Desde que eran pequeños, T/N y Hyunjin habían sido inseparables. Compartían tardes de juegos, secretos en voz baja y promesas que solo los niños saben hacer con el corazón. Si alguien preguntaba, eran "los mejores amigos", como si esa etiqueta pudiera contener todo lo que significaban el uno para el otro.
Hyunjin siempre llegaba con una sonrisa torcida y una idea absurda. T/N siempre decía que no, pero terminaba siguiéndolo. Así crecieron: entre risas, peleas tontas y silencios cómodos.
Pero no todo fue perfecto.
Una vez, en secundaria, alguien se burló de T/N frente a toda la clase ya que no supo una respuesta del pizarrón. Un comentario cruel, disfrazado de broma. Ella se quedó en silencio, fingiendo que no le importaba, aunque por dentro se rompía un poco.
Hyunjin no lo dejó pasar.
-¿Te parece gracioso humillar a alguien que ni siquiera te habla? -dijo, con una firmeza que nadie esperaba de él.
El salón se quedó en silencio. El chico que había hecho la burla se encogió de hombros, incómodo. Hyunjin se sentó junto a T/N sin decir más, pero su mirada lo decía todo: no estás sola.
Ese día T/N quiso agradecerle, decirle cuánto significaba que alguien la defendiera... pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Hyunjin simplemente sonrió como si no hubiera hecho nada importante, sin saber que en ese instante se había convertido en su refugio.
Lo que T/N no sabía era que, con el tiempo, los refugios también pueden doler. Porque cuanto más se apoyaba en él, más temía el día en que dejara de estar a su lado.
Y ese miedo, silencioso e invisible, comenzó a crecer entre ellos. No se notaba en las risas compartidas ni en las tardes interminables de confidencias, pero estaba allí, como una sombra alargada que se escondía detrás de cada mirada y de cada sonrisa. T/N nunca se atrevió a decirlo, y Hyunjin nunca pareció notarlo... o quizá solo fingía no verlo.