Te Quiero y me Duele

36

Esa mañana, Ryan se había ido antes de que mi familia se despertara. Ambos sabíamos que, si alguien lo veía salir, no podríamos evitar las preguntas incómodas, y ninguno de los dos quería arriesgarse.

Me estaba terminando de arreglar cuando la puerta de mi habitación se abrió de golpe, seguida por un portazo que resonó como si un tornado hubiese pasado. Mili entró con los ojos entrecerrados, llenos de curiosidad y una sonrisa que gritaba "quiero chisme".

—¿Y? ¿Qué pasó?—Preguntó sin rodeos, cruzándose de brazos como si ya conociera la respuesta.

No necesitaba explicarme. Como de costumbre, ella y mi hermano seguramente habían estado espiando la discusión que Ryan y yo tuvimos anoche en el bar. Mili no soportaba ver a Nacho, pero el chisme era su debilidad.

—Anoche...—Intenté empezar a decir, pero no me dejó terminar.

Se acercó y me tomó de los hombros como si necesitara sacudir la respuesta de mí.

—Decime que se acostaron y me muero.—Sus ojos brillaban de pura malicia.

Puse cara de "algo hubo", y ella lo captó al instante.

—No hicimos...—Empecé, tratando de encontrar las palabras.

—Sexo.—Terminó ella, con esa boca sin filtro que a veces me sacaba de quicio.

—...El amor.—Corregí, tratando de mantener algo de seriedad, aunque el rubor en mis cachetes me delataba.

Mili soltó una risa entre dientes y me miró con picardía.

—¿Y entonces? ¿Solamente se tocaron?

Le lancé una mirada que podría haberla asesinado, pero eso no sirvió de mucho. Terminé contándole lo esencial, con los detalles mínimos. Por suerte, no insistió demasiado y cambió de tema.

El baile de invierno era hoy, y todavía nos quedaban varias horas de preparación por delante. Pasamos la tarde ocupándonos del pelo de la otra, planchándolo y experimentando con maquillaje mientras buscábamos inspiración en Pinterest. Mi cuarto estaba lleno de risas, música y un desastre de brochas, sombras y peines por todas partes.

Cuando el sol empezó a esconderse, los nervios se instalaron en mi estómago. Estaba en bata, a punto de ponerme el vestido, cuando llamaron a la puerta. Mili fue a abrir, y, al ver quién era, entendió de inmediato.

—Los dejo solos.—Dijo con una sonrisa de complicidad, desapareciendo al instante.

En el umbral estaba Romeo. Su figura era más relajada de lo habitual, aunque sus manos se veían algo tensas.

—Hola.—Le di un beso en el cachete y lo miré, esperando a que hablara.

—Yo sé, Sofi que cuando me dejaste... no me porté bien.—Empezó con la voz algo quebrada. Sus ojos evitaban los míos, y sus manos se movían incómodas.

—Romeo... no hace falta que te disculpes.

—Sí, hace falta.—Dijo firme, antes de rascarse la nuca, claramente nervioso—. Quiero que aunque ya no estemos juntos, vos...—Levanté las cejas, sin entender a dónde quería llegar—. ¿Vendrías al baile conmigo?—Soltó la pregunta rápido, como si temiera arrepentirse.

Me quedé sin palabras por un momento. No esperaba que me invitara, pero al ver sus ojos llenos de expectativa, no tuve corazón para decirle que no.

—Sí.

Su cara se iluminó al instante, y me abrazó con fuerza antes de despedirse.

Cuando cerré la puerta, suspiré, sintiendo una mezcla de emociones. Sabía que no iba con él por las razones correctas, pero también sabía que con Ryan sería imposible. El qué dirán, sumado al hecho de que él era profesor, no dejaba espacio para que pudiéramos mostrarnos juntos en público.

Decidí escribirle a Ryan para que se enterara por mí y no por él. Llegó a mi cuarto minutos después, y antes de acercarme a él, me aseguré de que la ventana estuviese cerrada para evitar cualquier interrupción inoportuna.

Le di un beso corto y acaricié su pelo.

—Romeo me invitó al baile.—Confesé de golpe.

Él entreabrió los labios, sorprendido, pero rápidamente asintió.

—¿Qué le dijiste?

—Le dije que sí.—Admití, sintiéndome algo culpable. Antes de que pudiera malinterpretar, me apuré a explicarle—. Pero quiero que entiendas que lo hice porque vos y yo no podemos ir juntos... al menos no por ahora.

Ryan suspiró, y su expresión se suavizó mientras una sonrisa diminuta se dibujaba en sus labios.

—Entiendo, bonita. No tenés que darme explicaciones. Además... sé que te morís por mí.—Bromeó con descaro, haciéndome sonreír.

Se acercó, besó mi frente y me abrazó con ternura antes de irse, dejándome sola para que terminara de arreglarme.

Cuando me puse el vestido azul, me sentí como una princesa. El top estaba cubierto de glitter que brillaba como un cielo estrellado, las mangas eran traslúcidas, y el escote en V añadía un toque elegante. La falda caía larga hasta el suelo, haciendo que al caminar se sintiera como si flotara.

Me miré al espejo una última vez antes de salir. Esta noche sería complicada, pero algo en mi interior me decía que sería inolvidable.

El gimnasio de la escuela estaba iluminado con luces tenues que parpadeaban al ritmo de la música, creando una atmósfera de ensueño. El suelo reflejaba destellos dorados y plateados, y las decoraciones invernales colgaban del techo como pequeños copos de nieve atrapados en el aire. El murmullo de las conversaciones y las risas llenaban el lugar, pero todo eso quedó en segundo plano en el momento en que entré.




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