Te Quiero y me Duele

31

—Yo no sé si reírme, llorar o cachetearte.—Se queja Mili, llevándose ambas manos a la cabeza con desesperación teatral.
Me mordí el labio, sintiendo la culpa como una nube pesada que se asentaba sobre mis hombros.

—Te pedí que tomaras una decisión.—Repitió con firmeza.

—Y la tomé…—Admití en voz baja, desviando la mirada hacia mis manos—. Solo que… fue una mala decisión.

Mili suspiró profundamente, como si estuviera acumulando paciencia para lidiar conmigo.

—Eso depende.—Me dijo con un tono más suave. La miré, intentando adivinar hacia dónde iba con sus palabras—. ¿Lo elegís a Ryan?

Su pregunta me golpeó en el pecho. Me mordí el labio con más fuerza mientras mi mente se enredaba en un torbellino de pensamientos.

—No puedo.—Murmuré, negando con la cabeza—. Vos sabés que no puedo elegir a ninguno de los dos.

Ella se cruzó de brazos y arqueó una ceja, su expresión a medio camino entre la incredulidad y la frustración.

—Esto es ridículo, Sofi. Estás hablando de elegir como si estuvieras en la biblioteca tratando de decidir qué libro llevarte a casa.—Me reí con amargura. Ella no entendía que para mí esto era mil veces más complicado—. No podés dejar que el parásito de tu tío te arrebate la felicidad.—Me dijo con firmeza, pero había un toque de compasión en su mirada.

Solté un suspiro largo, cargado de ironía.

—Prefiero no arriesgarme. Yo los quiero mucho a los chicos, no quiero lastimarlos.

Mili dejó de discutir y, en cambio, tomó mi mano. Sus dedos acariciaron el dorso con un gesto reconfortante.

—¿A vos te gustan los dos?—Preguntó de repente, frunciendo el ceño con preocupación.

—¡No!—Respondí de inmediato, casi como si mi vida dependiera de esa respuesta.

—¿Entonces?—Arqueó una ceja con escepticismo.

Antes de que pudiera contestar, la puerta sonó. Mili se levantó para abrir, y Rom asomó la cabeza con una sonrisa. Mi amiga captó la indirecta de inmediato y nos dejó solos. Él cruzó la habitación y se sentó a mi lado en la cama, tomando mi mano con ternura y besando el dorso suavemente.

—¿Estás bien?—Preguntó, mirándome con esos ojos que siempre parecían buscar algo más allá de lo evidente.

Asentí y acaricié su perfil, delineando con mis dedos la curva de su mandíbula.

—Estaba hablando con Mili un rato. A veces pienso que, en vez de pagarle a mi psicóloga, me convendría quedarme cinco minutos con ella.—Comenté con una sonrisa ligera.

Rom se rió, pero había algo nervioso en su risa. Lo noté cuando se pasó una mano por la nuca, un gesto suyo que conocía bien.

—Sofi, estuve pensando...—Empezó, evitando mi mirada por un segundo—. Desde que estamos juntos... nunca hicimos nada de novios, ¿no?

Su nerviosismo me desarmó por completo. Era tan tierno, tan inocente en su forma de ser, que no pude evitar sonreír con ternura.

—¿Cómo que no?—Le respondí con suavidad, aunque sabía que tenía razón.

—No sé, nunca tuvimos una salida de verdad, un momento solo nuestro. Siempre hay algo, o alguien, que se interpone…—Dijo, bajando un poco la voz, como si le costara admitirlo.

Sabía que tenía razón. Y esa era una de las cosas que más me dolían: que él siempre me daba todo y yo, en cambio, me conformaba con darle migajas. Pero esta vez sería diferente, aunque solo fuera por un día.

Le sonreí, intentando transmitirle que lo entendía, que lo valoraba más de lo que podía expresar.

—Me encantaría tener una salida de novios con vos.—Dije, besando su pómulo con ternura.

Sus ojos brillaron, y mi corazón se llenó de calidez. Le pedí que me esperara abajo mientras me cambiaba, y él salió con una sonrisa, dejándome sola con mis pensamientos.

Abrí el placard, buscando algo cómodo pero lindo, algo que dijera: me importás. Opté por un jean azul que me quedaba ajustado, mis Converse negras y blancas de plataforma, y un top de rayas con mangas largas y corte en U que se ajustaba perfectamente a mi cuerpo. Dejé mi pelo suelto, cayendo en suaves ondas sobre mis hombros, y me maquillé de manera natural: un poco de base, rímel para resaltar mis pestañas y brillo labial rosa.

Cuando bajé, Rom estaba esperándome sentado en el sillón. Su mirada recorrió mi outfit y sonrió, esa sonrisa que siempre lograba desarmarme. Y en ese momento supe que, aunque el futuro fuera incierto, al menos ese día sería solo de nosotros.

—¿Vamos?—Pregunté con una sonrisa, tratando de que no se notara el nudo en mi garganta.

Rom se levantó del sillón y me ofreció su mano con ese gesto tranquilo y tierno que siempre amé. Estaba a punto de tomarla cuando sentí un tirón en mi brazo. Mili me tiró hacia ella antes de que pudiera dar un paso más.

—¿Podés esperarme un segundo afuera?—Le pedí a Rom, intentando no parecer nerviosa.

Él simplemente asintió, siempre tan comprensivo. Con una sonrisa amable, salió de la casa mientras sostenía el casco en la mano. Lo vi caminar con tranquilidad hacia la moto, y sentí una punzada de culpa atravesarme el pecho.

Mili no perdió tiempo. Se inclinó hacia mí y me susurró con un tono tan bajo que casi tuve que leerle los labios.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.