Intentaba no mirarla mientras ella preparaba sus cosas. No merecía echarle ni un rápido vistazo. Ella lo había lastimado mucho, tanto que si sus ojos se encontraban, le daría una cachetada.
“Bebe, esto no es lo que piensas.” Dijo dejando su ropa dentro de la maleta.
Dejó de hacer cualquier cosa y se le acercó. Sus manos lo abrazaron, lo atraparon como serpientes maliciosas. Él inmediatamente la agarró de las muñecas y arrastrándola a la sala, la obligó a salir de la casa.
“Nicholas, escúchame. Yo te amo.” Trató de convencerlo pero era inútil. Nicholas estaba convencido de sacarla de su vida para siempre.
“Vete de aquí y no te atrevas a venir a casa de nuevo.” Dijo entre dientes dándole una mirada de odio. Odio que ella provocó.
“Piensa en nuestra hija, le dolerá cuando crezca y no encuentre su madre a su lado.” Pestañeó varias veces creyendo que de ésta manera iba a conseguir que se quedara. Pero, aunque estuvieran casados por años, Eva no conocía a su marido en absoluto.
“Eso debías pensarlo antes de abrir tus piernas a otro hombre. Eva, nosotros terminamos. Adiós.” Dejó escapar un suspiro tras de soltar eso que tanto quería decir.
Puede que por fuera mostraba que estaba fuerte, pero por dentro le dolía. Estaba herido por amor. Fue la primera vez que se enamoró. Eva fue la primera en todo.
“¿Mi ropa?” Recordó decir después de unos segundos de silencio.
“Te la daré como te lo mereces.” Le dijo con una sonrisa irónica en sus labios y luego, antes de que ella pudiera hablar, le cerró la puerta en la cara.
No le daría el gusto de seguir burlándose de él.
Se apoyó contra la puerta principal de madera negra y todo su cuerpo se deslizó hasta tocar la baldosa fría del suelo. Así se sentía él también, se había congelado por dentro.
Le tiraría sus cosas a la calle e intentaría que ni una lágrima cayera a causa de su huida. Eva desaparecía de su vida y Nicholas quedaría solo.
Permaneció casi diez segundos acurrucado en el suelo con su recuerdo quemando su alma a fondo.
Era difícil olvidar que esa mujer era toda su vida. Además, ¿cómo podría dejar de lado los pensamientos si todavía tenía las heridas encima de él? Quería borrar el tremendo dolor que sentía pero, a medida que los minutos pasaban, más se aseguraba de que éste dolor nunca se desaparecería porque, sin poder evitarlo, sufría por dentro cada vez más.
“Quiero mis cosas, ¡no esperaré afuera con el frio que hace hasta que te dé la gana de dármelas!” Exclamó Eva detrás de la puerta, haciendo que Nicholas se levantara por la sorpresa.
Eva tenía mucho descaro para hablar en ese tono elevado cuando él debía de estar enojado con sus acciones. Su esposa era quien estaba haciendo el amor con otro hombre. ¿Cuantos años se reía a sus espaldas?
Estaba listo para abrir la puerta y darle una cachetada, pero en último momento se resistió. Nunca había levantado una mano sobre una mujer y no lo haría ahora por esa. No caería a su nivel. Por eso decidió que se iría hasta la habitación, a la que ayer fue de ellos, agarraría la maleta con sus cosas y se la iba a dar. Avanzó hacia el dormitorio y sin observar el lugar agarró con fuerza la maleta tras de cerrarla y después salió en el pasillo. Dejó escapar un profundo suspiro mirando la habitación opuesta, donde dormía su hija. Ella sufriría más que todos los demás.
Se pasó la mano lentamente por el pelo.
Tantas veces le había hecho el amor bebiendo cada vez el amor que creía que ella le estaba dando. Eva era solo suya, hasta que descubrió que la estaba compartiendo con alguien más.
Se dirigió al salón cansado y abrió la puerta principal de la casa. Eva se encontraba sentada en los escalones con su mirada triste dirigida hacia el cielo nublado. Nicholas echó un vistazo a las nubes que empezaron a juntarse sobre la casa. Pronto llovería. Llegaría una tormenta y aunque estaba herido, no podía dejar de pensar que Eva estaría en la calle, sola y sin un lugar cálido para quedar.
“¿Tienes un lugar para quedarte?” Preguntó con indiferencia, ocultando su ansiedad por saber dónde dormiría esta noche.
Seguramente la noche anterior se habría quedado a dormir con su amante, ¿porque hoy no?
“Encontraré un apartamento, no te preocupes.” Le dijo tomando la maleta de sus manos.
Nicholas susurró un «no me preocupo». Sus dedos se rozaron cuando Eva tomó la maleta. Su corazón palpitó y la miró a los ojos. Por un momento juró que había visto una lágrima resbalar en su mejilla pero seguramente habrían sido alucinaciones. Esa mujer no estaba mal por la separación porque lo engaño por voluntad propia.