Te Quiero y me Duele

17

Me levanté escuchando risas y ruidos... raros desde la habitación de mi hermano. Me vestí y cuando fui al baño que él y yo compartíamos, la vi a Nina. Me quedé estupefacta y ella sonrió.

—Buenos días. Espero que no te moleste que esté usando el baño.

«Sí, sí me molesta, perra».

—N-no. Todo tuyo.—cerré la puerta y fui al cuarto de mi hermano para verlo con mala cara.

—Buenos días.—dice dando vuelta la remera para ponérsela.

—La próxima vez que vengas con tus... amigas, no seas tan irrespetuoso, hay gente viviendo en la casa. Y yo duermo al lado.—él asiente y se disculpa.

Cuando iba a salir casi choco con ella. La esquivé fácilmente y bajé a desayunar.

Esa sonrisita de angelito no me engaña, sigue siendo la misma perra que hizo que tenga problemas con el director por creer que había algo entre Ryan y yo, y la misma perra que me tiró por el acantilado. Y encima mi hermano la trae a la casa.

Me senté en la mesa de la cocina a desayunar pero mi apetito se fue al verlo llegar a Diego.

—Buenos días.—al pasar por detrás de mi apoya la mano en mi cintura. Me removí con asco y no le respondí.

Al estar solos él se sentó a mi lado y fue acercando su mano a mi entrepierna y yo la saqué con brusquedad.

—Te encerraste anoche.—susurra y vuelve a posar su mano en aquel sitio.

Sí, anoche fui astuta y cerré la puerta con llave y cuando quiso entrar me hice la dormida e ignoré sus llamados.

—Quería dormir bien.

—Y yo quería estar con vos.—susurra en mi oído.

Que puerco. Lo odio. Me da asco.

Me levanté de golpe y me alejé de él, el apetito se me había cerrado y un hueco se quedó en mi estómago. Subí las escaleras para ir por mi mochila y veía que los adolescentes seguían encerrados en el cuarto por lo que golpeé la puerta.

—Nacho, tienen que ir a la escuela. Vamos.—volví al mío y me encerré apoyando la espalda en la puerta.

Respiraba con fuerza intentando mantener la calma, abrí las cortinas y vi a Ryan que recién se levantaba. Y no solo. La profesora Meg de Educación Física apareció en la escena solamente en ropa interior. Rodé los ojos y fui por mi mochila.

Veo que la fiebre ya le bajó. Idiota.

Volví a la cocina y Jenna ya estaba ahí. La saludé con un beso y una sonrisa y me senté a su lado frente al perverso de mi tío. Asco me da decirle así. Y más me daba que lo fuera.

—¿Nacho no baja a desayunar? —la miré con la cabeza ladeada y con desencanto.

—Ya lo llamé.

—Malía, no quiero entrar en tema ahora, pero... ¿En qué quedamos apenas vine a vivir con ustedes?— la miré confundida—. ¿Trajiste a alguien anoche? Algún...

—¡No fui yo!— respondí con indignación—. Nacho está con Nina, por eso no bajó a desayunar todavía. Y creéme que fue más desagradable para mí porque mi pared está pegada a la suya.—respondí con desagrado.

Asiente. No quería decirle pero tampoco quiero que sospeche de mí, jamás podría ser yo. Conozco bien las reglas y sé perfectamente que sería una total falta de respeto...

Y bueno, jamás podría con mi tío rondándome las veinticuatro horas.

La hora de irme a la escuela llegó y tomé las llaves del auto mientras mi hermano con su novia, o lo que sea bajaban las escaleras. No pensaba llevarla ni loca. Es más falsa que un billete de tres pesos.

—Quería decirte que nos vamos en su auto, ¿sabés? —me informa mi hermano para después irse a la cocina, ella me dedica una sonrisa tan falsa como ella y se va con él. Rodé los ojos y salí de casa, abrí el auto y antes de entrar vi que de su casa salían los dos hermanos. Mí mirada se instaló en el menor. Sus ojos encuentran los míos por unos segundos bastantes largos, y sentí ganas de acercarme, pero preferí mantenerme al margen, era lo mejor. Prendí el auto y lo vi irse caminando, bueno, mi hermano lo hizo subirse al coche de la perra. Miré al frente de nuevo y vi a Ryan enganchar su casco y encender la moto. Otro con el que nos dedicamos una mirada bastante representativa. Negué para apartarla de él y conduje hasta la escuela.

¿Por qué? Cerré los ojos recordando las cosas horribles que me hacía ese energúmeno que tengo por tío, y si no fuese por él yo jamás hubiese herido a los chicos.

Aunque no todo es por su culpa, en parte es por mis malas decisiones.

Cuando los volví a abrir frené de golpe ya que casi atropello a un chico. Mala idea cerrar los ojos cuando conduzco. Por este tipo de malas decisiones estoy como estoy.

—¡¿Qué te pasa, loca?! Mujer tenía que ser.—se queja el imbécil. Me indigné.

—¿No te enseñaron a respetar a las mujeres, idiota?

—¿Y a vos no te enseñaron a no manejar con los ojos cerrados?—rodé los ojos.

—No te lastimé, así que no seas llorón.

—¿Vas por la vida así como si nada atropellando a las personas?

—No, solamente a los idiotas que se creen la gran cosa.

Sonríe, ¿Está pasando por alguna crisis de bipolaridad?

—Me gusta tu actitud, preciosa. Te perdono.—hice una mueca arrugando la nariz.

—Yo no te pedí perdón. Pero me alegra que no hayas muerto. No por vos, sino por mí. ¿Vas a denunciarme?

—Debería, pero como soy un caballero no lo voy a hacer.—rodé los ojos.

Me hizo acordar a alguien...

—Nos vemos, loca en cuatro ruedas.—fruncí el ceño por su apodo y al ver que se estaba retirando hice lo mismo y subí al auto.

¿Debería preguntarle si quiere que lo lleve a algún lugar? Quizás al hospital para chequear que no lo haya herido. Opté por seguir el transcurso a la escuela, ya que me quedaban cinco minutos de viaje.

Llegué y al estacionar vi a mí amiga esperándome dónde paraba siempre. Sonríe con amplitud y me recibe con un abrazo, estaba emocionada. Un brillo resplandecía en sus ojos y me encantaba verla así.

Una vez que entramos al instituto fuimos por el pasillo de los lockers.

—¿Puedo hacerte una pregunta, amiga? —asentí con confianza mientras guardaba algunos libros—. ¿A vos te molestaría si yo en un futuro tuviese una relación con tu hermano? —la miré de repente.




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