Te reconquistaré

Epílogo "Te reconquistaré"

Te reconquistaré

 

Estoy corriendo, por segunda vez en mi jodida vida me encuentro corriendo.

De adolescente empecé a correr, tropecé y al ser consciente del dolor que implica estar en el jodido suelo, no quise volver a intentarlo.

Ahora lo estaba haciendo de nuevo, ahora consciente de lo que implica la palabra “correr” y para qué sirve. 

Tengo miles de reproches y personas que se cuelan en mi mente, pero solo son zumbidos molestos que al final los dejo de escuchar, y a lo único que me aferro mientras corro, es al dolor que está apretando mi pecho y me pide desesperadamente que solo acelere.

Más rápido, debo correr más rápido.

Sé que debería alejarme, tomar un avión y perderme de nuevo para tal vez encontrarme, y que los demás encuentren a quien necesitan y los merezcan. Pero no quiero, ¡no quiero alejarme!

¡No quiero este final de nuevo!

Te amo, te sigo amando como antes, incluso más.

Por ello, no quiero perderte, ¡no de nuevo!

¡Por favor, solo espera un poco!

Las gradas me matan y mi condición física pese a ser mejor, no puede evitar que mis músculos duelan al punto de apretar los dientes y temblar. Para cuando piso la última grada mi cuerpo está entumecido, pero abro la puerta sin tocar y la señorita secretaria se asusta al ver a una chica loca, despeinada y con pijama, eso ayuda a que pase de largo y ella se demore en seguirme.

—¡Espere! ¡Señorita Martins!  

Abro la puerta de la oficina de Alan, pero está vacía, al no encontrarlo me volteo y encaro a la secretaria.

—¿Dónde está Alan? ¿Lo sabes? Debo hablar con él, es urgente.

—No, el señor Cooper no se encuentra aquí, está camino al aeropuerto… hace unos minutos acaba de salir.

Mi boca se abre y antes de que ella diga más, paso a su lado y bajo de nuevo hasta la entrada, ahí detengo un taxi y me subo pidiéndole llevarme al aeropuerto. En el camino no me rindo y marco de nuevo, no hay respuesta, lo intento varias veces, pero nada.

Gruño de frustración y las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos. ¿Sentiste esto cuando me fui sin avisar? ¡Joder, soy una idiota! Paso una mano por mi cabello y miro a los lados como ahora estamos atrapados en el tráfico.

¡Maldición, hoy no!

Me muevo de lado a lado con el teléfono en la mano y compruebo que efectivamente, no avanzamos. Decido dejar de llamar a Alan y le marco a Darwin.

—¡Hola pequeña…

—¿Estás con Alan?

—¿Qué?

—¿Alan está contigo?

—Sí, nosotros…

—¿Dónde están?

—En la calle principal, en el segundo semáforo de…

—¡Gracias!

Corto la llamada y abro la puerta para ver afuera, el señor se asusta porque piensa que no pagaré, pero al lograr mi objetivo y visualizarlos, abro la puerta y le extiendo el dinero al chofer.

—Gracias, quédese con el vuelto.

Ajusto mi chompa y empiezo a correr. Mis piernas se quejan y tiemblan, mi corazón no deja de latir contra mi pecho. Tomo aire y pese a que es vergonzoso correr en medio de la fila de autos, me aguanto todo y trato de solo pensar en que me acerco.

Estoy a unos metros del auto cuando el semáforo cambia de color.

Empalidezco al ver que todos aceleran y hay pitidos detrás de mí, jadeando saco el teléfono, y sabiendo que no podré alcanzarlo, marco con rapidez de nuevo.

—Detén el auto —es lo primero que digo.

—¿Qué?

—¡Detén el auto Sanders!

No sé qué hace, pero cuelgo y retomo mi corrida. Los autos no dejan de pitar y con pocos centímetros evito llevarme los retrovisores. El auto pone luces de parqueo y noto que se hacen a un lado de la calle, sonrío con ojos llorosos.  

La puerta es abierta y por ella veo a Alan bajarse claramente confundido. Mi corazón se acelera como cuando era una jodida adolescente miedosa, pero esta vez me alienta a que siga.

Tengo miedo, un montón, pero más que al dolor, temo perderlo y esta vez, para siempre.

Él es alguien que no se puede encontrar dos veces. Puedo volver a enamorarme, conocer a alguien más. Lo hice, estuve con Anthony y lo llegué a querer. Es un buen chico y pude con el tiempo tal vez amarlo.

Pero en este momento, escojo esto.

-¿Abigail? ¿Qué…

-¡También me gustas!

Sus ojos se desorbitan y antes de que se aleje, contra su pecho estrello mi mano y es una suerte que él rodee mi mano con las suyas, porque así, toma mi collar de brújula y mientras me mira a los ojos puede ver mi determinación.

Ahora es mi turno.

No voy a perderte.

¡Te reconquistaré!

 

 

FIN

 



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En el texto hay: secuela, secretos, reconquistar

Editado: 10.05.2022

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