Te reconquistaré

Epílogo "No solo palabras"

No solo palabras

 

Meses después

 

—¡Cariño! ¡Ya es tarde!

Corro de un lado para el otro y cuando de nuevo no encuentro mi moño para el cabello, sí aquel que solo llevaba de adorno en la muñeca, me agacho y al estar saliendo me golpeo el trasero con la silla.

Me quejo y me siento, en lo que me siento mi cabeza da contra la mesa y llevo mis manos a ella saliendo.

Alan lo intenta, pero falla y al escuchar varios sonidos de golpes, se ríe desde lejos y escucho que se acerca.

—¿Rompiste algo nuevo?

—No, unas neuronas más, unas menos ¿qué más da? —se ríe llegando y yo sonrío, pero luego niego —No te rías, sí me duele.  

—Déjame ver.

Sus manos me ayudan a levantarme y cuando estoy de pie me toma en brazos para llevarme hacia la cama.

—No estoy herida en ese sentido.

Su sonrisa ladeada asoma.

—Creí que te quejabas de no ser un príncipe azul, y ahora que lo soy te quejas. No te entiendo niña tonta —revisa mi cabeza y al final deja un beso en ella —No hay nada, venga, vamos.

De bajada en el auto veo a Aiden en el portabebés así que decido llevarlo en brazos. Y Alan me ayuda a cerrar la puerta cuando subo al auto. En el camino empiezo a conversar con el bebé y paso mi dedo suavemente por su naricita haciendo que ría.

¡Como lo amo!

Sonrío al oírle soltar una risita y un gritito.

—Si que sabes alborotarlo.

—Obviamente, es mi bebé —me jacto.

Nuestro destino era salir del pueblo, pero no pude evitar ver todos los lugares que hace años, aunque ya no estaban ahí, todavía en mi memoria seguían y seguirían. Claro, siempre que no me falle la memoria. 

Mi refugio, nuestras citas, conversaciones y momentos con mis amigos. Todo ello cruzaba por mis ojos mientras nos alejábamos. Incluso en la carretera, pude verme abrazada a Alan mientras gritaba por ese loco monstruo de dos ruedas. También me vi sentada en el suelo con él tomándome fotos, ¡incluso cuando le arrojé una manzana! Quise reír por ello y lo hice, Alan solo me miró curioso, pero no dijo nada.

La música nos rodeaba y ciertamente eso me ponía algo nostálgica.

Habían pasado tantas cosas, tantos momentos donde creí que solo lloraría, pero no fue así, no cuando tengo a un revoltoso en mis brazos sonriendo y a mi esposo tarareando una canción.

Esposo, sí, se sentía bien la palabra.

Para cuando el auto se detuvo y subimos con cuidado la leve empinadura, sentí los rayos del sol tocar levemente mi piel. Fue bueno que decidiéramos venir para el atardecer.

Me volteo para ver a Alan y le pido que me entregue a mi bebé.

¿Por qué lo tenía él? Bueno, era obvio que yo podría haberme matado en plena subida.

Pero mi esposo niega divertido y no cede, suelto un bufido y para cuando estamos frente al árbol, lo pone en mis brazos. Sonrío y me sonrojo cuando siento sus brazos rodearme la cintura mientras se coloca detrás de mí.

—Mira bebé —comienzo a hablar —Tu padre me trajo aquí cuando éramos jóvenes, bueno, aun lo somos, y espero nunca me digas vieja cuando te cuente la historia y seas un adolescente porque entonces tiraré de tus orejas con fuerza porque a una mujer nunca se le debe decir vieja y...

—Al punto, niña tonta.

Ruedo los ojos.

—Bien, como decía. Tu padre me trajo aquí, tal vez no sea nuestro lugar, pero es uno de los lugares que más significado tuvo en nuestras vidas. Algún día también encontraras a una niña que te amé. Aunque me pondré celosa porque no puedes amarla más que a mí ¿sí?

—¡Abigail! —se ríe Cooper —Eres terrible. No le hagas caso hijo, solo no salgas con la mala orientación de tu madre y estoy feliz.

Le saco la lengua y él me besa mi mejilla antes de acercarse al árbol y agacharse, me coloco a su lado y observo como despacio empieza a modificar nuestras iniciales.

A+A=A

Río ante su manera de explicar nuestra familia y cuando se levanta, besa suavemente la cabecita del bebé y luego la mía. Sonrío y lo beso rápidamente antes de voltearme y caminar hacia el auto.

De nuevo él se encarga del bebé y de mí para bajar, y cuando el auto arranca, regreso a ver antes de enfocarme en la carretera.

Sé siente extraño, mi estómago aprieta tanto por los nervios, pero mi dedo siendo tomado por una pequeña manito me vuelve a calmar. En sus ojos, unos que ya tienen color definido y ha dejado de ser grisáceo y ahora son azules, puedo vernos.

Él es fruto de nuestra historia.

En todos sus rasgos puedo vernos, puedo verme como adolescente enamorada y asustadiza, puedo verlo a él molestándome y siendo sarcástico, y finalmente, puedo vernos a los dos, llorando, amándonos y riendo.

Sonrío y antes de darme cuenta estoy llorando.

—¿Martins?

—¡Estoy muy feliz Alan!

Mi grito es dado con una sonrisa antes de ponerme a llorar y que él se ría.

—Oh, niña tonta.

—¡Alan!

Y aunque le regaño, también me río.

Una vez oí que tu primer amor no será el último, puede que muchos tengan ese caso. El mío no fue así, solo amé una vez, me entregué una vez, y no pude olvidarlo.

Alan fue mi amor adolescente, mi idilio. Una ilusión que me hizo muy feliz.

Y mientras me sonría de esa manera, actúe como solo él sabe hacerlo, no importa cuánto cambie, si tiene arrugas o si por mi maldición se queda calvo antes de los cincuenta, lo seguiré amando.

Porque, aunque nuestras decisiones no fueron las correctas muchas veces, no nos dejamos ir. No se quedó al otro lado del barranco, él vino por mí, y yo al ver eso, me armé de valor para darlo todo también.

Y si bien hace años en un momento de despecho dije que él prometió enamorarme y lo hizo, y yo también se lo prometí y no lo hice. Ahora entiendo por qué él dijo que perdería.



#3076 en Novela romántica
#947 en Chick lit

En el texto hay: secuela, secretos, reconquistar

Editado: 10.05.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.