“¡Santo Dios!” Gritó desesperadamente, corriendo hacia el atado y herido Christian. Guardó el arma nuevamente en su chaqueta y, tras de haberse parado frente a él, desató las cuerdas dejando libre sus muñecas marcadas.
Christian abrió los parpados y, exhausto susurró: “Liz…”
“¿Se la llevó, verdad?” Le preguntó alterado.
“¿Sabes de él? ¿Pero cómo?” Christian estaba confundido.
“Eso no importa ahora.” Respondió nervioso. ¿Por qué tenía que abrir la boca de nuevo? “¿Te dijo algo sobre a dónde van?”
“Nicholas, Lizbeth aceptó el trato. Se irá con él, si aún no lo ha hecho.” Tomó una respiración profunda. Él tenía la culpa. Si no estuviera discapacitado, podría proteger a la chica y ahora no estaría en peligro. Todo sería muy diferente.
“¡Maldita sea, no!” Comenzó a caminar de aquí para allí frente a Christian, y él lo miraba abstraído.
Nicholas ni siquiera es su guardaespaldas para que se interese por ella, solamente eran dos conocidos. El interés que mostraba hacia su Lizbeth lo enfurecía. La chica llamaba la atención de muchos hombres sin que ella lo quisiera.
“No debería haber ocurrido. Por esa razón se peleó con su hermano y se fue.” Hablaba en voz baja hasta que la voz de Christian lo hizo darse cuenta que una vez más estaba diciendo cosas que no debía.
“¿Qué pasó? ¿Por qué se fue?” Nick quedó inmóvil con la mirada puesta en Christian, quien sospechaba algo.
“Nada.” Respondió seriamente. Christian no tenía por qué saber sobre el beso que dieron Lizbeth y él.
No habló. Prefirió mantener la boca cerrada porque lo maldeciría si sucedió eso lo que imaginaba.
Nicholas no tiene el derecho de besarla, ni tocarla. Dijo por sus adentros.
“¿Cómo vamos a encontrar a Lizbeth ahora? Seguramente han viajado en avión privado.” Se pasó la mano por el pelo.
“Necesitamos saber en qué lugar está el cuartel del mafioso, porque definitivamente tendrá uno.” Habló Christian.
Nicholas recordó. Por supuesto, Mariano tenía un cuarte y se encontraba en Florida. Es imposible que la ciudad haya cambiado. Es difícil mover armas y…mujeres.
“Lo buscaré yo.” Dijo y Christian le dio una mirada que asesinaba.
¿Por qué quiere tanto involucrarse en los asuntos de Lizbeth? Pensó Christian.
Estaba pensando en decirle que iba a buscar él, pero no tenía el derecho a implicarse en la vida de la chica, pero tampoco Nicholas, ya que no era nada de Liz, solo se conocieron en la calle por casualidad.
El celular de Freezer sonó. Tomó el teléfono en las manos y miró la pantalla. Número desconocido. No solía responder a tales llamadas, pero esta vez lo haría. Podría ser Mariano al saber el número de teléfono de Nick.
Respondió a la llamada y un ruido salió del altavoz. Como si alguien estuviera gimiendo. Tragó con dificultad. Esperaba que no fuera lo que estaba pensando, de lo contrario lo mataría con sus propias manos.
“¡Si, bebé!” Gritó, sin aliento, mientras la chica desnuda sobre él movía sus caderas con lágrimas en los ojos.
Nicholas se quedó paralizado. Constantemente en su mente rodeaba la figura de Lizbeth. ¿Era posible haberla obligado a tener sexo con él?
“¡Ah!” Exclamó el mafioso dando dos golpes a las nalgas de la joven. “Que buena es en la cama, amigo mío.” Dijo riendo.
“Te mataré si…” Quiso decir, pero Mariano lo interrumpió soltando una risa.
“Me pertenece a mi ahora. Nicholas, olvídate de ella.” Soltó y luego presiono el botón rojo para finalizar la llamada.
Forzando a la mujer salir de su cuerpo, la empujó. Ella cayó a un lado y quedo mirándolo sorprendida. Mariano se levantó de la cama sin sentir la menor vergüenza por estar desnudo frente de una mujer. Puso su bóxer negro que se hallaba en el suelo y luego dio la vuelta, encontrando a la chica muy cerca de él.
“¿Por qué no me dejas en paz? Tienes a la chica.” Habló ella, teniendo una mirada melancólica.
“Porque juré que lo haría pagar. Los que abandonen la mafia terminan muertos, él será torturado.” En su rostro apareció una sonrisa maliciosa.