Último capítulo.
“Es Mariano.” Les informó.
Nicholas se giró hacia Eva y luego le dijo con tono serio: “Contesta.”
La chica hizo lo que el hombre que amaba le dijo. Contestó a la llamada.
“Mariano.” Pronunció su nombre tratando de ocultar el miedo que sentía.
Pero la voz del mafioso no se oyó, ni siquiera la segunda vez que Eva le habló.
Silencio incomodo, hasta que se escucharon unas voces lejanas en la otra línea del teléfono.
Ella no reconoció esas voces, por lo que decidió ponerlo en altavoz.
“¡Nick!” Gritaba una voz femenina, la que inmediatamente todos la reconocieron.
Nicholas corrió hacia la mujer rubia y le agarró el celular de sus manos.
“Contesta estúpido, ¿qué les has hecho a mi hermana?”
“Tu hermana está bien, sobre los demás no puedo decirte lo mismo con certeza.” Dijo riendo, divirtiéndose con el dolor y la ansiedad del hermano de Lizbeth.
“Si has tocado un solo pelo de ella…” Lo amenazó Aris y el mafioso se echó a reír.
“¿Me estás amenazando, amigo mío?” Dijo en un tono serio al haber logrado calmarse después de unos segundos. Hizo una pausa causando una angustia a Nicholas y continuó: “No estás en condiciones de amenazarme, Freezer. Yo tengo la ventaja ahora, como siempre. Solamente con un movimiento de mi dedo puedo destruirte.”
Se le cortó la respiración. A Ritsi lo conocía lo suficientemente bien como para creer lo que estaba diciéndoles. De hecho, ese mafioso era capaz de todo. Una vez había matado a la hermana gemela de la pequeña Hannah, aunque fue un accidente. Hazle corrió hacia él en el momento en que el mafioso estaba a punto de apretar el gatillo. Sin darse cuenta de que la niña había entrado en el lugar por la razón de que Mariano le daba la espalda, apretó el gatillo. En ese mismo instante, su hermana pasaba delante del arma. En un solo segundo, el hermano mayor perdió todo. De súbito, se trasformó en un monstruo, peor de lo que era. Se convirtió en el asesino de su hermanita. Aunque ha pasado mucho tiempo desde ese suceso, todavía estaba pensando en ella. Después de todo, ¿cómo podía olvidar a la niña? Estaba viendo su figura cada día en los ojos de Hannah.
Mariano volvió a la realidad cuando escuchó la voz de Nicholas, quien le preguntaba a donde había llevado a Erika. Él respondió. Se encontraba, por supuesto, en la mansión Heat. ¿A dónde podría ir? A la casa donde vivía su alma.
El guardaespaldas colgó inmediatamente la llamada sin dar una respuesta al mafioso, quien comenzó a reír. Su plan se marchaba como él quería.
Tomó a Erika como rehén, y a Michael también mientras que la pequeña Alina estaba en los brazos de ese mafioso. La hermosa niña le sonreía, jugando con su barba de tres días.
¿Los escoltas de Aris? Atados en el sótano. Fue bastante fácil deshacerse de ellos. ¿El hermano de Liz no podía encontrar otros secuaces que no fueran tan inútiles?
Durante el tiempo que Ritsi esperaba a Nicholas y a los demás para que regresaran a la mansión, la casa de Tomás era un chaos. Corrían arriba y abajo, asustados, sin saber qué hacer. Hasta que Lizbeth gritó fuerte que dejaran de gritar como unos niños aterrorizados.
“Tenemos que irnos, antes de que sea demasiado tarde.” Logró decir la Liz al quedar todos en silencio.
Estuvieron de acuerdo con la chica y en cinco minutos estaban en la mansión. Nicholas, que era el conductor del vehículo, corría ochenta kilómetros mientras que el límite era cincuenta. Solo así llegaría a su destino tan rápido. Ninguno de los que, estaban sentados en el coche se quejaron de la alta velocidad en que viajaban.
La vida de todos dependía de ellos.
Bajaron del coche y se dirigieron hacia la entrada de la mansión. Nicholas y Lizbeth notaron que no había guardaespaldas para la protección y seguridad de la casa. Freezer sacó la pistola de su bolsillo y a continuación, tocó el pomo de la puerta. Estaba un poco abierta, dándole acceso al interior sin tener que abrirla con una llave. Eso no le gustaba para nada. Tenía un mal presentimiento.
“Nick, ten cuidado.” Se escuchó la voz aterrada de Lizbeth. Él no respondió, solamente levantó aún más el arma para que estuviera a la altura ideal para una mejor puntería.
Empujó la puerta y entró.
Lo que sus ojos vieron…
El espectáculo era horrible, impactante a primera vista.
Había sangre por todas partes en el suelo del salón.