Tears: Almas Corrompidas [#2]

04.- CONFRONTACIONES

La reunión había terminado mejor de lo que comenzó. Después de nuestro desafortunado encuentro no volví a verlo durante toda la noche y eso realmente me alivio. No sabía por qué su presencia me parecía tan irritante, si nunca nadie me había hecho llegar hasta ese punto. Pero ya no pensaría más en ello, seria otorgarle un tiempo en mis pensamientos que no pensaba darle. Solo esperaba no volver a topármelo ni por error, aunque sabía que sería imposible viendo su cercanía con mis hermanos y su relación de parentesco con mi amiga.

Al final de la noche, si termine bailando con aquel rubio que para mi sorpresa resulto ser un bailarín encantador. Tenía lo suyo sin duda, por lo cual podía entender la fascinación por él de todas las chicas que nos miraban recelosas. Aun así, era consciente de que era uno de esos chicos que daba halagos a diestra y siniestra.

—Estoy empezando a dudar de que esto sea buena idea —confesé al fin.

En esos momentos me encontraba rumbo a Evermoorny por mi primer día de clases; Damian era mi única compañía, pues mi tío había tenido que salir a arreglar unos asuntos al magiesterio, mientras que Christopher tenía la rutina de salir mucho más temprano para ir por Hailyn a su casa.

—Claro que lo es, no debes temer. Ya has sobrevivido antes —su voz era calmada. Tal vez por eso siempre otorgaba cierto grado de serenidad escucharla—. Al final no puedes cambiar el curso del destino.

—Pero si la manera de afrontarlo —termine por él, recibiendo un asentimiento a través del retrovisor—. Podrías dejarme aquí.

Pedí una vez que nos encontramos frente al arco de bienvenida. Lucía tan perfecto y misterioso como siempre, parecía haberse inmortalizado en el tiempo, pues no había ningún cambio notorio en su estructura. Volví a leer la frase que lo precedía, sabiendo que ya era consciente de su significado: “Un ángel posó su mirada sobre la Tierra y vio que hacía falta algo de magia.” Entonces, la historia de aquel ser de luz que cayó en las tinieblas regresó a mi mente.

—¿Estás segura? Creí que te daba cierto miedo el bosque —la preocupación era notoria, y podía entender el porqué, pero, aun así, no desistí—. Su tío me encargo dejarla sana y salva dentro de Evermoorny. Aquí aún son las afueras.

—Necesito tiempo para procesarlo —solté, sabiendo que él lo entendería—. Además, tú lo has dicho, he sobrevivido antes. No te preocupes por mi tío. Será nuestro secreto.

Lo vi sonreír resignado, sabía que no podía negarse.

—No me preocupa tu tío. Me preocupas tú.

Aquello me hizo soltar una pequeña risita nerviosa.

—Tranquilo. No me pasara nada en este pequeño tramo —me dispuse a salir, no sin antes notar como su mirada me decía “¿es enserio?” —. Conozco mi historial, pero prometo que no me meteré en problemas. Al menos no hoy.

Negó derrotado. Sabía muy bien que no lograría hacerme cambiar de opinión, pues estaba muy segura de que debía recorrer ese camino sola una vez más. Era algo simbólico para mí, de alguna manera u otra.

—Nos vemos al rato entonces —lo escuche despedirse, haciéndome voltear por ultima vez.

—Nos vemos.

Una vez lo vi perderse a la distancia volví mi vista al oscuro bosque que tenía frente a mí. Cruce aquel arco que me daba la bienvenida nuevamente. Aunque esa vez se sentía diferente, pues definitivamente ese mundo ya no era nuevo para mí, aun así, una sensación extraña se alojó en mi estómago. Como una advertencia latente a lo que me esperaba.

El aire estaba cargado con el aroma ácido y terroso de las hojas otoñales que crujían bajo mis pies. Caminaba lentamente por el sendero serpenteante que conducía de regreso a un lugar que no había pisado en años: Evermoorny.

Disfrutaba la brisa fresca de la mañana, aunque parecía tener la capacidad de helarme la piel. Sin embargo, no acelere mi paso, pues la nostalgia de recordar mi primera vez atravesando ese camino invadía mi mente. A ambos lados del camino, las características antorchas se alzaban en altos soportes de hierro forjado, y una tras otra, se encendían al compás de mis pasos, como si respondieran a mi presencia. La calidez de las llamas contrastaba con el frío del bosque que me rodeaba a esa hora de la mañana, donde los árboles alzaban sus ramas como dedos esqueléticos hacia el cielo gris.

Había algo inquietante en el silencio que me envolvía. Solo se escuchaba el susurro del viento entre las hojas caídas y, de vez en cuando, el lejano cantar de un ave madrugadora. Me invadía una sensación de ser observada, y por el rabillo del ojo creía a ver visto sombras deslizándose entre los troncos de los árboles. Eran apenas destellos fugaces, formas que desaparecían antes de que pudiera enfocar la vista. Pero no me detuve. Sabía que detenerse significaba invitar al bosque a susurrar secretos que quizá no quería escuchar.

El sendero finalmente terminó en aquel portón monumental de hierro forjado, decorado con intrincados grabados de criaturas mágicas y runas antiguas que parecían brillar débilmente en la penumbra del amanecer. Las enormes puertas se abrieron con un quejido profundo cuando me acerqué, como si reconocieran mi presencia, y un escalofrío recorrió mi espalda. Crucé el umbral, y las puertas se cerraron tras de mí con un estruendo que resonó en la sospechosa quietud del lugar.

El camino que se extendía más allá era de piedra gastada, bordeado por estatuas de figuras que había olvidado pero que ahora me parecían familiares. Mientras avanzaba, sentía cómo las miradas de los que aún se encontraban ahí se clavaban en mí. Al principio, eran furtivas, como si apenas notaran mi presencia. Miradas de indiferencia, las mismas que había conocido en el pasado. Pero luego cambiaron. Cuando susurros ahogados comenzaron a llenar el aire, vi cómo esas expresiones se transformaban en algo diferente: miedo y asombro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.