaparece, desde hace cuatro años que se aísla en este día, una semana después de la muerte de esta persona, él se fue a Francia, y en los años siguientes los 8 de abril nunca supimos de él en la distancia. Y ahora hace esto.—niega.
—Ya va a aparecer.—lo animé y poco a poco fui acercándome.
Aunque no me lo dijo, sé que él también está mal, y que también perdió a esa persona especial, así como también sé que la muerte de la que habló es de aquella chica especial para ambos. Lo abracé enredando mis brazos en su cuello y él enrolló los suyos alrededor de mi espalda. Acaricié su nuca y besé su sien antes de separarme.
—Daría cualquier cosa para no verte mal, y te pido perdón si vos sentís que yo te fallé, te juro que no quise hacerlo, vos sos muy importante para mí y no quiero que me dejes.—le dije a punto de llorar.
Seca mis lágrimas y me besa con ternura. Aquella caricia fue tan dulce, se sentía como el primer beso, volví a enredar mis brazos en su cuello y se lo devolví. Ese momento era perfecto, y pensé que jamás iba a volver a tenerlo de ese modo.
—¿Me avisás si tu hermano sabe algo?—pregunta cuando nos separamos. Junté nuestras narices y sonreí mientras asentía.
—Todo va a estar bien.—susurré.
Besa mi frente y entra de nuevo en la casa.
Por un momento me sentí mal, ayer le dije tantas cosas feas a Ryan y no tenía idea de lo sensible que estaba por la fecha en la que nos encontrábamos, y como siempre, actué sin pensar, no me arrepiento de lo que le dije, pero hubiese esperado un mejor momento. No soy un monstruo, y de haberlo sabido jamás le hubiese dicho todo lo que le dije ayer.
Tanto que le repetí que lo quería fuera de mi vida, ahora ando rogando de que esté bien.
Cuando iba a entrar en mi casa escucho una voz a lo lejos en la oscuridad de la noche, me hubiese asustado de no ser porque esa voz la conozco a la perfección. No decía nada claro, eran más balbuceos, cuando la luz de la calle lo alumbró al fin pude verlo. Estaba que se caía de borracho.
Santo Dios...
Fui casi corriendo a buscarlo para que no se cayera y no se golpeara la cabeza, no quiero que se vuelva más imbécil de lo que ya es.
—¿Ryan?—me mira detenidamente. Siempre suele tener ese aspecto de macho alfa y ahora parecía un nene que estaba perdido y asustado.
—No deberías estar sola afuera de noche.—dice metiendo pelo detrás de mi oreja.
—Y vos no deberías estar borracho.—contraataqué. Sonríe y planea seguir con su cercanía, puse mi mano en su pecho.
—Estás preciosa.—comenta.
—Y vos estás borracho.
—Sí, pero yo mañana voy a dejar de estar borracho y vos vas a seguir estando preciosa.
Me quedé anonadada por su comentario y fingí ignorar sus palabras para no empezar a tartamudear o peor, a ponerme nerviosa. ¿Cómo es que siempre provoca que me quede sin habla?
—Tu mamá y tu hermano te están buscando.—dije volviendo a la realidad y apoyándolo sobre mi hombro para ayudarlo a caminar.
—No quiero ir a casa. No quiero que me vean así.—sé que mañana me voy a arrepentir pero lo llevé a la mía. Por suerte no había nadie en ese momento en el living a comparación de cuando salí a afuera, pero en ese momento estaba bajando mi hermano y al verlo se quedó perplejo.
—¿Qué le pasó?
—Shh, no hagas ruido. Ayudame a llevarlo a mi cuarto y mañana te explico todo.—tomó su brazo libre y ambos lo subimos a mi habitación y lo recostamos en la cama.