«Hola, me gustaría saber que estás bien ya que hace días que no hablamos, y si no lo estás también me gustaría saber».
Dejé el teléfono en la cama y suspiré con frustración. Las palabras seguían dando vueltas en mi cabeza, como si fueran un eco que no podía ignorar.
—¿Problemas con los chicos?—La voz de mi tía Jenna me sacó de mi ensimismamiento.
Asentí, apoyando la cabeza en el respaldo de la cama. Jenna tenía ese don para leerme como un libro abierto.
—Romeo no me habla. Estuvo conmigo en el hospital, pero después de eso... siguió como si nada.—Mi voz tembló un poco, pero me obligué a mantenerme firme—. Cree que tengo algo con su hermano.
Jenna arqueó una ceja mientras me miraba desde la puerta, cruzada de brazos.
—¿Y no es así?
—No.—Respondí rápidamente, quizás demasiado rápido—. Ryan y yo no somos nada, y me parece que ni amigos vamos a ser. No quiero lastimarlo. A ninguno de los dos.
Mi tía dejó escapar un suspiro, como si supiera algo que yo todavía no podía aceptar.
—No quiero meterme, pero... se nota el fuego que hay entre Ryan y vos.
Ladeé la cabeza, dándole una mirada de advertencia.
—Agua, más que fuego.—Contesté, cruzando los brazos—. Él y yo somos como el agua y el aceite.
—No al momento de comerse como si no hubiese un mañana.—Soltó ella, sin un ápice de vergüenza.
Abrí los ojos como platos. ¿Así se hablaban una tutora y su protegida?
—Perdoname, mi amor, pero ayer con Mili los vimos desde tu cuarto. De verdad nunca vi un fuego así de grande.
Bajé la mirada, incapaz de responder. Sabía que tenía razón, aunque no quería admitirlo.
—Me consume.—Murmuré finalmente, casi para mí misma—, como leña al fuego. Pero no quiero sentir nada por él. Jamás funcionaría.
Jenna se acercó, besando mi cabeza con ternura.
—Uno no se puede obligar a sentir algo que no siente. Sé lo que es eso.—Y con esas palabras, salió del cuarto, dejándome sola con mis pensamientos.
Tomé el teléfono nuevamente.
«Hola, estoy bien. No tenés que preocuparte».
Así era todo el tiempo: cortante y conciso. Pero al menos había respondido.
«Qué bueno!! Me alegra saber que estás bien... Hoy con los chicos vamos a ir al Kraken Bar en Puerto Madero, ¿Te gustaría ir con nosotros?».
Observé cómo aparecía el temido "escribiendo" una y otra vez, como si estuviera decidiendo qué decir. Después de varios segundos que parecieron eternos, al fin llegó una respuesta:
«Emm, sí, dale. Me sumo. Nos vemos afuera de la casa en unas horas».
Sonreí, casi aliviada.
«Dale, perfecto. Yo voy con Mili, podés ir con Nacho en mi auto. Dijo que quería llevar a unos amigos».
Después de enviarlo, dejé el teléfono en la cama y exhalé con una mezcla de alegría y nerviosismo. Su respuesta había sido distante, pero algo era algo. Prefería eso a la nada absoluta.
Una hora después, Mili llegó con su energía contagiosa y una valija llena de opciones para que nos preparemos juntas.
—No puedo creer que al fin lo convenciste.—Dijo con alegría mientras sacaba las diferentes opciones de vestuario.
Me encogí de hombros, intentando restarle importancia, aunque por dentro mi corazón latía como loco.
—No fue tan difícil...—Mentí.
Mili alzó una ceja, claramente sin creerme, pero no insistió.
—Bueno, no importa. Esta noche nos divertimos, ¿sí? Nada de pensar en problemas.—Su tono era firme, y su entusiasmo, contagioso.
Asentí, dejando que se llevara mi mente a otro lugar mientras elegíamos ropa y nos preparábamos para la noche que teníamos por delante.
Lo que yo usé esa noche fue un top azul noche con una remera transparente negra mangas largas y una pollera de terciopelo negro ajustada y corta. Mi pelo estaba suelto y completamente liso cayendo sobre mi espalda. Mili se ocupó de maquillarme con base a tono de piel, rímel y labial rojo vino matte.
Una vez que ya estábamos listas salimos de casa y justo estaba mi hermano subiendo al auto, pero en el lado del acompañante, fruncí el ceño y vi como Ryan estaba listo para subir en el asiento del conductor.
—No sabía que vos también ibas.—Dije acercándome y justo salía Romeo, seguramente que él lo sabe, y no quiero que piense que yo sabía.
—Yo lo invité.—Interfiere mi hermano.
Asentí—. ¿Sabés manejar coches?—Le pregunté incrédula.
—Hay muchas cosas de mí que no sabés, bonita.—Rodé los ojos y subí al auto de mi amiga.
—Es impresionante lo loquita que te tiene.—Dice ella cuando arrancó el auto. La miré de reojo y suspiré.
—Sí, me tiene loca. Pero no en el sentido que vos pensás.—Fue su turno de rodar los ojos.
—¿Escuchaste ese dicho que dice "los que se pelean, se aman"?—Sonreí.
—Ese dicho tiene más años que vos y yo juntas.—Reímos.
Puse música y seguimos el camino cantando y riendo.