Tears: Almas Corrompidas [#2]

01.- BON APPETIT

Extrañaría aquello, sin duda. Claro que lo haría. Solo alguien tonto no anhelaría esa paz en su vida. Me encontraba sentada en la mesita de la esquina, situada en el punto perfecto donde se cruzaban dos avenidas, con una vista espectacular hacia el río Adigio. Aquella cafetería se había convertido en mi refugio, un lugar al que asistía casi a diario, a veces sola y otras con amigos que había hecho durante mi estadía en Scuoldimag.

Esa tarde, sin embargo, se sentía distinta. La nostalgia pesaba en el aire. Después de mis clases de defensa personal con mi entrenador, mi tío John me había dado la noticia: la próxima semana regresaríamos a Travelers.

Aunque extrañaba a Hailyn, a Chris e incluso algunas cosas y personas de Evermoorny, no quería volver. Tenía que hacerlo, pero tener no siempre significa querer. Planeé regresar en algún momento, cuando todo lo que me atormentaba hubiera terminado. Sentía ese lugar como mi hogar, y me agradaba la sensación de pertenencia que me ofrecía. Incluso soñaba con llevar a todos mis seres queridos para que ese lugar se volviera simplemente perfecto.

Desde el juicio no había vuelto a Travelers, y el pensamiento de hacerlo me aterraba. No por las personas que estarían ahí esperándome, sino por todo lo que sabía que enfrentaría. Las pesadillas que había estado teniendo últimamente eran extrañas, aterradoras incluso. Algo dentro de mí sabía que esos sueños eran una advertencia, una señal de que algo muy malo estaba por suceder.

—Tu orden, cristalito —la voz de Miles me sacó de mis pensamientos.

Llegó con nuestras bandejas en las manos, distinguiéndose por su cabello pelirrojo brillando bajo la tenue luz de la tarde. Unos meses después de mi llegada a Scuoldimag, él también había llegado como estudiante de intercambio. Aceptó la oportunidad y no pude estar más feliz. Aunque ya estaba algo ambientada y había hecho algunos amigos, Miles era la pieza que me faltaba para sentirme cómoda y segura. Ahora, después de casi tres años, era yo quien lo abandonaba, pues él había decidido quedarse medio año más, mientras que yo debía partir.

—Tan caballeroso como siempre —comenté, guiñándole un ojo y disfrutando de cómo su rostro se teñía de un leve carmín.

—Cuando Hailyn te vea se caerá de culo, estás irreconocible —dijo mientras tomaba asiento frente a mí.

Habíamos venido a esta cafetería muchas veces, pero hoy queríamos despedirnos a solas.

—No creo que sea para tanto, Miles. Mi cambio de look no fue tan exagerado —no mentía, ni estaba siendo modesta. Solo había añadido maquillaje ligero, renovado mi guardarropa y me había hecho un sutil corte de cabello en capas—. Nada fuera del otro mundo.

—No me refiero a lo físico —se detuvo a mirarme con atención, degustando un croissant—. Aunque te dije que cortaras más tu cabello.

—Que tú te hayas rapado no significa que yo también lo haré, cariño —respondí, tomando un sorbo de mi café.

—¡Oye! ¡No te metas con mi cabello!

Era su punto débil, y disfrutarlo era una pequeña maldad que me permitía.

—Nadie dijo nada sobre tu majestuoso cabello, Pride —bromeé mientras probaba mi focaccia dulce. Amaba ese pan; sabía que sería lo que más extrañaría de este lugar—. No te descabelles por ello, sabes que siempre serás mi pelón favorito.

Como respuesta lanzo una brisa ligera que levantó mi cabello descontrolado, añadiéndole una sonrisa satisfecha que surco su rostro al ver su objetivo cumplido.

—Te odio, Kathrina Moonlight D’Angelo —refutó con ternura, mordiendo su croissant como si no hubiera hecho nada.

—Mientras yo te amo con todo mi corazón, Miles Pride —respondí con sinceridad, aunque con un toque de burla—. Te extrañaré estos meses. Travelers no será lo mismo sin ti.

—¡Lo sé! ¡Nada sin mí es igual! ¡Extrañarás mi belleza! —gritó, atrayendo las miradas de todos los presentes.

—Lo único que no extrañaré serán tus gritos —repliqué, rodando los ojos—. O bueno, tal vez sí. Pero, ¿qué extrañaré de ti? ¿Nuestras muy frecuentes casi muertes?

—No te preocupes, la anciana de Hailyn estará ahí para compensarlo. Para cuando regrese a Evermoorny, ya estarás muerta… pero del aburrimiento.

—No seas exagerado. Hailyn no es tan aburrida —suspiré al recordar nuestros momentos juntos, aunque no pude evitar rodar los ojos otra vez. Luego, con un sorbo más de café, añadí—. Aunque debo admitir que me preocupa que me cambie por mi hermano.

—Tenlo por seguro —hizo una pausa para beber de su jugo—. Algo que yo jamás haría, cristalito.

—Ajá, claro —murmuré, sin poder evitar que mi mente trajera a colación algunos recuerdos incómodos.

—Me ofendes.

—¿Acaso no tengo razón? ¿O ya no recuerdas a Sthepany? ¿Tania? ¿Lesley? —pregunté, viendo cómo sus ojos se abrían como platos y casi se atragantaba con su pan—. ¿Tan rápido olvidas?

—Esos temas no tienen nada que ver ahora —esquivó el comentario con descaro, como solo él podía hacerlo—. Se supone que era una despedida, ¿no?

—Llevamos dos semanas despidiéndonos, Miles. Todos los días volvemos aquí a despedirnos, de hecho.

—¿Dos semanas ya? —preguntó con sorpresa mientras terminaba su último croissant—. No sentí que fuera tanto.




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