Han pasado tres semanas desde esa segunda cita con su psicólogo. Él había dicho que mantendría una distancia con Lizbeth, pero cuando fue al hospital el día que Christian iba a salir, cambió de opinión. Sabía que si no dejaba que la chica se le acercara, los ataques de pánico continuarían. En el hospital una chica se le había acercado y por suerte, Liz estaba allí y pensó sostener su mano.
Christian había sido trasladado a su casa ya que ahora no estaba trabajando como guardaespaldas de Lizbeth. En la situación en que se encontraba, no era capaz de proteger a la chica. Era incapaz de todo, eso pensaba, ya que a partir de ahora en el espejo vería a un hombre sentado en una silla de ruedas. Aquellas balas habían llevado con ellas las ganas de vivir.
La Navidad había pasado y por primera vez Christian sentía tristeza, ira, porque no podía ponerse de pie y, ya no trabajaba como guardaespaldas de su pequeña. Ahora no habría ningún motivo para estar cerca de ella. Tampoco podía pensar una excusa para ir en la mansión Heat a verla, aunque fuera un poquito. Hace tres semanas que no veía esos hermosos ojos, y ya la echaba de menos.
Lizbeth sentía lo mismo. Echaba de menos la compañía de su escolta, su protección, pero también la ternura que a veces le daba. Christian no se había divertido estando con su familia en la fiesta de Navidad, y Lizbeth no parecía feliz. Esa tarde, todos se reunieron en la mansión Heat para comer, pero el pensamiento de la chica estaba en otra parte. Por un lado pensaba en Christian, y por el otro, el hermano de Erika. Cuando le preguntó por él, Erika le había dicho que no iba a poder asistir por el hecho de que su hija dormía y no quería despertarla. Liz estaba segura que había mentido. Y si fuera verdad, ¿no podía venir más tarde cuando la pequeña se despertaría para desearles? No quería estar cerca de ella, la evitaba.
Tenía la esperanza de que vendría el año nuevo. Es lo que deseaba.
Erika la volvió a la realidad. Se levantó bruscamente al escuchar su nombre.
“Lizbeth, ¿Dónde viaja tu mente?” Preguntó con una mirada significativa.
“En ninguna parte.” Respondió secamente. ¿Decirle qué, que su mente rodeaba a su hermano?
Ahora que lo pienso, no sé el nombre de Freezer, pensó Lizbeth.
“¿Puedo preguntarte algo?” Pregunto a Erika y al asentir, ella continuó: “¿Cómo se llama tu hermano?”
Sus mejillas se tornaron rojas debido a la cara sorprendida de Erika. Con esta pregunta ella había revelado porque razón se perdió en sus pensamientos. En el rostro de Erika se dibujó una sonrisa tenue.
“Así que por mi hermano te perdiste en tu mundo.” Susurró, viendo a su esposo bajar las escaleras. “Es mejor cambiar de tema.” Dijo e inmediatamente Liz se dio cuenta que Ares se acercaba.
“¿Quiénes vendrán a la cena?” Trato de cambiar tema de la conversación, sin mostrar interés en la respuesta.
Erika ahogó una risa cuando se dio cuenta que Lizbeth había empezado a preguntar sobre la cena de esta noche solo para saber si Nicholas vendría.
“Los parientes cercanos de mi familia pero también de Ares.” Dijo el momento en que él paró a su lado.
“Conocerás a tus primos, a quienes no conociste porque estudiabas en Inglaterra.” Hablo Ares y a continuación dio un suave beso a los labios de su esposa.
Liz se alejó de la pareja cuando comenzaron a besarse. Probablemente querían quedar solos un tiempo, como ella. De repente se le ocurrió una idea. Bajaría al sótano de la casa. Era su oportunidad de saber más sobre sus padres, sobre el colgante de su madre que Lizbeth ahora estaba llevando.
Nadie se daría cuenta que faltaba porque todos estarían ocupados con los preparativos de la cena.
Llegó frente a la puerta del sótano y noto que estaba medio abierta. Cuando ella salió la había cerrado. Eso quería decir que alguien entro después de Liz. Esperaba que no hubiera nadie en este momento. Empujó la puerta y najo los primeros dos escalones. Encendió las luces y luego bajó los otros. Esta vez no notó nada extraño, todo estaba perfectamente ordenado en su lugar. Se acercó a la biblioteca, de donde escuchó el ruido la vez anterior que había venido al sótano. Se fijó en los libros porque estaba segura de que detrás de la biblioteca había un cuarto secreto. Nunca pensaría algo así si no hubiera visto una película donde el protagonista se escondía en un lugar como este para que la policía no lo encontrara.
Ahí donde tocaba los libros, accidentalmente tiró uno de ellos al piso. Blanqueo los ojos cuando en el fondo de los muebles notó un botón negro, con el mismo color del libro que había tirado al suelo. Curiosa por saber que se escondía detrás de la biblioteca, presionó el botón y un sonido distintivo se escuchó. El mueble se movió hacia la derecha y una habitación luminosa apareció frente a sus ojos. Entró y se acercó al escritorio que había en el rincón. Sobre la superficie se encontraba una nota, pero eso no era lo que la sorprendió o el contenido que aún no había leído, sino la letra. Era de su madre. Segundo dato de que su madre estaba viva. Tomó la nota en sus manos y comenzó a leerla con atención.