El caos fue liberado. El pánico inundó a Nicholas. Esperaba una reacción de su pequeña pero, nunca ha venido. Se sentía decepcionado consigo mismo porque no le dijo que conocía a su madre y que ella estaba viva. Aterrorizado, porque la actitud de Lizbeth no era lo que él esperaba ver. Preocupado, por la razón de que probablemente después de esto no le hablaría por días. Todo esto era injusto, apenas «hicieron» una relación y ahora volverían a la simple relación protegida – guardaespaldas.
Después del caos, vino la destrucción.
Los gritos de Liz llenaron todo el lugar. Por suerte, el pequeño Michael no estaba en casa y Aris había llevado a la hija de Nick al parque. Solamente Erika podría haber escuchado los gritos, así como todos los escoltas y el ama de casa de la mansión.
Freezer trataba de explicárselo, alzando el tono de su voz para que su voz se escuchara aún más. En vano. Puede que la chica estaba escuchando, pero no dejaba de gritar. Estaba diciendo cosas que lastimaban su corazón. Lo llamó mentiroso, que por mucho tiempo sabia sobre su madre. Le dijo que la confianza que le tenía había empezado a desvanecerse. Pero Nicholas no se daría por vencido. Intentaría darle las explicaciones necesarias. Si fuera necesario, le confesaría toda la verdad, excepto de ese suceso que marcó su vida…
Por un momento se detuvo y un repentino silencio se extendió entre ellos. Y entonces fue cuando Nick encontró la oportunidad de hacer otro esfuerzo para hablar con ella.
“Liz, no quería escondértelo. Desde la primera vez que entre aquí como guardaespaldas, quería decírtelo.” Bajó la cabeza. No podía estar viendo la decepción en sus ojos.
Confiaba en él y Nicholas le estuvo ocultando la verdad durante tanto tiempo.
“¿Entonces porque no me lo dijiste?” Preguntó la chica pero no recibió ninguna respuesta de él. Por eso decidió seguir: “¿Por qué no me dijiste que mi madre no murió? ¿Siempre lo sabias, verdad?”
“No mi niña, me enteré hace un mes. Creía que tu madre estaba muerta, como pensaban todos los demás.” En ese momento era cuando levantó la cabeza para mirarla.
Se sintió mal cuando Lizbeth comenzó a evitar su mirada. Ella estaba muy enojada con él y tenía la razón. Desde hace un mes sabía que Alicia Heat vivía, además, sabia donde se encontraba, y no dijo nada.
“¿Cuándo lo supiste porque razón no viniste a decírmelo?” Dijo con un tono tranquilo.
“No tenía idea de cómo decírtelo, era un asunto delicado y…” Trató de hablar, pero lo interrumpió.
“Y preferiste ocultármelo. Bien hecho Nicholas, y yo que confiaba ciegamente en ti.” Le dijo negando con la cabeza.
Liz no lo perdonaría tan fácilmente y Nick lo sabía. Tenía un largo camino por delante para el perdón de su protegida.
“Liz…” Susurró cuando la vio retroceder.
“Déjame sola.” Exigió.
Nicholas dio dos pasos adelante para acercarse a ella y, para su buena suerte, la chica no se alejó. Agarró la muñeca de su mano y atrayéndola hacia él, la puso entre sus brazos. Lizbeth sintió su corazón palpitar dentro de su pecho cuando sintió la respiración corta de su escolta sobre su cuello.
Quería perdonarlo, como lo hizo en ese entonces, cuando no le dijo que era el guardaespaldas de Mariano Ritsi hace años. Pero, ahora…, una segunda mentira no perdonaba. No tan rápido.
“Perdóname, mi niña.” Su susurro llegó a la oreja de la chica y ella sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal.
“No puedo, ésta fue la última mentira Nicholas. No toleraré otras.” Colocó las palmas de las manos sobre su pecho y lo empujó lejos.
Sus ojos se clavaron en él y tragó con dificultad. Por otro lado, él se mordió los labios mientras pensaba de qué modo contarle la historia desde el principio. A Alicia Heat la veía como una madre, la madre que perdió desde una edad temprana.
“No estoy seguro si me perdonarás o no, pero te contaré cómo conocí a tu madre.” Le dijo y Liz solo respondió un «te escucho».
Tomó una respiración profunda y por un minuto cerró los ojos tratando de encontrar la manera correcta, porque la historia que iba a decir tenía una parte feliz pero triste también. Algo que destrozaría su corazón.