Se acercó a la entrada principal de la mansión e intentó alcanzar el pómulo de la puerta con el propósito de salir afuera. Quería verla. Necesitaba convencerse de que estaba bien después de ese suceso.
“¡Señor Reed!” Gritó la enfermera mientras corría hacia él.
Él suspiró y colocó de nuevo la mano sobre sus rodillas. La enfermera que su madre lo convenció traerla, no lo dejaría ir a ver a Lizbeth Heat. Tenía órdenes de no dejarlo por nada del mundo salir de casa sin notificar a la señora Danet.
“¿A dónde cree que va, señor Reed?” Levantó una ceja y Christian se mordió los labios para no decirle algo que después lo iba a lamentar.
“Voy a ver…una amiga...ha venido de Italia y tengo que verla.” Respondió e instantáneamente la imagen de Liz abrazándolo pasó por su mente.
“La señora Danet le prohibió irse sin su permiso.”
“Entonces avísale mientras salgo de ésta casa.” Se volvió hacia ella, girando las ruedas de la silla de ruedas y clavó sus ojos a los de ella.
La enfermera sintió sus mejillas arder y bajó la cabeza.
“Me voy Gena, y ni lo pienses ponerte delante de mí.” Dijo con un tono serio, casi asustó a la chica con tanta seriedad. Tanto tiempo ese gesto tenía cuando estaba frente de él. No la quería, eso lo sabía.
La enfermera no habló, además, ¿qué podía decir? Lo dejaría ir donde quisiera, porque si entrara en su camino, él se pondría furioso. Mejor escuchar los gritos de la madre de Christian, y no las suyas.
Christian salió de la casa tras de abrir la puerta y a continuación, con dificultad durante dos minutos, estaba tratando de llegar hasta el vehículo para discapacitados. Cuando finalmente logró llegar hasta ahí, hizo una seña al jardinero, y él no tuvo otro remedio que acercarse. Ayudó a Christian entrar en el coche y cerró la puerta.
Respiró hondo. Iba a ver a la chica que tenía tanto tiempo de verla. Extrañó su sonrisa, la forma en que lo miraba cuando la salvaba de alguien.
Puso el cinturón de seguridad y luego se dirigió a la mansión Heat.
~•~
Ese abrazo era lo que Liz necesitaba…
Después de que Lizbeth se acurrucó entre los brazos de Nicholas, el hombre olvidó todo lo que le atormentaba. Su pequeña era como una medicina que cura a un niño de una enfermedad, era la medicina que une los pedazos de su corazón. Quien salvaría a su alma…
Pasaron diez minutos y fue en ese entonces cuando los dos salieron de la habitación para llegar al pasillo.
Al mismo tiempo, mientras Nick y Liz caminaban hacia la enorme escalera de la mansión, Christian conducía el auto y trataba de estar lo más concentrado posible en la calle. Le era imposible no pensar en Lizbeth. La volvería a ver después de tanto tiempo. Esperaba que el mafioso no la hubiera lastimado, y si lo hizo, no podría vengarse. Christian era incapacitado para protegerla.
Cuando llegó frente a la puerta de la estancia, allí estaba uno de los guardaespaldas de Aris. Una sorpresa apareció en su rostro tan pronto como vio a Christian. Inmediatamente, sin siquiera hablar con el visitante, tomó el teléfono para avisar al señor Heat.
“¿Qué sucede?” Preguntó Aris tras de responder a la llamada.
“Señor, Christian Reed se encuentra en la puerta principal.” Informó el guardián.
Un silencio se extendió entre ellos hasta que Aris habló: “Ya vengo.”
Aris Heat terminó la llamada y giró hacia Lizbeth, quien lo miraba confusa. La chica no entendía qué estaba pasando. ¿Por qué su hermano tenía ésta expresión en el rostro como si hubiera visto un fantasma?
“Christian está fuera de la mansión.” Habló y Liz blanqueó los ojos.
No podía creerlo, su antiguo guardaespaldas estaba justo afuera de su casa y había venido a verla. Estaba feliz. Una sonrisa tenue se pintó en sus labios, algo que Nick ha notado. SU nuevo guardaespaldas se encontraba en las escaleras, apoyado en la barandilla plateada de la enorme escalera. Tenía la mirada clavada en su niña, quien no paraba de morder sus labios con nerviosismo. ¿Por qué razón estaba nerviosa? ¿Había pasado algo entre ellos que él no sabía?
Si eso era cierto, debería tener una conversación con Christian. Tenía que aclarar todo éste posible problema. Ahora él era su chico y…Un momento. ¿Su chico? Nicholas sonrió ante éste repentino pensamiento. Sí, eso era, su chico y Liz su chica, pero simplemente primero tenía que pedírselo. Hoy quería hacerlo, si no se enteraba del secreto que estaba escondiendo. Si Lizbeth supiera que él sabía que Alicia Heat vivía, ahora estaría en graves problemas.