Te Quiero y me Duele

39

Los días pasaron, dos semanas para ser exactos. Después de todo no era tan incómodo convivir con mi ex y mi casi algo, o ex casi algo. Cómo sea que se llame lo que hayamos tenido Ryan y yo.

Él estaba raro últimamente, raro y con moretones preocupantes. Pero no creo que sea culpa de Diego, no esta vez. Empezaba a preocuparme mucho, y odiaría la idea de que se esté metiendo en alguna pelea solamente para descargar su enojo o la bronca que pueda llegar a tener. Estaba sentada en la mesada mientras miraba a la nada y tomaba un café, entra la persona que hace segundos rondaba mi cabeza y ni me registró, abrió la puerta de la heladera y pude ver sus brazos además de musculosos, llenos de moretones.

—¿Qué te pasó?—Me hice notar, cierra la puerta y sale sin nada.

Fue al estante y agarró un vaso y después fue a la repisa donde tenía todos los tragos. Eligió Bourbon.

—¿Con qué?—Pregunta tomando todo el contenido de un sorbo, como si fuese agua. Se había tomado su tiempo para responder.

—¿Qué te pasó en los brazos?—Hecha una mirada en esa dirección y vuelve a mí.

—Me caí de la moto.—Responde mientras sigue sirviéndose otro trago.

Lo conocía tan bien a tal punto de decir que me estaba mintiendo. No respondí, solamente me dediqué a mirarlo, sin decirme más se fue con el vaso en la mano.

Me llenaba de curiosidad saber qué es lo que está haciendo últimamente para venir con tantos golpes. Espero que no sea nada malo. Bueno, obviamente es algo malo porque sino no vendría todo lastimado.

Llega Irene y se queda viendo mi cara pensativa.

—¿Te pasa algo?—Pregunta mientras pone la pava a calentar.

Moví mi cabeza volviendo a la realidad y le presté atención.

—¿Lo viste a Ryan?—Pregunté y después tomé un sorbo de café.

—Se acaba de ir a bañar.—Negué con el ceño fruncido.

—No, me refiero a si lo ves raro.

Suspira y asiente. Se sienta frente a mí y agarra mi mano.

—Vos me caés bien, pero lo que no me cae bien es lo que hacen.—La miré con la cabeza ladeada y el ceño un poco fruncido—. Ryan no está bien, lo sé porque lo conozco, pero no tengo la menor idea de lo que está haciendo y por qué tiene tantos golpes, no me dice nada al respecto.

—Es preocupante.—Ella asiente y agarra el teléfono.

—Voy a llamar a Sebastián, un compañero de trabajo para que le haga unos estudios.

—¿Estudios?—Pregunté preocupada.

—De rutina.—Dice ella para después irse.

A mí no me convencía.

Ella era doctora, pero en la sección de pediatría y ese doctor Sebastián era quien atendió a Romeo el día del baile.

Ryan volvió a la cocina y agarró una botella de agua.

—Me voy al gimnasio.—Avisa tomando un poco y después la guarda en el bolso de entrenamiento.

—No sabía que entrenabas.

—No tengo que contarte todo.

Así de tajante se refirió a mí, no me sorprendía, pero sigo sin tolerar la hostilidad con la que habla conmigo desde hace dos semanas. ¿Pero entrenamiento en el gimnasio? Eso no se lo creía ni él.

Así que tomé la mala decisión de seguirlo, no puedo decir que sirvo como espía, pero sí puedo decir que no me descubrió; después de caminar como por veinte minutos llegamos a un galpón enorme. No me parecía raro, solamente me sorprendí, pero sí me asusté cuando después de unos segundos de que él haya entrado, lo hice yo. No quería ser tan obvia y entrar junto con él. Cuando me metí en el lugar no podía creer lo que mis ojos estaban viendo.

Era un lugar de peleas ilegales.

Los contrincantes se golpeaban sin protecciones, solamente con un pañuelo en los nudillos. Habrá venido a ver una, pero lo que no entendía era por qué de repente le interesan las peleas, está loco.

Verlo a mí me parecía un horror, con las yemas de mis dedos toqué mi labio inferior al ver todo eso. Miré a mi alrededor y todos alentaban a su luchador favorito, no les importaba los golpes que les estaba generando, pero sin importar cuánto vea, en el público no estaba Ryan.

Lo pensé demasiado pronto.

Cuando volví mi vista al ring subieron otros dos luchadores y el alma se me cayó al suelo en el momento en que vi a Ryan dispuesto a pelear con el otro tipo. No podía ver eso. Era demasiado para mí.

Ya averigué lo que tanto quería y creo que hubiera sido mejor no haberme enterado de nada, preferí esperarlo afuera.

En el momento en que esperaba me llega una llamada de mi tía Jenna.

—¿Dónde estás? Te fuiste sin avisarme, habíamos quedado en algo nosotras dos.—Suspiré y rasqué mi frente.

—Te pido perdón, tía. Me surgió un tema y tuve que irme lo más rápido que pude, cuando llegue hablamos, no te preocupes que estoy bien.

—¿Segura que todo está bien?—Negué con los ojos llorosos como si pudiera verme.

—Sí. Todo está bien.—Pero sin embargo mi respuesta fue contraria.

Le corté la llamada porque justo salía Ryan de ese galpón.

Me paré frente a él con los brazos cruzados y él me mira sorprendido.

—¿Qué hacés acá?—Su semblante demostraba molestia.

—¿Qué te parece que hago?—Respondí.

—Seguirme como una loca.—Fue su respuesta.

Rodé los ojos—. Yo seré la loca que no se come tus mentiras, pero vos sos un idiota.

—Sí, un idiota que se come tus mentiras.—Hace énfasis en esas últimas palabras mientras me señala.

Lo miré con dureza y él me agarra del brazo para que salgamos de ese lugar desolado y peligroso.

Llegamos a una calle, aunque no pasaba mucha gente, era más segura que en donde estábamos.

—¿Qué te pasa?—Pregunté una vez que me suelta—. ¿Te metiste en esto por lo que pasó entre nosotros?

—¿No todo es por el amor de una mujer?—Ironiza—. Entonces, sí.

—Ryan...—Intenté tocar su hombro pero se aparta, entonces deje de lado la gentileza—. ¿Por qué hacés esto? No quiero que sigas destruyéndote.—Sonó como una orden.

Suelta una risa demasiado irónica y como si no pudiese creerlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.