Imperio de la mafia, Italia.
Mariano Ritsi ya se ha ido a España. Tan pronto como Alessia se dio cuenta de ello, tomó el teléfono en sus manos para hacer una llamada importante. A los dos sonidos respondió.
“Amor, ¿eres tú de verdad?” Preguntó sin poder creerlo.
Era la primera vez que escuchaba su voz después de haberse separado trágicamente.
“Fredek, mi hermano se ha ido a España y probablemente tardará en regresar. Quiero verte, mi amor, te extraño.” Susurró y las primeras lágrimas comenzaron a hacer su aparición.
“No puede ser, Alessia. Si Mariano se da cuenta que nos hemos reunido después de que se hayan cancelado los acuerdos, tendremos problemas. Además, no puedo entrar en el imperio sin que los guardaespaldas se enteren.” Le explicó, pero a la chica no le importaba nada de eso.
“Yo lo arreglaré, pediré ayuda de una amiga.” Y por supuesto, eso haría. Pediría ayuda a Clarisa.
Clarisa era la mujer más cercana y de confianza que tenía Mariano Ritsi. Ella era la única que sabía todo sobre él, incluso sus planes. El mafioso estaba bastante sumergido, en una oscuridad profunda. Y cuando la verdad fuera revelada, el hermano de Alessia llevaría a muchos con él en esa oscuridad.
“Te enviaré la hora en un mensaje. Por favor, te necesito, nuestro hijo quiere a su padre.” Dijo y hasta terminar lo que quería decir, terminó llorando en sollozos.
Hubo un silencio entre ellos. Fredek tragó con dificultad. Había pasado un mes desde la última vez que vio a su chica, que la haló hacia él de modo que ella se quedara acurrucada en sus brazos. La extrañaba tanto. Haría todo lo posible por volver a verla, incluso unas pocas horas. Iría sin importarle si esa decisión trajera consecuencias.
“Espérame, vendré bebé.” Y esto fue lo último que le dijo, luego la línea se cerró por él.
Alessia acarició su vientre abultado mientras estaba sentada en la cama con un solo pensamiento rodeando su mente. El encuentro con el hombre de su vida. Después de treinta minutos, se levantó para salir de su habitación. Había perdido la noción del tiempo, perdida en sus pensamientos, y olvidó que tenía que bajar a la sala de estar ya que Fredek llegaría en cualquier momento. Cuando salió al pasillo donde se encontraban las habitaciones de la familia Ritsi y de la mujer de confianza llamada Clarisa, se dirigió hacia la escalera, quien terminaba al primer piso. El primer piso. Había varios secretos oscuros escondidos allí. Todos los planes y asesinatos del peligroso mafioso se han hecho en ese lugar. La chica sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y una extraña aura se extendió por el salón.
“Alessia.” Se escuchó una voz seria y la chica se asustó.
Se quedó mudo, con la mirada clavada en su inexpresable hermano. ¿Por qué estaba aquí? ¿No viajaría para hacer algunos trabajos que le había dicho? ¡Dios mío! Fredek en cualquier momento llegaría a la mansión Ritsi y todo se derrumbaría.
“Mariano, ¿qué estás haciendo aquí?” Preguntó Alessia tragando con dificultad.
“Me informaron que mi hermana ha hecho una llamada telefónica que no debería hacer.” Respondió con semblante frio y luego se acercó a ella.
La chica embarazada retrocedió. No iba a hacerle daño. Dentro de su vientre crecía un bebé de la familia. Él no se atrevería a…
La palma de su mano terminó en su mejilla tras de elevar la mano y extenderla hacia ella. No es posible…le dio una bofetada.
“Te dije que lo olvidaras, Alessia, ¡pero siempre haces lo que te da la gana!” Gritó y su hermana, inconscientemente, tocó su vientre como si quisiera proteger a su hijo.
Le tenía miedo a su propio hermano. Además, ¿cómo no temer el hombre quien causó dolor a varias personas? Era un mafioso despiadado que asesinaba a cualquiera que estuviera arruinando sus planes. Puede que la señorita Ritsi pudiera salvarse de sus manos, cuales parecían serpientes que querían devorar a sus presas, pero, Fredek Ivanov con su llegada a España…traería la destrucción.
“Mariano, lo amo. Es el padre del hijo que traeré a la vida en unos pocos meses.” Dijo sollozando. No se dio cuenta cuando las primeras lágrimas aparecieron en sus mejillas.
“Lo amabas y era el padre de su hijo, ahora ya no está en tu vida ni tampoco a tu corazón. Cuando el niño nazca, te casarás con Patricio.” Le informó diciendo todo lo que deseaba tan rápido que no le dio tiempo para protestar. Una triste sonrisa se pintó en sus labios y continuó: “Ese estúpido mafioso ruso es culpable del regreso de la mujer que me pertenece en su país y ahora es su turno perder para siempre todo lo que quiso.”