“Eres la mujer que lo lastimó.” Dijo mirando a Eva con una mirada asesina. “¡Te mataré!” Gritó y dio un paso amenazador hacia adelante, pero Mariano la agarró del brazo.
“No harás nada. Lizbeth, ve a tu cuarto.” Presionaba sus dientes mientras le hablaba, y Eva se dio cuenta de que si la chica no cumplía sus órdenes, pronto él perdería el control y estallaría sobre ella.
“Niña tienes que obedecerle, por favor.” Habló la mujer y Liz frunció el ceño.
“No me diriges la palabra, eres una mujer malvada que solamente buscaba una víctima para divertirse con él. ¿No pensaste en Alina?” Lagrimas rodaron por sus mejillas haciendo al mafioso soltar su mano.
“¿Conoces a mi hija?” Preguntó ella y la chica rubia solo asintió. “¿Pero cómo?” Continuó, pero Mariano no dejó a Liz responder.
“¡Suficiente!” Se inclinó frente a Lizbeth y con una mano la puso sobre su hombro.
“¡Suéltame loco!” Golpeaba su espalda con frenesí, pero lo único que escuchaba era su risa.
Antes de salir de la habitación de Eva, se detuvo y, sin volver a mirarla, le dijo con un tono de voz serio: “Nosotros hablaremos después.”
Cuando salió al pasillo, la mujer cerró la puerta. Se acercó a la cama doble y se sentó. Liz conocía a su, tenía que encontrar una manera de preguntarle más. Pero, primero era necesario explicarle los motivos del porque engañó a su marido y abandonó a Alina.
Todavía lo amaba. Ansiaba tanto sus tiernos besos, sus caricias suaves que le causaban escalofríos por todo el cuerpo. Suspiró y se tumbó sobre mantas de seda. Cerrando los parpados, se hundió en un profundo sueño lleno de recuerdos del pasado.
Mientras que ella se encontraba en su habitación, Mariano estaba con Lizbeth en la recamara. La chica estaba sentada en el sofá mirando a su enemigo con una mirada asesina, porque eso era el mafioso para ella, un enemigo.
“¿Por qué no me dijiste que tienes una mujer y que ella es la esposa de Nicholas?” Hizo la pregunta y Mariano se quedó quieto, con la espalda apoyada en la puerta. Pensaba muchas cosas, ignorando la presencia de su alma.
Comenzó a recordar su adolescencia cuando el padre de Lizbeth perdió toda su fortuna en el casino y se dirigió a él para pedirle ayuda. ¿Quién da a su hija a un desconocido a cambio de una gran cantidad de dinero? Sólo él era capaz, y Fredek Ivanov también. El peor enemigo de Mariano. Ese hombre había llegado a un acuerdo con el señor Ritsi, su padre, porque quería fortalecer el imperio de la mafia italiana y el rey de la mafia rusa quería cumplir los absurdos deseos de su hijo mayor. ¿Qué mejor oportunidad que esa? La familia Ritsi se hizo más fuerte y la familia Ivanov obtuvo a la hermana de Mariano, Alessia Ritsi.
La voz chillona de Liz lo sacó de sus pensamientos.
“Te pregunté algo.” Dijo entre dientes.
“¿Y tú no entiendes que no quiero contestarte?” Habló cansado. Después de todo lo que recordó, tenía mal humor.
Han pasado tantos años desde que vio a su hermana.
Lizbeth no respondió, y en su rostro apareció el desconcierto en el momento en que noto una lagrima escapar de su ojo. Lo odiaba, pero eso no era suficiente para no mostrar interés en este instante.
“¿Y ahora que te sucedió? ¿Acaso eres cuatro bipolar?” Preguntó, y Mariano alzando una ceja se echó a reír.
“¿Qué soy?”
“Eso. Cuatro bipolar. Estas rodeado de miles de sentimientos al mismo tiempo sin tener el control de ellos. Primero te ríes, luego te enojas. Por un instante sientes tristeza, pero luego empiezas a tener pensamientos perversos.” Le explicó.
“¿Yo soy todo eso?” pronunció, esta vez en tono serio. Tras de caminar hacia el sofá, se sentó a su lado. Ella se movió, alejándose un poco. “¿No crees que me juzgas fácilmente?” Continuó deslizando su cuerpo junto a ella. No había más espacio para alejarse, por eso la chica trató de ponerse de pie, pero Mariano se lo prohibió.
“No te responderé a eso.” Dijo nerviosa. ¿Por qué la estaba mirando tan intensamente?
“Bien, entonces, te dejaré descansar.” Se levantó y se acercó a la puerta, pero la voz de chica lo detuvo en el momento en que su mano tocó el pómulo.
“¿Puedo hablar con mi familia?” Le preguntó sintiendo miedo por su reacción.
Permaneció inmóvil y todo lo que hizo fue negar con la cabeza. La chica resopló y bajó la mirada. Tenía que intentarlo de nuevo.