Habían sido días difíciles. Me encontraba totalmente devastada, perdida y asustada, pero a pesar de eso no me había dejado vencer. Las manifestaciones y las miradas furtivas cesaron después de lo ocurrido. En los pasillos todos huían de mí, aun así, si era sincera, no me importaba. La noticia de lo que sucedió se esparció como la pólvora en todos los rincones de Evermoorny. Oro News lo calificó como una trágica venganza, con un final aún más trágico. No me sorprendió, pues realmente solían exagerar todo.
Mis tíos prácticamente me prohibieron volver, pero no quería que pensaran que me habían vencido. Era ego tal vez, sin embargo, no les daría ese gusto. Me tenían vigilada. Esa era la condición para que me permitieran regresar a mi normalidad. Ralph que era el único de mis hermanos que aún estaba en la escuela, se convirtió en el encargado de cuidarme mientras pudiera, aunque eso no era malo puesto que nos habíamos vuelto más cercanos.
Un juicio para determinar mi situación se había suscitado casi al instante. Afortunadamente el dictamen fue favorable para mí; en este se decidió que ya era completamente capaz de controlar mi magia, así que los grilletes no volverían. Al escuchar aquello y como si una recompensa de la vida se tratara, pude sonreír por primera vez desde esa noche. Nadie refuto, aun cuando muchos de los presentes eran caras muy conocidas para mí. Aparecían en cada pesadilla que tenía. En cada flashback que volvía una vez mis ojos se cerraban, aunque fuera unos segundos.
Me estaba costando demasiado volver a la normalidad, pero sabía que yo podría lograr superar aquello. No me daría por vencida. Estaba casi segura que en algún momento esas huellas que parecían imborrables, al fin desaparecerían. Desaparecerían de mi mente, de mi corazón y de mi alma. Tenía la convicción de que algún día todo mejoraría. Pero sabía que tenía cosas que hacer. Y esa era mi motivación para no quedarme encerrada en mi habitación. Es por eso que le agradecí a Forester cuando llego a la mansión preguntando por mí. Me pidió acompañarlo a hacer una revisión nueva al lugar donde murieron mis padres.
Después de que le conté la nueva visión que tuve el día que fuimos con Damian por pizza, me prometió que buscaría los permisos para hacer una nueva inspección. Así que en esos momentos nos encontrábamos buscando indicios, que podrían ser igual de imborrables, a pesar de los más de diez años que habían transcurrido.
El callejón estaba sumido en un silencio sepulcral, roto únicamente por el tenue murmullo del viento al deslizarse entre los edificios. Las farolas parpadeaban con una luz enfermiza, proyectando sombras alargadas sobre los muros descascarados. Respire profundamente, tratando de calmar la avalancha de emociones que me provocaba estar allí de nuevo.
Forester estaba junto a mí, con los brazos cruzados y esa expresión que siempre parecía decir que todo era un enigma esperando a ser resuelto.
—¿Estás segura de que esto funcionará? —preguntó con su característico tono neutral, pero había un deje de duda.
—Sí —mi voz sonó más firme de lo que esperaba, aunque mis manos temblaban mientras sacaba el pequeño frasco de cristal. Dentro, el polvo brillaba como si atrapara fragmentos de estrellas en miniatura—. Si le soy sincera, no lo sé. Pero he basado mi vida en la fe, así que, ¿Por qué no intentarlo?
Lo vi asentir, aunque el rastro de duda no había desaparecido. Tenía una ligera sospecha que era debido a lo que estaba usando para revelar lo que buscábamos.
Había encontrado una infusión de espigas en el libro del cuervo que servía para revelar cosas ocultas, o casi perdidas. La realice en el salón de posiciones, pues era el único lugar en el que podría encontrar todos los ingredientes. Tuve que ser muy cautelosa, puesto que el profesor Ernest parecía estar a punto de despertar del hechizo para dormir que le había hecho. Realmente tenia un sueño muy ligero, así que no tuve otra opción más que dormirlo a través de la manzana que le di. Aun así, todo había salido a la perfección.
Me arrodillé en el centro del callejón, justo donde sabía que todo había pasado. Dibujé un círculo con la infusión y murmuré las palabras en ese idioma que aún me resultaba extraño, como si mi boca no estuviera hecha para pronunciarlo.
El aire cambió de inmediato, volviéndose más denso, casi cargado de electricidad. El círculo comenzó a brillar tenuemente, y mis ojos se abrieron con asombro mientras las primeras huellas aparecían en el suelo, como si el pasado estuviera resurgiendo para contar su historia.
—¡Ahí están! —murmuró Forester, inclinándose a mi lado—. Estas coinciden con las que teníamos registradas —su vista pasaba de sus papeles al suelo, asintiendo al descubrir que era exactamente igual—. Sorprendente.
Una ligera risa escapo de mis labios. Parecía demasiado asombrado de que si hubiera funcionado mi pequeño truco.
Mis ojos siguieron las marcas, estas revelaban las suelas de unas botas grandes y pesadas, que se dirigían hacia la salida del callejón. Pero algo llamó mi atención, un detalle que me hizo contener el aliento. Justo a un lado, un par de huellas más pequeñas comenzó a formarse, delicadas y diferentes, como si pertenecieran a alguien que no tenía por qué estar allí. O al menos eso marcaban los expedientes que tan fervientemente había leído.
—Eso no estaba en los reportes originales —susurré, incapaz de apartar la vista.
Forester se inclinó para examinarlas con cuidado, sacando su linterna.
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Editado: 08.03.2025