Te reconquistaré

Capítulo 40 "El número ocho"

El número ocho

 

Yo y el ejercicio no somos compatibles.

Pero mi amor por la naturaleza me tenía con el corazón a punto de salirse y yo desmayarme. Así que pedir piedad era lo único que podía hacer mientras me dejaba caer en el suelo jadeando.

Alan al verme se sienta cuidadosamente a mi lado, su condición era admirable. Yo era la encarnación de una cascada goteante y el una lechuga fresca. Mi cabello lo sentía asqueroso y sudado mientras que mi cara ardía.

De verdad, ¿por qué había tanta diferencia entre nosotros?

—Ya mismo llegamos.

Esas palabras fueron mi consuelo. Así que asentí y di un pequeño sorbo a mi botella de agua.

—Solo dame unos minutos, voy a morir.

Su risa leve me hace avergonzarme un poco. Mientras, dejo que el viento sople y me refresque, subo mis piernas y las abrazo para ver de reojo a Alan, que esta viendo el paisaje. ¿Cómo llegué aquí?

Resulta que Sara para las ventas es buena y las cosas que no trajimos las vendimos, era la suerte de haber arrendado un apartamento amueblado, así que solo teníamos pocas cosas. La mitad la trajimos y la otra se volvió dinero.

Ese dinero lo repartimos a la mitad y con el Sara se fue por navidad a visitar a su familia como había prometido, mientras yo lo use para mejorar mi guarida. A su regreso encontraríamos un departamento para vivir juntas y Sara buscará trabajo.

Claro, eso si sobrevive a los gritos que le esperaban en casa.

Por otro lado, sería la primera navidad que solo la pasaría con Alan. Y aunque papá al principio estaba desconcertado, Alan habló con él y aquí estaba.

Esta era una navidad particular.

Subir todo el día del veinticuatro de diciembre era toda una anécdota que se debía contar. Ya que había quedado en ir a acampar. No era una aventura como tal, salvo la costosa subida, llegaríamos a un lugar donde se tenía los servicios básicos.

No éramos, en especial yo, alguien todavía apta para tomar esos riesgos de la naturaleza y acampar de verdad me mataría.

Pero iba a ser divertido. Tenía expectativa sobre ello.

Sonrío levemente y me sorprendo cuando una mano asoma en mi campo de visión. Miro a Alan confundida, pero luego noto que me esta cubriendo del sol los ojos.

—¿Es para que continue viéndote o para que me veas?

Sonríe.

—Es para que dejes de quemarte.

Siento el color en mis mejillas aumentar.

—Podría usar la gorra.

—Podrías, pero hasta ahora no lo haces.

Me avergüenzo más porque eso es verdad, pero me quedo en silencio y espero cuando veo que abre su mochila y saca protector solar. Se acerca lentamente y con su dedo coloca puntos en mis mejillas, mentón, frente y finalmente la nariz. Parpadeo y luego cierro los ojos al sentir como empieza suavemente a esparcir la crema por mi rostro.

—Esto es lindo —comento.

—Quemarse no es lindo.

Me ordena voltearme y lo hago, escucho como abre mi mochila y luego me pide voltearme de nuevo. Al verlo deja caer una gorra sobre mi cabeza y asiente conforme.

—No te la vayas a quitar de nuevo.

Es que me es incómoda —lo pienso, pero no lo digo y asiento resignada.

Tomo aire de nuevo y me levanto, extiendo la mano hacia él y asiento.

—Bien, continuemos.

 

***

 

El camino a la gloria no es precioso.

Ni estético.

Eso comprendí cuando al subir lo primero que hice fue darme una ducha luego de haberme resbalado en una parte lodosa y deslizarme unos metros. Agradecía que este lugar tuviera esto pensando en los novatos de ciudad, porque yo me hubiera desmayado de lo incómodo que todo esto me hacía sentir.

Una vez fresca me empiezo a vestir, pero al salir me doy cuenta de algo. Tengo que usar mis zapatos lodosos para salir.

Solo era un día…

Bueno, ahora entiendo porque Sara tenia sus conjuntos especiales.

No iba a salir con esos zapatos, así que recuerdo que hay césped y un camino de empedrado para volver.

—Piensa en el césped como al terapéutico.

Asiento con ello y empiezo a caminar por ahí. Es extraño al principio, en especial con todas las cosas en mis manos y mi cabeza cubierta por una toalla, pero me las arreglo bien.

—¿Qué haces?

Es todo el aviso que recibo antes de soltar un grito por ser alzada en brazos. La toalla me cubre el rostro mientras entre telas y cabellos veo a Cooper sonriendo.

Mis pies están colocados sobre los de él y me aferro a su cuello cuando empieza a caminar.

—¡Espera, espera!

Se detiene, pero lo siento reírse por mi estado desastroso.

—¿Te llevo en brazos Martins?

—¿Puedes? —le reto.

El brillo en mi mirada me debía decir que era peligroso. Pese a la advertencia visual no me espere que sus manos fueran a mis piernas y me elevara. Mis ojos se desorbitaron y mis mejillas adquirieron color cuando en automático mis piernas envolvieron su cadera.

Quiero gritar que lo siento, que ha sido involuntario, pero Alan no le toma importancia y camina conmigo en brazos. Cierro los ojos sintiéndome entre extraña y avergonzada.

Las carpas de acampar no estaban sobre el suelo, su plataforma era de madera, creí que Alan me dejaría ahí para sentarme, pero no, él se sentó y dejó que yo quedara a horcadas de su cuerpo.

Con las cosas todavía en mis manos me quedo en silencio cuando siento sus manos subir y tomar las esquinas de la toalla. No me mira, esta enfocado en mi cabello y me guardo la sonrisa cuando empieza a secarme el cabello tranquilamente.

 

***

 

Me he dado cuenta que en la naturaleza no sobreviviría.

No me tachen de no conocedora o ignorante. Puedo serlo en muchas cosas, pero no era este el caso.

Ahora, en lo que he pecado es en la práctica.

Sé crear fuego, nunca lo he hecho.



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En el texto hay: secuela, secretos, reconquistar

Editado: 10.05.2022

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