Tears: Almas Corrompidas [#2]

11.- CICATRICES Y RUNAS

Habían pasado dos semanas desde ese día, pero el recuerdo de lo sucedido seguía atormentando mi mente. Eran pequeños flashbacks que llegaban en momentos aleatorios. Tan impredecibles, tan vivaces, tan reales.

Me sentía decepcionada, ¿traicionada? Tal vez, aunque sabía que nadie me debía nada. No sé. Al final esperaba solo un poco de empatía, en un mundo que desde que era una niña me había demostrado que no podía otorgarla. Desde que perdí el conocimiento no volví a saber nada más, hasta tres días después que desperté en un sanatorio mágico.

Sabía que las manifestaciones pidiendo mi cabeza habían aumentado en los pueblos de Evermoorny. Creían que al cosificarme pararían el problema, pero esa no era la solución. El hecho de que me culparan por todo era otra de las razones que me tenían demasiado molesta, pues recordaba muy bien las palabras del juez y el detective. Ishyra llevaba tiempo acechando. La única diferencia es que ahora querían ponerle un rostro al problema. Y por desgracia, habían elegido el mío.

Las marcas en mis brazos eran un recordatorio constante de que no debía de dar más de lo que podía recibir. De nada servía intentar encajar en un mundo que estaba diseñado a desencajar contigo. Algunos dicen que el tiempo cura todo, pero tal parecía que en mi caso solo hacia visibles las cicatrices que tenía por dentro. Sin embargo, me había prometido a mí misma no volverlos a ayudar si algo así volvía a pasar. Si a ellos no les importaba mi vida, ¿Por qué a mí debería preocuparme la de ellos?

Toque mi brazo con delicadeza, repasando las líneas negras que se habían formado desde mi brazalete hasta mitad de mi brazo. Ya no dolían, pero la sensación seguía presente. Las quemaduras fueron borradas por unas hadas sanadoras amigas de Damian, aun así, el fuego abrazador seguía evocándose cada vez que recordaba ese momento.

—¿Te sientes bien? —el dejé de preocupación estaba presente en la voz de Fier, quien esos días me había estado demostrando su apoyo—. Yo creo que podrían pasar como tatuajes. En Italia vi a un chico con uno parecido.

Eso me hizo reír sin tapujos. Amaba la manera que tenía para consolar a los demás, me hacía recordar la época que estuvo para mí, cuando todo mi mundo se vino abajo.

—Definitivamente serian un buen diseño de tatuajes —confirme. Viéndolo de esa manera tenía razón, podían pasar fácilmente por eso—. El hecho en que estén en ambos brazos los hace parecer planeados.

—Si alguien te pregunta el significado podrías decirle que de chiquita te tropezaste con una y caíste golpeándote la cabeza.

Negué con la cabeza, totalmente divertida y algo extrañada por sus comentarios.

—¿Te sientes bien? —le pregunte, recargándome en mi balcón mientras dejaba que los rayos de sol inundaran mi rostro.

—No —respondió con sinceridad, mientras levitaba por todos lados a una velocidad impresionante. Supe que era lo que pasaba al verlo actuar así—. Comí mucho chocolate.

Resople resignada. Desde que había descubierto lo que era el chocolate, no dejaba de comerlo en exceso. Esa era una de las cosas que había descubierto de él. Al parecer ese dulce era como su droga personal. Lo ponía muy inestable y algo alocado, para después dejarlo tirado durante horas.

—¿Qué te he dicho? —le recordé, al mismo tiempo que interrumpía mi baño de sol para ingresar a la habitación.

—Muchas cosas —se comenzaba a poner más inquieto y su voz revelaba que el efecto estaba empeorando—. Pero me las paso por donde el sol nunca podrá penetrar con su luz.

Sus risas desquiciadas llenaron la habitación en cuanto empezó a reírse de sus propios chistes. Los cuales solían ser malos. Demasiado diría yo.

Busque desesperadamente en mis cajones la poción que había realizado como antídoto. Maldiciendo a todo lo que se atravesaba, pues ráfagas de fuego empezaban a cruzar mi alcoba, evocándome una vez más esos recuerdos tan tortuosos. Al fin pude encontrar el tubo con el líquido fosforescente después de poner de cabeza todo. El problema sería dárselo.

En un descuido lo agarre y apretando su cuello lo obligue a tragarse todo el contenido.

—¡Ni se te ocurra tirarlo Fier! —exclamé, una vez lo tuve que soltar pues comenzaba a quemar mi mano.

—MIAUUUU

Magnus se había unido a la batalla campal, intentando esquivar el fuego que salía de la boca de este. Afortunadamente lo había hechizado para que mientras no fuera intencional, no ocasionara ningún daño, pero se encontraba fuera de control.

¿Cuánto chocolate habría comido? Mi respuesta fue clara cuando vi todos los estuches vacíos, los cuales habían sido regalos de mis conocidos que vinieron de visita.

—PARALIZED —la ráfaga vino fue certera y al impactarlo este cayo congelado sobre mi cama—. De la que nos salvamos, Ares.

Mi gato solo me miro de reojo y se dirigió al balcón. Totalmente acostumbrado a su caótica vida. Estoy segura que si pudiera hablar me hubiera dicho algo como: “en que momento vine a nacer bajo tus cuidados”

Suspire al ver todo el desorden que habíamos provocado y que ahora me costaría reubicar. No podía utilizar magia pues los grilletes aun me dolían al usarla, sin embargo, estos parecían simplemente estar colgando. Se notaban frágiles y algo dañados desde ese día, aun así, la deliberación sobre lo que sería de ellos en la corte seguía en pie. Todos los días mi tío me daba un reporte de lo nuevo, pues debido a mi estado me habían concedido el no asistir. Aunque muy en el fondo sabía que intentaban protegerme de las turbas furiosas.




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