Dejó de llover. El cielo se limpió de las nubes y la luna apareció. De repente, la carretera se llenó de autos y Nicholas se vio obligado a correr hasta la acera para que no lo golpearan. Miró a su alrededor. Poco apoco los habitantes comenzaron a salir de sus casas y a disfrutar del buen clima, a pesar del frio que hacía.
"Basta de pensar solo en ella, debo ser fuerte para mi hija." Susurró.
Avanzó hacia la casa e introduciendo la mano en el bolsillo de su pantalón, buscó la llave. No la tenía consigo y eso una cosa podría significar, la había olvidado dentro por su aturdimiento. Era necesario llamar a su hermana, quien era la única que guardaba una llave maestra de la casa. No tenía otra opción. Tomó el teléfono en sus manos y tecleó el número el que recordaba. Después de tres timbradas su hermana respondió.
"Dime que es algo importante por eso me molestas a estas horas del domingo, de lo contrario te estrangulo, diablillo."
Siempre la misma, con sus buenos modales habituales, pensó Nicholas sonriendo con ironía.
"Erika deja las quejas y escúchame. Me encerré fuera de mi casa y eres la única que tiene la llave maestra. Ven para acá, por favor." Al decir todo lo que quería, un silencio alarmante surgió entre ellos.
Cuando un silencio así se caía después de una conversación seria entre Nicholas y Erika, empezaba a preocuparle. Erika siempre comenzaba a reír sin parar, pero esta vez no sucedió lo mismo. Alguien más se echó a reír.
"Mi amor, ¿dejarás de reírte? Vas a dejarme sorda." Se escuchó la voz tenue de Erika regañando a su esposo.
"Lo siento princesa, pero esto es muy gracioso." Dijo y sofocó una risa que causó el enojo de Nicholas.
"Ven para acá cuñado y verás cuán gracioso es." Soltó el hombre entre dientes.
Erika como su esposo, sabían que Nicholas esperaba un suceso para pelear, por más que fuera insignificante. Su hermana estaba segura de que algo sucedía en su matrimonio. Hoy era el momento perfecto para saber todo acerca del dolor que se reflejaba en su mirada.
Su esposo se encogió de hombros ya que no entendió el comportamiento abrupto de Nicholas. Erika solo asintió con la cabeza a su marido, y él entendió que hablarían más tarde. Ella tenía que terminar la conversación con su hermano.
Aris se alejó de su mujer dejándole espacio para que pudiera hablar con Nicholas. Aris Heat. Un hombre con su encanto único. Cualquier mujer caería a sus pies, pero él la única que quería a su lado era Erika Freezer.
Era la pareja más inusual por los años de relación que tenían Erika se hizo novia de Aris a los catorce años y su esposa a los veinte. Desde entonces han estado viviendo felices con su hijo de diez años en la mansión Heat, que Aris heredó de su padre cuando murió hace trece años. Ese periodo fue bastante difícil, pero por suerte conoció a Erika, quien lo ha ayudado mucho, y la pequeña hermana de Aris lo tenía a él.
"¿Nicholas, me dirás qué pasó?" Preguntó preocupada y luego se sentó en el sillón de la sala.
Nicholas no quería hablarle de Eva por teléfono, preferiría que estuviera frente a ella cuando le contaría que la mujer que amaba le había sido infiel en su propia cama. Necesitaba estar con Erika para poder abrazarla en el momento en que se sentiría sólo. A pesar de que su hermana era la más pequeña de la familia Freezer, en ese preciso momento se veía diminuto. Sentía como si se hubiera desaparecido del mundo.
"Hablaremos de ello en casa." Era lo único que fue capaz de decirle a su hermanita, quien estuvo de acuerdo.
Erika terminó la llamada. Nicholas guardó su celular de nuevo en el bolsillo y después se acercó a la puerta principal de la casa. Se sentó en el escalón que hace unos minutos Eva ocupaba y quedó pensativo con la mirada clavada en el café de la esquina lleno de gente. Las personas estaban bebiendo su café felizmente mientras él se encontraba sólo, y mojado por la lluvia. Se pondría enfermo por el frío que hacía si seguía afuera. Afortunadamente, Erika había estacionado el auto al borde de la calle después de diez minutos de su llamada.
Al verla bajar del coche negro de su marido, una amplia sonrisa apareció en su rostro. Aris apagó el motor y se colocó junto a su amada esposa. Era la pareja perfecta.