Te vi

2." Entonces, ¿así es cómo se siente ser un sirviente?"

Derek

Ante mi estaba la imagen más penosa de la historia de mi vida en un restaurante de lujo. Scarlett, mi ahora ex-novia, se encontraba arrodillada en el suelo mientras abrazaba mis piernas sin parar de llorar falsamente. Igual que su manera de quererme. ¿Por qué siempre me enamoraba de mujeres Barbies sin cerebro y con ambición de poder? Menos mal que solo llevaba tres meses con Scarlett, tres meses perdidos de mi cutre existencia. No podía negar que no era atractiva, tenía ojos azules y un precioso y largo cabello rubio más una figura espectacular. Por eso era modelo.

—Yo te quiero—gritó como una poseída.

Bufé molesto al ver que todos nos estaban mirando. De haberlo sabido, hubiera escogido otro escenario para romper la relación con esta sanguijuela chupa sangre.

—No Scarlett—negué con la cabeza y deshice su agarre. —No me quieres a mí, quieres a mi dinero y no te hagas la tonta negándolo. Adiós, esto ha acabado.

La dejé allí gritando como la loca que era y monté en mi BMW negro. Mientras conducía por las carreteras de Nueva York, me preguntaba que hice en mi otra vida como para tener tanta mala suerte en mi busca del amor. ¿Por qué no podía encontrar a una mujer bonita por fuera y por dentro que me quisiera por lo que era y no por lo que tenía? Me negaba a cerrarme al amor porque me parecía de estúpidos hacerlo. Mi apariencia parece la de un mujeriego arrogante y que sea presidente de la cadena de hoteles O’Donnell, no lo mejoraba. ¡No tenía ningún problema con las faldas! ¡Lo juro! La gente tiene que aprender a no juzgar un libro por su portada. Era todo lo contrario a mi hermano Harry, él sí que era un asqueroso mujeriego y la noticia de que se iba a casar dentro de poco me hizo sospechar de las verdaderas intenciones de mi hermano. ¡Ah! ¡Eso era otra cosa! ¿Por qué Harry, siendo como era, consiguió a una buena mujer para casarse y yo no? ¡Era injusto! Yo era romántico, caballero y ¡escuchaba a las mujeres! Y aun así, no conseguía al amor de mi vida. Solo se me acercaban víboras dispuestas a morderme para sacarme todo mi dinero. Tenía un imán para ellas.

Confirmado: alguien me había echado una maldición.

Llegué a casa y Perla, mi perrita Bull Dog, vino hacia mí moviendo su pequeña colita. Me encantaban los animales, siempre donaba grandes suma de dinero a diferentes protectoras para que no le faltasen de nada. ¡Y esto era otro punto a mi favor para las mujeres! ¿Y sabías qué? ¡No me comía un rosco! Esto era un puto asco.

Cogí a Perla en brazos y me la llevé conmigo al amplio salón que poseía. Ni siquiera sabía porque vivía en una casa tan grande si estaba solo, me gustaría compartirla con alguien que me quisiera de verdad pero a estas alturas, me parecía imposible. De pronto recibí un golpe en mi nuca y solté un chillido de dolor, Brenda me había dado una colleja y estaba tan pancha. Brenda se podía considerar como mi madre cuando estaba en Nueva York. Era una mujer afroamericana muy voluptuosa con enormes rizos negros en su cabellera, tenía muy mal genio y se ponía como una furia si dejaba migas en sus platos de comida. A veces dudaba quién era el jefe de la casa, si ella o yo.

—¿Por qué me has pegado?—me sobé la parte afectada. Un escozor leve y molesto se instaló en mí nuca e hice una mueca con mis labios.

—Porque te quedaste como un tonto mirando un punto fijo. Creía que te habías fumado un porro y estabas colocado—se encoge de hombros con simpleza. —Mi intención era decirte que tu madre estaba en el teléfono pero antes tenía que hacerte reaccionar—agitó el teléfono fijo en su mano delante de mi cara.

Me pasó el teléfono y me lo puse en mi oreja.

—¿Cuándo vas a venir?

Como siempre, mamá yendo al grano desde tiempos inmemorables.

—Mañana tengo el vuelo—respondí.

—No te olvides de llevarte el esmoquin para ir elegante a la boda de tu hermano—su recordatorio me hizo poner los ojos en blanco. Mamá debía dejar de ser tan “mamá” con sus dos hijos de veintisiete y veinticinco años. —Tu padre está muy ilusionado con que vengas, la prometida de Harry ha invitado a una amiga y ya ha empezado a “shispearos” sin ni siquiera conocerla aún. Tu padre nunca cambiará.

—Dile que deje de emparejarme con desconocidas—dije irritado. Papá tenía la manía de “shispearme” con todo ser viviente que calzara tacones y que no tuviera bigote. La última de sus locuras: emparejarme con la decoradora de casa e imaginar nuestra boda. ¡Y solo le dije hola y ella me sonrío como saludo!

—Créeme que se lo he dicho millones de veces pero desde que se metió al “fandom” de El corredor del laberinto y empezó a “shispear” a Tomás con Next como todas esas locas lectoras, no para.

Papá se había vuelto un lector fanático. Hasta decía cosas raras como “soy divergente y no puedo ser controlado” o “soy un sinsajo”.

—¿Cómo va la empresa hijo? —cambió de tema mamá.



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En el texto hay: humor, amor, millonario

Editado: 09.10.2018

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