Las pesadillas se habían convertido en una constante desde ese día. Siempre eran las mismas imágenes repitiéndose una y otra vez, acabándose justo antes de revelar al causante de aquella catástrofe. Me torturaban lentamente, causando noches de desvelos y gritos desoladores. Fier ya estaba harto de la situación, aunque no podía culparlo por ello. Yo también me encontraba obligándome a mantenerlas en un determinado punto.
En cuanto a mis días en Evermoorny solo lograba reconocer miradas curiosas y de cierto recelo; cosa que tampoco podía controlar, así que me dedicaba a ignorarlas. De lo que no me veía capaz de escapar era de aquellos ojos verdes y lobunos que parecían acecharme. A pesar de mis insistentes negativas él seguía ahí, expectante. Todavía buscando mi atención. Cosa que no había conseguido, pero si lograba sacarme de mis casillas.
Además, los ataques se habían intensificado, pues cada vez aparecían más y más cuerpos sin vida. Según lo que me había confiado Forester, en poco tiempo se correría la noticia por todos lados, causando pánico entre los pobladores. Predicción que se cumplió cuando esa mañana me llego un mensaje de él junto con una nota de Oro News, el periódico de Graham. En ella se podía leer el titular “La sangre comienza a correr, ¿Cuánto hace falta para que seamos los siguientes?”. Sería la edición del medio día y en cuanto salió no tardaron en llegar las lechuzas con ellas entre sus garras.
El caos comenzó, así como las habladurías y el pánico. Todos se preguntaban ¿Por qué? ¿Qué causaba eso? ¿Por qué se abrían acercado tanto?, esas cuestiones conseguían atormentarme sin saberlo, pues creía conocer la respuesta.
En esos momentos nos encontrábamos en uno de los grandes campos, cerca de aquellas cabañas en las que alguna vez casi morimos entre las fauces de una serpiente.
Miss Graham, como una práctica sorpresa ante lo visto en ese tiempo, decidió que era una gran idea realizar unos duelos entre los alumnos. Aun no explicaba bien la actividad, pero me sentía desconcertada al ver a todos ahí. Mis hermanos, mi prima, Sawyer e incluso el insoportable de Kayden se encontraban expectantes ante lo que nos aguardaba.
—¿A quién se le ocurre sacarnos con este clima? —se quejó Haylin a mi lado una vez más.
—Solo a Miss Graham —ambas nos acurrucamos juntas, pues realmente el clima resultaba desolador. Las frías neblinas cubrían todo el campo de visión fuera de la burbuja mágica en la que nos encontrábamos—. Pero no puedo negar que me resulta interesante.
—Si tú lo dices. Solo espero que no me toquen tus hermanos.
—¿Con Christopher?
—Con cualquiera de los tres —no pude evitar reír ante aquello, pues me resultaba interesante saber que parecía temerles.
Sentí un codazo atacar una de mis costillas, obligándome a separarme un poco.
—Solo espero que no me toque tu primo.
Fue su turno de burlarse, pues, aunque no soportaba vernos pelear, le resultaba fascinante el hecho de que parecía que queríamos asesinarnos mutuamente. Aunque no lo veía de esa manera, si estaba consciente en que no congeniábamos de ninguna manera posible.
—Kayden es inofensivo, aunque debo admitir que algo irritable —la mire incrédula. No creía que ese “algo” abarcara todo lo que englobaba el difícil carácter de ese hombre—. Bueno está bien, tú ganas. Él es muy irritante, pero tú no te quedas atrás cuando estas peleando con él.
No le reclame ni me moleste, pues, aunque me costara admitirlo era lo suficientemente juiciosa, como para reconocer que lograba sacar lo peor de mi persona.
—Pienso que viene de familia. A su padre tampoco parecía caerle bien —desvié el tema, pues no quería ondear en ello—. Al contrario de tu tía que es un amor de persona.
—Sí, debo darte la razón. Son una interesante pareja.
Ambas asentimos.
Por alguna razón que desconocía no pude evitar desviar mi atención hacia aquel pelinegro de ojos cafés. Él se encontraba conversando con otros chicos a su lado, hasta que pareció notarme y giro hacia mí dirección, buscando con la mirada aquello que parecía estar inquietándolo.
Fingiendo demencia retiré mi visión de él y recorrí a todos los alumnos que no pertenecían a mi grupo. Encontrándome a mi paso con la mirada retadora de Allen, que aun destilaba ese odio hacia mí que tanto caracterizaba nuestra relación. Una sensación extraña surgió en mi estómago, pero me obligue a no flaquear. Nunca más le daría el gusto de verme doblegada ante su inexistente poder.
El choque amenazante se vio interrumpido cuando la voz fina y elegante de Miss Graham resonó por el altavoz, captando la atención de todos los presentes.
—¡Atención, chicos! Como saben, el día de hoy realizaremos una sesión de duelos para poner en práctica las tácticas y hechizos de defensa que les he enseñado —se detuvo, esperando un asentimiento por nuestra parte—. La dinámica consiste en lo siguiente: de estas esferas sacaré un papel de cada una; en una de ellas está el nombre de un estudiante de cuarto año, y en la otra, el de su contraparte de quinto o sexto. Los alumnos de séptimo, en este caso, serán nuestros jueces, por lo cual los duelos se llevarán a cabo rápidamente para no interferir con sus especializaciones.
Explicó un sinfín de reglas más que apenas pude comprender, pero la más importante era, tal vez, que por ningún motivo podíamos atacar, solo defendernos.
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Editado: 05.02.2025