Jeongin guardaba en una bolsa ropa y zapatos, un poco nervioso escuchando a su esposo hablar por teléfono en el balcón metió sus cosas en su mochila con rapidez aprovechando que él estaba distraído. Se miró al espejo y vio que su frente estaba con una mancha verde, si no llegaba a cubrir esa macha, sus planes de ese día se arruinarían y no podía permitirlo.
—¡Ya me voy Seonghwa! —se colgó su mochila en la espalda.
—¿A dónde vas? —dijo dejando el teléfono a un lado y mientras entraba a la habitación.
—Al salón de belleza.
—Espera ¡Jeongin!
Sin responderle, el menor salió casi corriendo de su casa y comenzó a caminar por las calles de Seúl, dirigiéndose al salón de belleza de un buen amigo que tenía, Lim Jaebeom.
Entró al salón de belleza, con un aire resplandeciente y alegre, robándose la mirada y la atención de algunas chicas y chicos, aunque solo vistiera un buso plomo, grande y holgado, su sonrisa era lo que más lo caracterizaba, porque esa curvatura en su rostro era verdaderamente hermosa, era muy contagiosa y normalmente a cualquier lugar donde iba, se volvía un lugar lleno de luz.
Nadie pensaría que detrás de esa sonrisa radiante se encontraba una profunda tristeza.
—Buenos días Seulgi —dijo sonriente el pelinegro.
—¡Innie! No sabía que vendrías hoy.
—Ni yo sabia que vendría, pero aquí me vez —sonrió sentándose en una de las sillas— ¿Puedes cortarme un poquito el cabello y echarme un poco de base a la frente?
—¡Jeongin! —gritó escandalizada al ver un enorme moretón verde en su frente.
—Shhh, solo maquíllame ¿Sí?
—¿Qué pasó? —Apareció Jaebeom al escuchar tremendo grito.
—Nada, ya sabes como es Seulgi de escandalosa.
Jaebeom miró con detenimiento a Jeongin y se fijo en aquella mancha verde en su frente, no pudo evitar fruncir el ceño y acercarse un poco más, pero el menor lo detuvo con una mano y sonrió.
—Ya sabes como soy, me choqué con una puerta, en fin, Seulgi maquíllame, por favor.
La castaña suspiró y miró de reojo a Jaebeom , quien negó con suavidad ordenándole con la mirada que hiciera lo que el menor pidió, sin ninguna otra palabra, Seulgi comenzó a maquillar delicadamente el rostro de Jeongin, mientras que él se aguantaba las ganas de pedirle que se detuviera.
Unos minutos después, cuando ya estaba listo, fue directo al baño y se cambió de ropa, se puso un pantalón negro con una camisa celeste y unos zapatos de vestir, guardó toda su ropa en su mochila y salió.
—Jaebeom ¿Acaso ese chico no tenía otra ropa? —preguntó un pecoso mientras veía a Jaebeom.
—Si, pero su marido no deja que se vista con otra clase de ropa que no sea grande y holgada.
—¿De verd-
Su pequeña conversación se vio interrumpida por el menor.
—Me voy Jaebeom, nos vemos más tarde —besó su mejilla y se acercó a Seulgi haciendo lo mismo— Cuídense ¡Que hoy tengan muchos clientes!
Sonrió alegremente y salió del lugar dirigiéndose a un restaurante, el cual era realmente lujoso, si lograba lo que quería, podría empezar de nuevo, podría salir adelante solo y sin la ayuda de Seonghwa.
—Buenos días —le habló a la encargada una vez que entró al restaurante —Vengo por el trabajo de recepcionista.
La mujer lo miró de arriba abajo y sonrió.
—Eres joven, tienes buena presencia, justo lo que necesitamos.
—¿Entonces si me da el trabajo?
—No estoy segura, ya que normalmente pedimos un curriculum.
—¿Curriculum?
—Si, con un anexo de todos tus trabajos anteriores y recomendaciones.
—¿Es necesario? Si solo voy a pararme detrás de un mostrador, nada del otro mundo —sonrió e intento demostrarlo, pero chocó con uno de los meseros haciendo caer un plato.
—Nosotros te llamamos, no te preocupes.
La cara de aquella mujer era el indicador perfecto para demostrar que lo había arruinado y que ese trabajo estaba totalmente descartado, por tercera vez había fallado.
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Jeongin entró desanimado al salón de belleza, ya eran las 6 de la tarde, había buscado durante todo el día un trabajo, pero todos respondían con un estúpido “Nosotros te llamamos”, él sabia perfectamente que esas palabras eran un claro “No”.
—¿Por qué tan desanimado, Innie?
—No conseguí trabajo en ninguna parte, odio esto —dijo mientras se quitaba su ropa y sacaba de su mochila su buso.
—Yo digo que, en vez de cambiarte de ropa, te cambies de marido.
—Si fuera tan fácil ya lo hubiera hecho hace tiempo, créeme.
—Innie, no puedes vivir así, cambiándote de ropa a cada rato.
—Pero eso ya no será por mucho tiempo.
—¿Eh?
—Estoy buscando trabajo —sonrió— Si quiero dejar a Seonghwa, debo buscar con que mantenerme.
Jaebeom iba a responder, pero el celular de Jeongin comenzó a sonar y aunque el menor no contestó, el teléfono seguía y seguía sonando, poco a poco el pelinegro comenzó a tensarse, y guardo sus cosas con mucha rapidez.
—Nos vemos, Jay.
—Innie espera —lo detuvo antes que salga del local— Hablaré con alguno de mis clientes, para ver si alguno tiene alguna vacante.
—¿De verdad?
—Si Jeongin, claro.
La sonrisa que se formo en su rostro fue una llena de emoción y lo abrazó con fuerza, besando su mejilla en repetidas ocasiones, pero al momento de separarse, sintió un mareo que lo hizo tambalear.
—Hey ¿Estas bien?
—Si, se me nubló la vista, no importa, nos vemos —salió disparado del salón de belleza.
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Jeongin entró a su casa lleno de temor, no había ruido en la sala, ni en la cocina, por lo que dedujo que su esposo se encontraba en la habitación, tenía que ser más precavido si quería evitar que ocurriera lo mismo de siempre.
Editado: 11.01.2024