Respira Liz.
Respira chica.
No podía respirar y la voz de la razón, ésta vez, no la ayudaba mucho. Miraba a Eva estando escondida entre los brazos de Nicholas, quien unos segundos después de que esa mujer lo abrazó, enredó las manos alrededor de su cintura.
Él había reaccionado positivamente y eso era malo. Muy malo.
Tragó con dificultad y avanzó hacia el interior de la casa. Tenía en mente caminar hasta el centro del salón y sentarse en uno de los sillones rojos del lugar pero, la mano de Alicia la detuvo.
“Mi niña, quédate aquí, te necesita.” Le dijo y de inmediato se arrepintió. ¿Desde cuando hablaba así de bien por Freezer? ¿Había comenzado a ver otra figura en Nick y no la de un asesino?
“No me necesita en éste momento, tiene a su ex esposa.” Dijo y luego se giró con el propósito de mirar la pareja abrazada y enamorada una vez más. Su mirada se encontró con la de Nicholas ya que los ojos del hombre se alejaron de Eva. Lizbeth siguió hablando con su madre: “Me imagino que tendrán muchas cosas por decir.”
“Liz…” Pronunció la señora Heat el nombre de su hija, tratando de decirle algo pero solo eso pudo decir ya que la chica la interrumpió.
“No quiero escuchar nada viniendo de ti, Alicia, no olvido de que te estabas escondiendo durante tantos años y nunca pensaste en venir a buscarme. Y además, no bastaba eso, sabias todo sobre el mafioso.” Habló enojada, teniendo todavía la mirada clavada en su guardaespaldas, quien se veía asustado cada vez que Eva hacía el intento de tocarlo.
“Todo lo que he hecho tiene una explicación.” La señora resopló. Sería muy difícil recuperar la confianza de su hija. Después de unos segundos de silencio y tras de confirmar que Lizbeth no pensaba hablar más sobre ese tema, agregó: “No tenía otra opción, pequeña.” Le dijo con ternura y la chica levantó una ceja.
“¿No crees que he crecido lo suficiente como para llamarme de esa manera? Ya no soy esa niña que dejaste atrás. Todo ha cambiado. Todos cambiamos.” Susurró recordando por un momento el pasado, cuando estaba en los brazos de su madre mientras ella le leía un cuento de hadas.
No dejaba que su madre le dijera de ese modo y el escolta…estaba feliz cada vez que le hablaba con tanta ternura, con tanto amor…un sentimiento de que a pesar que Nicholas lo sentía en el fondo, no podía decirlo en voz alta como la misma Lizbeth lo hizo hace poco. Sentía muchas cosas pero tenía miedo al rechazo. Estaba aterrorizado de que lo lastimaran y lo dejaran solo una vez más. La palabra ENGAÑO ya no estaba en su vocabulario, la había sacado de él y la puso en su lista negra.
“Las circunstancias cambian, las personas nunca. Hacen un gran intento para lograr eso, pero sin tener éxito. Eso no se puede. La gente no cambia, Lizbeth, yo lo sé de antemano por eso te lo digo.” Dijo y su hija se volvió hacia ella bruscamente para mirarla con una expresión confundida.
“¿Qué quieres decir con eso?” Hizo la pregunta y, al mismo tiempo, Nicholas comenzó a caminar hacia ellos después de que finalmente lograra quitar de encima suyo, la mujer que era como una sanguijuela.
“Todo a su tiempo, hija mía. Lo urgente ahora es conocer al padre de Nicholas, Alexander Edel.” Susurró lo último porque él ya estaba lo suficientemente cerca y podía escucharlas.
Alicia dejó de hablar, quedando quieta y teniendo la mirada clavada en el guardaespaldas de su hija, quien se encontraba justo detrás de la ella con su mano estar en camino para su hombro. Lo colocó en ese lugar y Lizbeth se sorprendió, pero no se volvió a verlo. No estaba lista, porque si lo mirara en éste momento a los ojos, le iba a dar una cachetada o…un beso.
“Liz…” El susurro cuando llegó a los oídos de la chica, sintió un escalofrío. A pesar de ese sentimiento que le ardía el corazón, no respondió, ni siquiera le prestó atención. Era como si lo estuviera ignorando y eso estaba lastimando al guardaespaldas.
Sus dedos comenzaron a subir con el propósito de terminar en su cuello. En el camino, la chica cerró los párpados y también a su boca para que no se escaparan de ella los gritos que presionaban por salir de su garganta. Lo deseaba inmensamente, necesitaba su caricia, escuchar su dulce y al mismo tiempo voz ronca. Tenía la necesidad de sentir sus cálidos labios sobre los suyos. En general…se puso cachonda solamente con un toque del hombre.
“Logré evitar el ataque de pánico que insistía en inundarme, solamente por la razón de que mi mente estaba pensando solo en ti. Pensaba en tus hermosos ojos que me hechizan, tu aroma que me desarma cada vez que entra en mi nariz. En pocas palabras, pequeña mía, te quiero cerca de mí.” Le dijo tratando de explicarle de que no había razón para estar celosa de Eva.