Te regalo la luna y las estrellas

capitulo 9

Cuando Alexier cumplió veinte años compró una enorme casa al sur de la ciudad, estudiaba ingeniería aeroespacial y trabajaba con su padre. El joven decía que ya era hora de “dejar el nido” y para no estar solo se llevó a su hermana a vivir con él. Alexier decía que se haría cargo de Katrina para que sus padres no cargaran con toda esa responsabilidad. Además, cumplió con la promesa que una vez le hizo a su hermanita; visitar Colombia con frecuencia. Aunque, también recorrían el mundo ya que el joven ganaba bastante bien a tan poca edad.

Como sus hijos ya se habían mudado de casa, los cuartos que por muchos años ocuparon los hermanos Jackman quedaron vacíos. Asi que, Jeffrey los utilizó para crear una oficina bien equipada para él en lo que era el cuarto de Alexier, y el que era el cuarto de Katrina, lo acondicionó para hacerle una oficina a su esposa quien para ese entonces ya era profesora de español y literatura en una prestigiosa universidad de California.

Jeffrey y Rosa tendrían más tiempo para estar juntos. De vez en cuando visitaban a sus hijos para ver cómo estaban y con frecuencia viajaban a Colombia para pasar las vacaciones en la costa norte de ese país.

Una noche, la pareja se encontraba en una pequeña cabaña cerca del mar. Para pasar el rato decidieron dar un corto paseo tomados de la mano como solían hacerlo en las playas de California.

Rosa no dejaba de mirar la luna, la cual brillaba sobremanera. Sonreía y por momentos cerraba sus ojos para relajarse con el sonido de las olas. Jeffrey la observaba tan pacífica y tan hermosa como siempre.

—¿Qué te tiene tan feliz? —preguntó el astronauta.

Rosa suspiraba y sonreía tiernamente. Miraba a su esposo con un brillo en los ojos y respondió —Mira a tu alrededor y sabrás lo que me tiene tan feliz. Estamos caminando tomados de la mano, el agua toca nuestros pies y tenemos la playa solo para nosotros esta noche —Observó el cielo y luego dijo —¡Mira las estrellas! ¡Mira la luna! ¿Cómo no sentirme tan feliz por algo asi?

Jeffrey se detuvo y miró a una constelación en específico —Ahí está ¡Orión! Una de mis favoritas.

—De pequeña solía asociarla con un caballo, siempre salía al patio de mi casa para verla antes de dormir —comentó Rosa.

—También yo —decía Jeffrey mientras abrazaba a Rosa y suavemente susurraba al oído de su esposa —No tengo palabras para agradecerte toda la felicidad que me dado hasta hoy, no creo que mi vida alcance para darte las gracias por todo.

Rosa escuchaba cada palabra, su piel se erizaba al oír la voz de Jeffrey.

—Confieso que tuve miedo cuando te conocí, no quería enamorarme y no ser correspondido. Ahora mi mayor miedo es perderte alguna vez —decía el enamorado ingeniero.

—Eso no pasará, Jeff. Juré ante los ojos de Dios serte fiel y estar contigo hasta que la muerte nos separe ¿Recuerdas? Y aquí estamos, juntos. Nuestros hijos están grandes y hemos superado todas las adversidades por la que hemos pasado. Nada ni nadie me alejará de ti, solo la muerte.

Jeffrey cerró sus ojos y apretó a Rosa con sus brazos. A pesar de tener un poco más de veinte años casados, Jeff aun no podía creer en que aquella hermosa y tímida chica que conoció al girar la esquina hoy era su esposa. Para él era un sueño del cual nunca quería despertar.

Luego de observar el firmamento, Jeffrey y Rosa caminaron de regreso a la cabaña. La noche lentamente se hacía fría y no tenían chalecos para abrigarse.

Al dia siguiente, muy temprano, Jeffrey se encontraba en la terraza de la cabaña viendo el mar y a las personas llegar a la playa para pasar el dia lejos del estrés de la ciudad.

En ese momento se le ocurrió llevar a Rosa al gran cañón en cuanto regresaran a estados unidos. En ese lugar podía verse con claridad el cielo nocturno ya que no había tanta contaminación lumínica.

Sin duda a Rosa le parecería un buen plan, ella adoraba las noches estrelladas y la luna llena ¿Qué mejor detalle para llevarla a todos aquellos lugares en lo que se pudiera ver la bóveda celeste por las noches?

Al volver a Norteamérica Jeff llevó a su esposa a recorrer el gran cañón.  Todos esos mágicos momentos quedaban guardados en la memoria de Rosa. Cada vez que podían viajaban a lugares increíbles y con bellísimos paisajes hasta llegar a Canadá.

Pasaron una semana en el país vecino, el astronauta quería que su esposa conociera viera en vivo la Aurora Boreal. Rosa siempre había querido verla, pero ese era un sueño que hasta esa noche había podido realizar gracias a Jeffrey.

—Debe verse más hermosa desde arriba —dijo Rosa asombrada con la belleza de las luces del norte —¿No es así?

—Es igual, aunque me gusta más verla desde aquí —comentó Jeff —En la estación siempre me asomaba por la cúpula para observarla, pero no era tan mágico como verla en compañía de alguien a quien amas mucho.

—Eso fue muy tierno, Jeffrey.

Rosa y Jeff siguieron contemplando la Aurora por el resto de la noche. Días después regresaron a casa en donde sus hijos les dieron una cálida bienvenida.

Pasaron la navidad y año nuevo juntos como solían hacerlo todos los años. Solo podía sentirse buenas vibras en aquel hogar, amor, felicidad y prosperidad; esas eran las palabras que definían a los Jackman al interior de aquella casa.




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