¿te volveré a ver alguna vez? (#3 Argentinas)

CAPÍTULO 3

Y el destino sí que mueve sus hilos. Vicky preparó su bolso, el mismo con el que partió cuando se separó de Pablo. Solo unas cuantas cosas estaban dentro de él. Tenía fe en que Pablo aún conservara sus cosas, la gran mayoría de ellas habían quedado con él.

Su corazón latía a mil por hora. Estaba nerviosa y anhelante. Durante todo el tiempo que estuvo lejos, su amor por Pablo no disminuyó ni un ápice. Más bien creció aún más acaso si eso era posible.

Se vistió con un lindo vestido. Aquel que él le regaló para su cumpleaños n°25. Se maquilló suavemente, quería verse natural, que la recordara tan bella como siempre le hacía sentir.

Salió de aquel lugar al que no podía llamar casa, ni mucho menos hogar, no si no estaba él, y se dispuso a partir al aeropuerto dejando atrás todo aquel tiempo de soledad y angustia, de desasosiego y desesperanza.

Todo en Vicky cambió. Era como si el velo que le impedía ver las cosas con claridad se hubiera deslizado súbitamente y ahora se mostraba ante ella un mar de posibilidades para ser feliz junto al hombre que amaba.

Su rostro denotaba felicidad. Estaba dispuesta a todo por recuperar aquello que había perdido. Aquello que ella misma había arruinado. Esta vez todo sería distinto. Ya no más desconfianza, ya no más inseguridades.

Si Pablo le dijera una vez más que la amaba, ella le creería, ¡por Dios que le creería!

Cogió un taxi sin haber hecho ninguna reserva de vuelo, ni de hotel, ni nada. Confiaba en que si el destino era misericordioso con ella, allanaría cualquier obstáculo y le permitiría volver al lado de su Pablo.

El tiempo corría y el aeropuerto ya se vislumbraba a lo lejos. Podía oír el rugido de los aviones al despegar y también verlos acariciar tierra. Ya podía imaginarse dentro de uno, ansiosa por llegar pronto a su lugar, ese que nunca debió dejar, porque aún estaba vacío ¿cierto?

Ya no había tiempo para dudas. Si su lugar ya lo ocupaba otra, al menos esta vez se iría con la cabeza en alto sabiendo que jugó su última ficha. Pero algo le decía que aún estaba ahí. Aún estaba reservado para ella aquel lugar especial en el corazón de Pablo.

 

Por fin estaba allí.

Sacó dinero para pagar el taxi. Se bajó con rapidez con su bolso en una de sus manos y con el corazón en la otra. Tiritaba de nervios. Cada minuto que pasaba era uno menos para reencontrarse con Pablo. Y aunque estaba clara que el destino estaba moviendo los hilos a su favor, nunca se imaginó cuánto.

 

************

Pablo había reservado su vuelo con días de anticipación. A diferencia de Vicky, él llevaba consigo dos enormes maletas. Y no era que estaba dispuesto buscar a Vicky y al mismo tiempo disfrutar de agradables vacaciones. En esas maletas estaba toda su vida y también la que ella había dejado atrás.

Aquel lugar que había compartido con Vicky ya no estaba. Había vendido todo aquello que lo ataba a ese lugar del cual ella nunca se sintió parte. Estaba dispuesto a empezar de cero con ella, darle un lugar en el cual ella se sintiera parte imprescindible, un lugar al que amara y que llevara el sello de …… “nuestro”.

Se sentía renovado, fresco, vivo. Jamás se había sentido así. Era un hombre con una misión. Recuperar a la mujer que amaba. A su mujer. A Vicky.

Había dejado todo atrás y estaba decidido a vivir la vida tal y como ella quería vivirla, no porque careciera de propósito alguno, más bien porque su vida era ella y si ella era feliz, él también lo sería, porque así es el amor, el verdadero amor, y él amaba a su Vicky.

 

El vuelo se le hizo eterno. No pudo pegar un ojo durante todo el trayecto, pero se sentía feliz. Al fin, después de tanto tiempo en la incertidumbre de no saber si la volvería a ver, ahora la oportunidad estaba a tan solo unos instantes.

Fue el primero en bajar del avión y el primero en llegar a la cinta en donde se recogen las maletas. Tomó las suyas y realizó los trámites de rigor para salir de allí. Caminó por los anchos pasillos del aeropuerto con su piel exudando ansiedad. Deseaba encontrarla pronto. Por su mente se deslizaban imágenes de cada uno de los momentos que compartieron juntos. Le parecían tan vívidos que incluso podía jurar que escuchaba su voz y sentía su aroma, ese tan único de ella.

¿Podía un recuerdo así ser tan real?

De repente giró su cabeza hacia donde oía aquella mágica voz sin ver a ciencia cierta de dónde provenía, y como si Ulises se hubiera dejado arrastrar por el canto de las sirenas, él mismo se vio acercándose a la mujer que en ese momento exigía dulce pero firmemente un ticket de avión para el próximo vuelo.

Pablo no podía creer lo que veían sus ojos. ¿Su sirena estaba allí delante de sus ojos o era simplemente que su deseo ardiente de verla le estaba nublando el juicio y ya se la estaba imaginando en el rostro de cada mujer que veía?

Cuando ella vio que sería imposible encontrar un ticket para el próximo vuelo, se dio por vencida y se giró para retirarse del lugar.

Fue entonces que ambas miradas se cruzaron y sintieron una oleada de escepticismo. ¿Era posible que ambos estuvieran allí en ese momento? ¿Era posible que aquella no fuera una visión sino una realidad, aquella que ambos estaban deseando con locura?



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En el texto hay: reencuentro, amor, dudas

Editado: 25.04.2021

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