Alguien tocó frenéticamente la puerta de mi habitación y dijo: —Abre, que soy yo.
—¿Adán? —dudé al reconocer su voz gruesa, me apoyé en mis codos.
—Obvio, quién más —bufó, fui a abrirle la puerta blanca y me regresé corriendo a mi cama.
—Me hubiera gustado que Chris Hemsworth —repliqué irónica a medio camino.
—Vamos a una fiesta de la UAM —declaró Adán González cuando entró a mi cueva. Me jaló los pies e intentó sacarme de mi cama en contra de mi voluntad, pero no lo logró.
Le tiré almohadas y suspiré derrotada. —Que lamentable que solo me visites para tomarme como compañera de fiestas, la que te cuida cuando te pones bien ebrio y evita que llames a tu ex a las dos de la madrugada.
—Alguien anda en sus días, ¿no es así? Eso es bueno, al menos no estás embarazada, la putería sí que es peligrosa —replicó sentándose en la orilla de mi cama, me senté e hice contacto con sus bonitos ojos casi negros.
Adán era un chico sumamente apuesto, con un cabello café lleno de rizos, parecía un modelo con su delgadez y altura ideal, y ni hablar de sus rasgos finos. Éramos muy buenos amigos y salíamos de vez en cuando, desde que fuimos asignados compañeros de pupitre al inicio de clases ese año en una clase general.
—Con costo y tengo sexo, o bien, tenía, ya terminé con mi fuente de placer —bufé sarcástica. Había pasado una semana desde que había discutido con Lenin, mi prima se lo hubiera tirado y mi polo opuesto declarara que me destruiría y así conseguiría enamorarme.
No había vuelto a hablar con Lenin y nos evitábamos mutuamente, Callie seguía sin hablarme y yo seguía ignorando al pobre de Zedler, porque no hay nada más que volviese loco a una persona, que alguien quien le ignore o le sea indiferente, ante su masoquismo natural de desear lo que no puede tener. El interés incrementa y buscará las maneras de conseguirme.
Al menos, lo haría desesperarse un poco. Quería que experimentara la fase inicial del enamoramiento, cuando no dejas de pensar en esa otra persona y anhelas verla lo más pronto, provocando reacciones físicas el día final. Entre ellas muestras de nerviosismo.
Desde entonces, los sietes días habían sido aburridos saliendo con un par de chicos en citas aburridas, tener que presentar exámenes y que mi trabajo de medio tiempo se volviera exigente ante la ronda de fama que había adquirido el lugar porque estaba ubicado al lado de un campo vacío que fue arrendado recientemente por unos juegos mecánicos, me apunté mentalmente ir con alguien algún día antes que se fueran.
—Entonces vamos a la fiesta para que consigas a una nueva fuente de sexo, y ya está —contestó Adán, se recostó en mi cama y enterró la mitad de la cara en la misma.
Consideré su oferta de ir a una fiesta, pensé en que debía alegrarme por un rato, y beber para olvidar. Un clásico.
Por lo que le tiré otra almohada y me levanté, a lo que él agregó: —Y claro que sos la mejor compañera de fiestas, te mantienes sobria la mayoría de las veces, así que, quién te manda a ser una aburrida.
—No soy una aburrida, me gusta bailar —protesté al estirar mis brazos. Vivir sola con mi prima me volvió más responsable, a pesar de solo ser mayor un par de meses, yo llevaba la cabeza la casa y a veces resultaba agotador, con las cuentas a pagar, mi trabajo de medio tiempo, mantener las apariencias en cada visita social y ni hablar el tener que mantener notas sobresalientes para que no me quitaran la beca mensual que recibía de parte de la universidad.
A pesar de ello, no me quejaba, y asumía el ser responsable con todo el gusto del mundo.
—Pero no te alocas con el alcohol, así que tendrás que vivir con las consecuencias de tus actos, y, agradece que te saco sin pensar en que quiero cogerte, y no es porque seas fea, pero ya sabes, prefiero a un buen chico de ojos negros y buen culo, vos sabes —contestó guiñándome un ojo y sonriendo con picardía.
—Vos y tu fetiche con los ojos oscuros —repliqué mientras me sacaba mi blusa y buscaba un vestido sensual en mi armario—. ¿Dónde dijiste que era la fiesta?
—¡Esa es mi Julissa! Perrísima y empoderada, ah, en la casa de la Madelin —respondió poniéndose de pie, pasó a mi lado y buscó conmigo en el desastre de ropa revuelta que era mi armario. Anoté en mi memoria que debía arreglar mi habitación al día siguiente.
—Ah, una popular de, ¿cuál universidad? —pregunté mientras me dirigía al baño.
—Te dije que la UAM —respondió dejando un vestido ceñido en mi cama, junto con un pantalón blanco y una blusa negra de manga larga.
—Ah, esa está plagada de niños ricos y fenómenos de las redes sociales —repliqué desde el baño, me lavé el cabello y procedí a usar la plancha.
Adán encendió la televisión y se puso a cambiar canales sin ver realmente. —Lo sé, pero las fiestas de los de la uam son asombrosas, van muchos de otras universidades.
—¿Cuántos números de niños de plata quieres apostar que recolectaré esta noche? —pregunté bromeando mientras me arreglaba el cabello.
—Cien córdobas a que diez números, exclusivamente de chicos guapos, y si hallas algún gay o bisexual, mejor, me lo das a mí —replicó con entusiasmo.
—Hecho.
—Y apúrate, que empezó hace una hora. —Se quejó Adán, le volví a ver y sonreí con picardía.
—Lo mejor siempre llega tarde, querido —repliqué volviendo a mi labor de embellecimiento.
Esa noche, me propuse olvidarme de todo.
Y sí que lo hice.
***
La fiesta era una locura total, realmente increíble por la buena música y el ambiente que rodeaba la casa. Y por supuesto que sería una fiesta fabulosa si era planeada por la mismísima Madelin Solorzano, una chica influencer que participó en concursos de belleza y estudiaba en la UAM, ella era una sensación entre los jóvenes, siendo odiada y amada por todos al mismo tiempo.
Julissa solo la conocía de las redes sociales y fotos, hasta ese día que llegó a su casa. A penas llegó, la rompe corazones entabló conversación con tres chicos que intentaron coquetearle y se veían interesantes, pero solo uno resultó siéndolo en verdad. Julissa se quedó hablando durante una hora y media con él en las escaleras, era un chico encantador, inteligente y bromista, a ella le resultó fácil hablarle y quedarle viendo directo a sus ojos color miel mientras él le hablaba de un libro que había leído y ella había visto la película, le contaba las diferencias y comentaron la película. Hasta ese momento, Julissa se había sentido estupenda, había encontrado a un chico único, de un espécimen casi extinto, esa especie llamada «chico guapo y con cerebro», él parecía no encajar en el ambiente fiestero y alocado, pero a la vez lo intentaba sin llegar a ser un asocial e inadaptado.
Ese chico de cabello oscuro y ojos miel, era la combinación perfecta que a Julissa la enloquecía.
Y crearon una burbuja de risas y palabras secretas en medio del caos a su alrededor.
Pero tan pronto como crearon tal espacio en las escaleras que daban a la sala, su momento fue interrumpido ante la llegada de la famosa Madelin.
—¡Dylan! Te he pasado buscando por todas partes, ¿por qué no estás a mi lado? —cuestionó la chica perfecta de cabello castaño oscuro y ojos verdes.
Julissa pensó en dos cosas a la vez: La primera, descubrió el nombre del chico y sintió una horrible desilusión porque ambos habían acordado en no decirse sus respectivos nombres y dejarle el resto al destino.
Lo segundo, que fue lo que más le hizo sentir mal por primera vez en su vida, se dio cuenta de la verdadera e increíble belleza de esa chica, comenzando por su perfecto cabello, su perfecto maquillaje, sus hermosos ojos, sus labios ideales y un cuerpo para envidiar. Julissa siempre se había sentido guapa, incluso la más bella de su universidad, pero en ese momento al ver a Madelin, se sintió la chica más fea en comparación por un momento.
—Me distraje con algo sumamente interesante, de hecho, por fin agradezco haber venido a una fiesta tuya —respondió el tal Dylan, le sonrió a Julissa y ésta quedó viendo con una confusión fingida a Madelin.
—Oh, vaya que estás bien acompañado... Tú te me haces conocida, ¿dónde estudias? —preguntó con amabilidad la chica de ojos verdes. Julissa notó el tono falso de su voz, incluso, era el mismo que ella llegaba a usar de vez en cuando, ese tono era capaz de engañar a cualquiera.
Incluso cuando Julissa descubrió la falsedad en esa chica, no dejó de pensar que era sumamente hermosa. Seguro a Dios, al hacerla se le había caído una montaña de «belleza» en el tazón.
Y ese sentimiento aumentó cuando vio a Lenin caminar hacia la chica perfecta y saludarla con cariño.
La conocía, habían hablado antes, era obvio por la forma en que ella posó su mano en el hombro de Lenin y se le pegó como un chicle, segundos después fue que él notó a Julissa y se le quedó viendo petrificado.
—Julissa... —susurró él, sin dejar de verla. Y cuando Lenin quedó viendo directamente a Julissa, al principio con sorpresa, luego con anhelo, Julissa se arrepintió por haber permitido a su mente pensar en que era fea al lado de Madelin.
La mirada enamorada que Lenin le dedicó le subió el ego y la autoestima que creyó perdida.
Madelin se percató del susurro del chico, un rastro de reconocimiento pasó por sus ojos y agregó con emoción: —¡Ay! ¡Ya sé quién eres! ¡No puedo creerlo! Ni más ni menos, la rompe corazones de la UNAN, Julissa Becker, ¿cómo no te pude reconocer antes? Te admiro, no sabes cuánto, ¿cómo le haces para enamorarlos y romperles el corazón aun con tu reputación? Increíble...
Dylan frunció el ceño y Julissa adivinó lo que pensó antes que él lo dejara salir de su boca como una pregunta: —¿Me ibas a enamorar y romper el corazón? ¿El «no digamos nuestros nombres» era un truco tuyo para incrementar el interés en mí?
—No lo puedo creer —murmuró un Lenin molesto.
—¿Ustedes se conocen? —le preguntó Madelin, con fingida inocencia.
—Eh, hola, Lenin, ¿qué tal la estás pasando sin mí? Mi prima me contó que aún no me superas —le saludó Julissa con una sonrisa cínica.
Antes que él pudiera replicarle, llegó un grupo de chicas guapas que se llevaron a Madelin del lugar con urgencia.
Por petición de ella, Lenin fue detrás suyo, y eso provocó el leve sentimiento de molestia en el pecho de la rompe corazones.
Dylan también se fue, enojado y sin dejar que Julissa le explicase las cosas, porque ella no insistió en hacerlo, porque ella no era así. Al quedar sola se propuso a cumplir su apuesta y lo logró con más facilidad de lo que pensó.
Al conseguir como quince números telefónicos de chicos estúpidos de otras universidades y un par que no había salido de la secundaria todavía, ella se aburrió y fue a buscar a su amigo para que la llevara de vuelta a su casa, pues sintió la noche estropeada desde que se encontró con Lenin.
Adán estaba bebiendo locamente y bailando sin medida, al menos él sí disfrutaba de la fiesta. Para cuando le insistió a Julissa que bebiera con él, ella pensó: «¿Por qué no?» y se dejó llevar.
Grave error.
Bebió tanto alcohol que ni sabía lo que hacía, pero se sentía feliz y nada más importaba. Tomó trago tras trago de lo que le daban la gente en la fiesta mientras bailaba.
Estando tan lejos de sí misma, un chico la acorraló e intentó besarla a la fuerza, pero ella se negó y se fue corriendo al patio, a pesar que nadie la estaba persiguiendo, siguió corriendo hasta que de pronto sintió al agua llenarla por completo.
Muchas cosas borrosas pasaron por su mente, que ni ella misma entendió, pero de pronto sus pulmones empezaron a arder y la piscina en la que había caído era muy profunda.
¿Ese sería su fin? Ni siquiera se estaba esforzando por salir de ahí, no estaba luchando por respirar, simplemente extendió sus manos y aceptó su destino.
Cuando sentía que se iba a desvanecer, alguien la tomó y sacó de la piscina. Ella se estremeció ante el frío de la noche y escupió toda el agua que había tragado, respiró hondo y quedó viendo a su salvador.
Un misterioso chico de ojos verdes y cabello castaño oscuro le salvó la vida, a pesar que andaba en pijama y ésta estaba empapada al completo. Julissa le escuchó decir: —¿Cómo te llamas? ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Con quién andas?
Ella estaba fuera de sí misma y solo fue capaz de pronunciar la palabra «Lenin» en un susurro cargado de dolor y lágrimas camufladas.
—¿Tu novio?
La mente de ella estaba tan nublada que no tuvo cuidado cuando vomito a un lado y sacó todo entre lágrimas que se camuflaron con el agua de la piscina.
El chico de ojos verdes suspiró derrotado, no tenía idea de qué hacer en esos casos, pero recordó la escena de un libro y sin pensarlo dos veces cargó a la chica desconocida en sus brazos y la llevó a su casa.
Agradeció la ausencia de sus padres y llevó a la chica inconsciente a una habitación de invitados, y el chico tuvo que pedirle a su nana que la secara y cambiara de ropa porque él era incapaz, aun así, no le importó la regañada de su nana por haber llevado a una chica inconsciente y desconocida a la casa. Le bastaba saber que había salvado una vida inocente de ahogarse en su piscina, y por primera vez agradeció de sufrir insomnio.
El chico desconocido de ojos verdes se fue a secar y cambiar de ropa, antes de volver a la habitación de invitados, se sentó al lado de la cama y quedó viendo a la chica que dormía plácidamente.
Era tremendamente hermosa, con facciones delicadas y un precioso cabello castaño claro que empezaba a secarse, de pestañas largas y cejas algo gruesas, él recordó haber visto directo a sus ojos avellanas y solo pudo cuestionarse quién era y cómo llegó hasta su piscina.
Luego se dispuso a suponer cosas, A) Provenía de la casa vecina donde había una gran fiesta, B) Es un espíritu del aire, C) Es un ángel caído del cielo a su piscina. (¿o un demonio?) El chico descartó las opciones B y C, al recordar que él la había visto corriendo en dirección opuesta a la casa donde se realizaba la fiesta. ¿Alguien la estaba siguiendo? ¿Cómo se llamará? El chico nunca la había visto en su universidad, seguro estará en otra… Las posibilidades eran amplias.
La idea de preguntarle a su vecina, Madelin, si la conocía quedó descartada inmediatamente ante su incapacidad por hablarle. Pensó que todo sería más fácil si tan solo…
Sumergido en sus pensamientos, se puso los audífonos y se recostó a la par de los pies de la chica, no era muy alta, su tamaño era promedio, por lo que no fue problema quedarse dormido con la música sonando en sus oídos y los pensamientos transformados en sueños dolorosos.