Ha pasado un mes desde que se cancelaron los contratos, sin embargo, Lizbeth seguía teniendo pesadillas de imagines borrosas que aún no podía entender. Pesadillas que la despertaban en la noche, como entonces que veía al mafioso en su sueño agarrándola. Quería saber que fotos eran lo que estaba viendo. Posiblemente algo pudo haber ocurrido mientras estaba en Italia y no recordaba nada.
No se perdonaría a si misma sí dejó a Mariano Ritsi tocarla. Lo mataría con sus propias manos si lo hubiera hecho. Esto solo lo sabría si ella hiciera un gran esfuerzo para recordar las pesadillas que durante tres semanas estaba viendo cuando cerraba los parpados.
Se levantó de la cama, haciendo a un lado las mantas. En el momento en que estaba lista para entrar al baño de su habitación, se escuchó un sonido distintivo en toda la habitación. La chica se sorprendió porque no esperaba que nadie estuviera despertó a estas horas. Ella solamente se obligó a despertarse porque simplemente no podía cerrar un ojo. Desde el momento en que las imágenes borrosas y distantes penetraron su mente, sería difícil volver a dormir. Al menos no tan calmada y mirando sueños hermosos como hace unas horas. Este fue siempre el caso. Pesadillas que la aterrorizaban en la noche, donde el propio demonio era el protagonista. Mariano aparecía en sus sueños para recordarle que él estaba en su vida. Aunque Liz no lo veía con claridad, podía darse cuenta por sus rasgos que, probablemente, era él.
El sonido sonó de nuevo y se encontró, en ese momento, llorando con sollozos. ¿Qué le estaba pasando? Desde que regresó de Italia, lo único que hacía era llorar. Esta no era la Lizbeth que conocía, la fuerte señorita Heat, había cambiado. Él la ha cambiado. Ahora lo entendía todo. El mafioso italiano le había dicho: Nada cambia la destrucción que causé en vuestra familia. ¿Hablaba de ella? ¿La ha destruido? Si, lo hizo, cuando apareció por primera vez hace muchos años ante ella.
La puerta se abrió y Aris entro en la habitación con una mirada preocupada.
“Liz, ¿qué te sucede?” Preguntó. Tras de pararse frente a su hermana, colocó las palmas de sus manos en cada mejilla y le acarició la piel.
“Aris, no puedo más.” Dijo en voz baja y, en ese momento, fue cuando alguien más había entrado en la habitación.
Liz fijó su mirada en ese punto donde Nick vino. Sus ojos se encontraron y, durante unos segundos, que les parecieron siglos, se perdieron en un mundo donde solo estaban los dos. El guardaespaldas de la chica entró completamente en su habitación y bajó ña mirada con timidez. Aunque la protegía de cualquier peligro posible desde hace un mes, seguía sintiéndose incomodo teniendo a Lizbeth cerca de él. Todavía no podía acostumbrarse a estar cerca de una mujer, por mucho tiempo trataba de olvidar su ex esposa. Si, ahora no unía nada a Nick con la amante del otro hombre. Hace dos semanas se divorciaron después de que Eva aceptara a firmar. Eso fue extraño. Esa mujer diabólica, la madre de su hija, nunca aceptaría divorciarse de él. ¿Cómo que al final aceptó? Eso no lo sabía, pero ni siquiera le importaba. Lo único que le importaba era que ahora estaba libre. Se había separado de esa mujer, que solamente sabía lastimarlo y destruirlo lentamente.
La idea de tratar de acercarse a Lizbeth, incluso como su amigo, pasó instantáneamente por su mente. Negó con la cabeza y volvió a centrar su mirada en la chica. Su boca se abrió ligeramente cuando se dio cuenta que su pequeña tenía una mirada fija e intensa a sus labios. Carraspeó y esto ha hecho que Aris girara hacia él. Le lanzó una mirada extraña y desconfiada y luego dando un beso en la mejilla de su hermana y susurrando un: Hablaremos más tarde, desapareció de su campo de visión.
Silencio absoluto. Un silencio que causaba ansiedad a Nicholas y al mismo tiempo, estremecimiento a la chica. Generalmente cuando quedaban solos, hablaban solamente de trabajo. Nada más, nada menos. Algo similar sucedía en este momento. Algo parecido, hasta que Liz decidió que era hora de comenzar a construir algo más que una relación escolta – protegida.
“Has hablado últimamente con Demetrio, desde que…” Las palabras se quedaron atascadas en su garganta. No podía abrir ese asunto, pero algo tenía que decir con él. Por alguna parte debería empezar.
“No, señorita, y no pienso hacerlo. Me estaba escondiendo la verdad y eso es lo peor que podía hacer. No tolero las mentiras.” Dijo serio, como si tuviera la mente en otro lugar.
Le decía mentiras todo este tiempo. Nunca le había confesado que estaba presente en el momento en que el mafioso hizo un trato con su padre y que aceptó todo esto con facilidad.
“Ni yo tolero las mentiras.” Habló la chica y Nick sintió un nudo en la garganta.