¡te veo! ¿me ves?

Donde están las voces...

¡deja de decir estupideces!, no hay nada aquí, no hay nada que ver. Lo veo, lo estoy viendo mamá.

¡paf!... cállate!, me tienes harta de estas mierdas tuyas.

Volvieron a apagar la luz del cuarto, simplemente alcance a darme la vuelta antes de que cerraran la puerta. Aún con los ojos abiertos y con la mirada puesta en la pared. Aquel peso en la orilla de la cama me hizo saber que no dormiría sola.

Ya era bastante frecuente aquella visita a la que no podía darle nombre o no me atrevía a pronunciar su nombre. El frío que no sostenía mi sabana por más gruesa que fuera me hacía saber que no se iría; a pesar de estar a más de 30 grados para mi las noches eran tan frías como una noche de invierno.

Otra vez ese peso, me empujó haciendo que me apartara de la orilla de la cama, aún cuando me resistía algunas veces, sin mencionar una sola palabra aquella presencia extraña me hacía saber que pasaría al otro lugar de la cama, justo donde mis ojos veían si no apartaba mi cuerpo. Aquellos dedos largos, fríos y filosos se paseaban por encima de mi cintura y un aliento aún más frío se posaba sobre mi espalda... si grataba de nuevo, mi madre me golpearía y si lloraba seguro sería peor, entonces, para que gritar, llorar era ya más deleite para aquello que me aprisionada al punto de sentir que mis pulmones explotaraban.

¿me ves?, esa frase otra vez, en un momento dando estaba dormida o talvez no del todo, mi cuerpo siempre aparecía sentado en la orilla de cama viendo pasar criaturas cuya oscuridad era peor que la misma noche. Otra vez desperté de golpe a la misma hora 3:14am, vaya castigo.

Aquella presencia extraña a la que nunca quise ver...

¡Te veo!... otra vez esa frase que no es frase, unas palabras que no entiendo pero que se, allí están otra vez, aún sin ver se que sonríe, se que me ve, ruego todas las noches no ver, no escuchar, no sentir... pero parece que solo la mitad de mi súplica llega al cielo.

Con miedo, a ver, siempre veo, siempre escucho, siempre siento... esas manos se pasan sobre mis ojos y aunque cerrados por miedo a ver más de lo que debería, esos ojos están allí de nuevo, están mirando, están sonriendo.

¡por favor!... aleja de mi este tormento, la verdad no se a quien suplico, si en realidad pudieras escuchar allá arriba, te suplico, aleja de mi todo esto. Pero como burla a ese pedido de auxilio, que solo mis pensamientos han podido pronunciar, aquello que temo ahora está sobre mi cabeza viendo con hostilidad aquel pedido absurdo. ¡aún te veo!

El sueño quizás pudo más que el miedo o el miedo hizo que dormir fuera más placentero. Amanecer cansada es uno de mis talentos más natos.

He soñado con mi infancia de nuevo, por lo menos esta vez fue solo un sueño.

Tengo que tomar el autobús, espero no haya muchas personas esta vez... bueno creo que prefiero más personas a que vaya sola en el.

-Buenos días-

-Buenos días, madruga de nuevo-

-No quisiera, pero no se vive de aire-

Allí va de nuevo, algo más que sólo pasajeros a subido al autobús, esta vez procuro no ver al portador de tan moustrosa carga y me dedico a ver el paisaje que me permiten disfrutar aquellas sombras en la carretera. Ah que mal día para ver por la ventana, allí hay otra sombra entre la hierva, esperando... La muerte es también aquello que logró ver de vez en cuando, de todos los seres es la más reservada y apartada, no toca, no habla, ni ve, ella solo se dirige a donde la han enviado, allí donde le esperan allí estará esperando.

Distinta para todos, aún cuando es la misma, no es la misma que espera llevarte en El último recorrido de esta vida.

¿Se puede huir?, claro que se puede, no todos quieren ser llevados por ella.

-Señorita, creo que hay un accidente allá delante, creo que llegaremos tarde-

-No está en la carretera, acaba de ser así que no hay tráfico todavía.

-¿como lo sabe?-

-Solo lo sé...- quisiera solo saberlo y no verlo, es más fácil si no ves como la muerte disfruta de cazar una alma que sabe que su nombre no está escrito allá arriba... ah! Esos perros, hacen tanto ruido en mis oídos cmo cadenas de un barco arrastradas en rieles...

¡quisiera no oír!




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