Te Quiero y me Duele

27

Levanté la mano con temor, sintiendo el peso de cada mirada clavada en mí. Mi corazón latía como si quisiera escapar de mi pecho. Diego estaba ahí, mirándome con advertencia, pero no podía permitir que esa basura saliera impune. Tragué el nudo que se formaba en mi garganta y me obligué a hablar.

—Sí hay un testigo.—Mi voz sonó insegura al principio, pero las palabras ya habían salido. Todas las miradas se centraron en mí, cargadas de expectativa y sorpresa. Sentía que el miedo me estaba ahogando, pero entonces mi mirada se cruzó con la de Ryan.

—¿Señorita?—Él asintió suavemente, como si quisiera recordarme que no estaba sola. Había algo en sus ojos, una promesa muda de apoyo incondicional. Fue suficiente para encontrar el valor que me faltaba. Inspiré profundamente y seguí.

—Yo soy una testigo de sus actividades ilegales.—Dije con la voz más firme que pude reunir. El oficial al mando asintió, indicándome que siguiera. Sentí cómo todos contenían el aliento, esperando mis siguientes palabras. Mi garganta estaba seca, pero no había vuelta atrás—. Hace un año y medio él...—Hice una pausa. El dolor de aquel recuerdo me golpeó con fuerza, pero no podía permitirme flaquear.— Fue él quien abusó de mí. Me subió a un auto, me llevó a otro sitio y… y ahí fue cuando... —Sentí que el nudo en mi garganta creció hasta hacerse insoportable. Cerré los ojos por un instante, intentando reunir fuerzas para seguir—. Después, sin razón o explicación, me dejó en el mismo lugar de donde me había llevado. Nunca lo volví a ver... hasta ahora.

—¿Por qué no me lo dijiste?—La voz de Romeo sonó rota, como si una parte de él se hubiera quebrado al escucharme. Negué con la cabeza. No tenía una respuesta que ofrecerle, al menos no una que pudiera aliviar lo que sentía.

—Sáquenlos de acá. Igual van a ser investigados, pero por ahora quedan detenidos hasta que resolvamos esto.

Lo agarré a Ryan del brazo mientras seguía esposado para que no se lo lleven.

—¿Por qué a él? Ryan solamente se estaba defendiendo por lo que esta basura le hizo y por lo que me hizo a mí.—Los oficiales no respondían.

—Todo va a estar bien, chicos, mañana quedan a cargo del equipo, sigan con los ejercicios que estaban haciendo.—Ambos asienten con semblante preocupado.

Ryan me miró con esa calma que siempre me desesperaba. Su expresión me pedía que lo dejara ir. Había algo en su mirada, una mezcla de determinación y resignación que me rompió por dentro. Lo solté con los ojos llenos de lágrimas, incapaz de seguir luchando.

No estaba segura de querer dejarlo ir.

Después de que se los llevaran Irene nos invitó a su casa para esperar noticias. Aunque sabía que nadie nos diría nada hasta la mañana, todos aceptamos. El ambiente estaba cargado de tensión, cada minuto se sentía eterno. Los susurros llenaban la sala, pero yo apenas podía escucharlos. Mi mente estaba atrapada en el recuerdo de Ryan siendo llevado.

Mientras estaban todos preocupados y hablando de lo sucedido agarré a mi hermano del brazo para apartarlo del resto.

—Necesito que me ayudes.—Susurré, él frunce el ceño.

—¿En qué?

Dudé por un minuto, pero después miré a los demás para asegurarme de que nadie nos escuchaba.

—Quiero ir a la comisaría, pero no quiero ir sola.—Admití, casi en un murmullo. Nacho levantó las cejas, incrédulo.

Lo miré fijamente, dejando claro que esta vez hablaba en serio. Nacho suspiró y asintió, poniéndome una mano en la espalda baja mientras volvíamos al grupo.

—Hey, voy a llevar a Sofi a descansar. No se siente bien y mañana tenemos escuela.—Mintió con naturalidad. Mi tía se acercó, nos besó en la frente y asintió, más tranquila.

—¿Querés que te acompañe?—Preguntó Romeo. Su tono era bajo, como si no quisiera alarmar a los demás.

Negué con una sonrisa forzada.

—Estoy bien. Gracias, Rom.

El trayecto en el auto fue silencioso. Miré por la ventanilla, dejando que las luces de la calle iluminaran mis pensamientos oscuros. Nacho puso una mano sobre mi pierna, intentando consolarme.

—¿Es verdad lo que dijiste? ¿Fue él quien te hizo eso aquella noche?—Su voz estaba cargada de incredulidad y dolor. Lo miré con los ojos llenos de lágrimas y asentí.

—No fue solo él.—Mi voz era apenas un susurro. Nacho apretó los labios, intentando contener su rabia.

—A los otros los vamos a encontrar. Te lo prometo.—Negué con la cabeza, sintiendo un miedo profundo.

—No. Si tienen que ir presos, van a aparecer. Pero no quiero que los busquen por su cuenta. Es demasiado peligroso.

Sabía dónde estaban, pero prefería guardar silencio. No soportaría que algo les pasara a Ryan o a Nacho por mi culpa. Había decidido cargar con ese peso yo sola, aunque me costara todo.

Llegamos a la comisaría y nos presentamos.

—Quiero ver a Ryan Vannucci, él se encuentra demorado por un error.—Mi hermano aprieta mi hombro derecho para darme apoyo. La mujer detrás del escritorio nos miró con gesto neutral, pero no pudo ocultar el cansancio en sus ojos.

—Él está incomunicado, señorita. Va a tener que esperar.—Sus palabras fueron firmes, pero su expresión reflejaba cierta lástima. Sentí un nudo en el estómago. Miré a mi hermano, buscando respaldo, pero su silencio solamente intensificó mi frustración.

—No, pero necesito verlo, no me importa si puede o no puede hablar.—Intentaba mantener mi voz controlada, pero la ansiedad empezaba a filtrarse. La mujer suspiró con resignación, inclinándose hacia el escritorio como si mis palabras le pesaran.




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