Al llegar junio de 1989, casi un año después, Jeffrey se comprometió con Rosa. La joven licenciada logró conseguir la felicidad que tanto había deseado, pero que desgraciadamente, años atrás trataba de hallarla en la persona equivocada.
Jeffrey, quien ya era nombrado líder de proyecto en el laboratorio de propulsión a chorro, ganaba el triple que al principio. Con eso cubría gastos y pagaba la maestría de Rosa. Ella a su vez lo ayudaba ya que trabajaba en el jardín botánico de la ciudad.
En agosto de ese mismo año, Jeffrey y Rosa se casaron. Pasaron su luna de miel en las costas de Francia y al volver a Estados Unidos continuaron trabajando duro para prosperar como ambos anhelaban, Aproximadamente en octubre o noviembre, Rosa había quedado embarazada.
Era claro que en un principio los recién casados no estaban psicológicamente listos para ser padres, pero lucharían por salir adelante con su bebé.
Unos meses más tarde se reveló que aquella criatura en el vientre de Rosa era un varón. Jeffrey estaba entusiasmado y desde ya pensaba en el nombre para su primogénito.
La alegría desbordaba en todos los rincones de la casa, Jeffrey salía a trabajar mientras que Rosa se quedaba pues tenía miedo de salir por su embarazo. Como era primeriza no sabía muy bien cómo manejar la situación y muchas cosas eran nuevas para ella.
Una mañana, la futura mamá lavaba los platos cuando escuchó el timbre. Caminó hasta la puerta y escuchó a una mujer llamar a su esposo. Rosa fruncía el ceño preguntándose quien rayos era aquella mujer y por qué su afán en que Jeffrey abriera la puerta.
Desde el interior de la casa Rosa le habló — Who are you?
La mujer no decía nada y seguía tocando el timbre con afán, Rosa volvió a preguntar al asomarse por la ventana— Who are you?
La mujer era Diane, la exnovia de Jeffrey. Rosa se armó de valor, abrió la puerta y la miró con desconfianza — What do you want?
—Sorry, I think I made a mistake. Is this Jeffrey’s house? — Preguntó la mujer.
—Yeah! And you are… — Rosa quería saber quién era aquella extraña mujer en la puerta de su casa.
—Hi! I’m Diane. A Jeffrey’s old friend. And you? — Habló Diane descaradamente.
—I’m Jeffrey’s wife. Can I help you?
Cuando Rosa le dijo que la esposa de Jeff, Diane corrió bruscamente a su auto y se marchó del lugar. Horas más tarde Jeffrey regresó a casa y Rosa le contó lo que había ocurrido en la mañana de ese dia.
—Diane no es mi amiga, es mi exnovia de la secundaria ¿Qué demonios vino a buscar? — Jeffrey estaba realmente molesto.
—No dijo nada, le dije que yo era tu esposa y se marchó.
Jeffrey se acercó a Rosa y la abrazó diciéndole que no tenía de qué preocuparse, él hace mucho había dejado de quererla por una traición. Rosa comprendía aquello ya que ella también vivió lo mismo.
La joven le dijo a su esposo que si esa mujer volvía a molestar ella reaccionaria de la peor manera. No iba a permitir que los fantasmas del pasado llegaran para arruinar su felicidad.
Diane no volvió a aparecer en la vida de Jeffrey. A diferencia de Rafael, ella aceptó desde el principio que el ingeniero ya tenía una vida con alguien más y que una criatura venía en camino. Mientras que aquella mujer aceptó su realidad, en Colombia, Rafael al enterarse por medio de un excompañero de la universidad sobre el embarazo de Rosa, quiso morir. Pero, eso era algo que a Rosa no le importaba en lo absoluto, ya que ella pensaba en su felicidad y le daba lo mismo las decisiones que Rafael tomara con su vida.
Los meses corrían y el nacimiento del pequeño se acercaba. Jeffrey estaba nervioso y frecuentemente le pedía ayuda a su padre para manejar la situación. Por otro lado, Rosa ya se preparaba para la maternidad. Sabía que pronto debía poner en práctica lo aprendido en la universidad durante sus estudios de pregrado y en lo que estaba aprendiendo en la maestría. Sacarle provecho a la pedagogía a la hora de criar a un niño era pan comido para ella, Jeffrey, por el contrario, apenas lidiaba con maquinaria en el laboratorio. Asi seguía la rutina, el ingeniero salía a trabajar y la licenciada recibía sus clases y regresaba a casa a esperar por su esposo.
Al terminar diciembre los Jackman se reunieron como de costumbre y celebraron la llegada de los años 90. Grandes cosas vendrían ese nuevo año para la joven pareja.
En el trabajo, Jeffrey prosperaba y comenzaba a comprar cosas para la llegada de su pequeño hijo. Comenzó a desocupar uno de los cuartos para acondicionarlo como habitación para el bebé.
A mediados de 1990 nació Alexier en perfectas condiciones. Rosa no podía contener las lágrimas y Jeffrey por mucho que intentó ser fuerte se desmayó al ver el nacimiento de su pequeño.
Días después regresaron a casa. Noches tras noche sin dormir por el llanto del pequeño, Jeffrey estaba a punto de volverse loco y Rosa trataba de controlarse.
—Este es el costo de ser padres, pero será una gran aventura verlo crecer y educarlo bien. —Dijo la mujer.
—Creo que estoy pagando el sufrimiento que le causé a mi padre cuando era niño. Espero que no sea travieso. —Jeffrey sonreía mientras cargaba a la criatura.