Sin duda tenía más preguntas que respuestas. Pero aun así mi mente se había esclarecido un poco. Algo en aquel chico me decía que debía confiar en él, sin embargo, me mostraba renuente a hacerlo. Confiaba en que podría averiguar todo sin su ayuda. No me quería unir a la que fuera su causa sin saber bien en que me metía, pues estaba consciente que hacerlo por un acto de desespero me podía traer consecuencias fatales.
Al menos mi plan había funcionado a la perfección y nadie pregunto nada acerca de mi espontánea desaparición. El hecho de que mi tía Ana regresara a la mansión ese mismo día también ayudo, pues todos enloquecieron para recibirla. Realmente su presencia había sido un alivio en todos los sentidos. El tío Jonh era una gran figura paterna. Incluso mejor que mi mismo padre. Aun así, faltaba siempre esa ternura materna que solo alguien como ella podía brindar.
En esos momentos me encontraba junto a Hailyn, su insufrible primo y mi hermano en Vanely. Teníamos la misión de encontrar los ingredientes para una práctica de pociones avanzadas, la cual sería nuestro examen.
Por causa de nuestra última pelea con Kayden se había formado un silencio, en el que ambos caminábamos como niños regañados detrás de la pareja de enamorados. Hasta cierto punto me desagradaba la manera en la que me hacía perder el control. Parecía que era incluso experto en siempre saber que decir para colmar mi paciencia. Esperaba que algún día tuviera que enfrentarse al chico cuervo y este lo dejara sin palabras. Solo así cerraría su enorme bocota.
Podía sentir como me miraba de vez en cuando. Esperando pacientemente el momento en que lo volviera a atacar, pero no cedi. Preferí concentrar mi atención en el elegante, aunque también pintoresco paisaje que ofrecía Vanely en esa mañana. El reloj acababa de resonar su doceava campanada revelando que era justo medio día. Ofreciendo aquel espectáculo que me había encantado la primera vez que había estado ahí, pues un destello dorado surgió de la punta del reloj. De allí comenzaron a formarse caballos hechos de chispas doradas, que galopaban por los aires como si estuvieran vivos. Cruzaban el centro jugando entre ellos.
No pude evitar verlos anonadada ante su belleza, como si nunca en mi vida los hubiera visto. Mi capacidad de asombro parecía estar intacta, pues podría ver aquello una y otra vez, estando segura que nunca lograría creer que realmente pertenecía a ese mundo. Era demasiado para cualquiera. Incluso aquel recubrimiento con joyas escarlatas que lucía a todo su esplendor con la luz reflejada por el sol.
Me dispuse a visualizar todo lo que me rodeaba una vez nos metimos por una calle que no conocía. En ella abandonábamos a las personas vestidas para impresionar, encontrándonos en su lugar a gente común, que portaba toda clase de vestimentas. Incluso algunos de ellos lucían orgullosos sus harapos. Tal parecía era un mercado, algo alejado de la sociedad.
—Cierra la boca. No creo que a las moscas les agradé toparse con ella —no pude evitar rodear los ojos ante el comentario del pelinegro. Aun así, no pude responderle, pues estuve a punto de chocar con una anciana que traía varias canastas sobre su espalda. Sin embargo, mis reflejos fueron más rápidos y alcance a quitarme, pero para mí desgracia choque con el amargado una vez más—. Veo que es costumbre tuya. ¿Tienes dos pies izquierdos o solo es una fascinación por estar cerca de mí?
Lo mire incrédula, sintiendo el peso de sus palabras chocar como una fuerte ventisca en el follaje de los árboles. No supe que de todo me indigno más, pero no pude contenerme de contestarle a pesar de que me había prometido ignorarlo.
—Y tu ¿No tienes nada mejor que hacer o solo tienes una fascinación por estar cerca de mí? —culmine mostrándole aquella sonrisa afilada que solo ocupaba cuando se trataba de él.
No respondió nada, pero el desafío en su mirada era evidente.
—¿Van a empezar otra vez? —el fastidio estaba presente en el tono de Hailyn.
—No creo, se ven tranquilos —mi hermano comenzó a masajear sus hombros para que se calmara—. Aunque sí parece que quisieran volver a batirse en duelo.
—Tranquila prima —hablo este, relajando su voz—. Solo estábamos intercambiando opiniones sobre el pintoresco mercado, ¿verdad?
—Por supuesto, un intercambio muy civilizado —respondí, manteniendo mi sonrisa venenosa mientras lo miraba fijamente. No iba a darle el gusto de dejarme como la mala de esa historia—. Y muy… amistoso.
Esas últimas palabras se sintieron como hierro ardiente subiendo por mi garganta. Incluso a él le causo gracia, puesto que estuvo por soltar la primera carcajada sincera ante mí. Pero se detuvo.
—Amistosas no es precisamente la palabra que usaría para describir tus respuestas, Kathrina, pero... puedo admitir que tienen su encanto —respondió él, inclinándose ligeramente hacia mí, como si compartiera un secreto.
—¿Encanto? —arqueé una ceja, cruzando los brazos—. Eso es nuevo viniendo de ti. Aunque, considerando tus estándares, quizás no debería sorprenderme.
—¿Mis estándares? —su sonrisa se ensanchó, y sus ojos se encendieron con algo que no pude descifrar del todo—. Digamos que prefiero las cosas interesantes. Y tú, Kathrina, eres lo más interesante que he encontrado en mucho tiempo.
—¿Eso es un cumplido o una advertencia? —mi tono era ligero, pero la tensión en el aire era palpable.
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Editado: 08.03.2025