Tears: Almas Corrompidas [#2]

16.- LAZOS OSCUROS

Después de esa noche el caos se desato y las ruinas de esa catástrofe eran recuerdos latentes de lo que había sucedido. No era la única marcada, y eso en cierto punto me complacía. Al fin sentirían un poco de lo que me atormentaba todos los días. Lo que realmente me sorprendía es que por primera vez nadie parecía culparme de lo que pasaba. Mi nombre se había mantenido intacto en las conversaciones, a pesar de la mala reputación que me habían creado.

Duré lo que sentí una eternidad vagando por el bosque antes de regresar a casa con el encantamiento wildrest. Tiempo después llego toda mi familia, junto con Hailyn y Jazzlyn; aliviándome de que se encontraran bien y sin ningún rasguño. Al parecer Sawyer les había dicho que me había visto ir al bosque, así que ellos no perdieron tiempo en buscarme. Hecho que le agradecía internamente, pues a pesar de todo los había salvado de alguna manera.

Escuché atenta la manera en que narraban la aparición teatral de un joven ataviado de negro, envuelto en una parvada de cuervos. Fingí una genuina sorpresa y pregunté: ¿Cómo era? La respuesta era obvia, pues ni siquiera yo conocía su rostro por completo. Esa capucha siempre lo aislaba del mundo, impidiendo ver quién era el que se ocultaba tras ella. Lo único que logró sacarme de mi papel, perfectamente interpretado, fue cuando llegaron a la parte en la que lo vieron asesinarla, cortándole la cabeza, para después desaparecer.

No mentiré al decir que no me alivio escucharlo. ¿Se habían acabado mis problemas ya? ¿Sería libre al fin? Era obvio que no. La ingenuidad era parte de mi vida, pero no estaba tan tonta como para creer que todo acabaría así de fácil. Tenía que haber algún truco, de no ser así, ¿Por qué no lo había hecho antes?

Esos pensamientos habían estado albergando mi mente todos esos días. Incluso en ese momento, cuando me encontraba hablando animadamente con Hailyn en el comedor. Por los hechos las clases se suspendieron por una semana, sin embargo, al igual que yo, la comunidad mágica tampoco quería mostrarse vencida. Aun así, el aire que se respiraba en los pasillos era casi luctuoso. Agobiante, desesperado y de una profunda tristeza.

—¿Crees que tu hermano me quiera? —preguntó una vez más, mientras suspiraba y hacia levitar uno de los lirios que se encontraban en el jarrón—. Me quiere. No me quiere. Me quiere.

La vi destrozar a otra pobre flor. Ninguna de ellas tenía la culpa de la masacre que estaba orquestando, pero no podía salvarlas o probablemente lo tomaría como una señal del destino. Armaría un drama, y mi pobre hermano también se pondría histérico.

Negué alejando esa imagen mental de mi cabeza. ¿Todas las relaciones serian así de caóticas? No es que la de ellos lo fuera, pero parecía que nunca se sentían satisfechos con lo que le entregaban al otro y querían dar más. Eso me asustaba. Era bonito dar todo por alguien, sin embargo, no siempre era igual de reciproco.

—Yo creo que si —me metí una uva verde a la boca, pues se habían estado convirtiendo en mis favoritas—. Lo hiciste caer con un beso.

La vi sonrojarse ante la mención de lo sucedido en el coven.

—¿Crees que sepa que lo quiero? —volvió a preguntar, soltando un suspiro al ver como una flor más terminaba abatida—. Tener novio es tan difícil, Kath.

Se dejó caer sobre la mesa en un gesto dramático. A lo que yo solo negué mientras seguía con mi tarea de acaparar todas las uvas de la mesa.

—Por eso yo nunca tendré novio —le aseguré.

Al verlos de esa manera me aterraba saber que podía caer por alguien de la misma forma. Sentí un escalofrió recorrer mi cuerpo ante la idea. Definitivamente no.

—Nunca digas nunca —me miro de manera suspicaz, como si quisiera detectar un rastro de mentira en mis palabras—. Se te puede voltear.

—Conociendo mi suerte puede que tengas razón —dije con un tono de burla. Sabía que debía cambiar de tema, pues aquella conversación podría escalar más de lo que me gustaría—. Mejor cuéntame lo que paso en pociones.

Ese fue el hilo invisible que debía jalar para que comenzara a contarme todo lo que había sucedido mientras estaba en el baño. El bullicio del comedor era casi reconfortante, un eco constante de risas, murmullos y el tintineo de platos chocando. Sin embargo, en esos momentos los estaba ignorando por la interesante historia que mi amiga me contaba. Ella gesticulaba con entusiasmo mientras relataba todo, más por ser una de sus clases menos favoritas.

—¡Y entonces, el caldero explotó! —dijo con una sonrisa radiante—. El pobre profesor salió con el cabello quemado y…

Antes de que pudiera terminar, un estruendo sacudió nuestra mesa, interrumpiéndola bruscamente. Dos pares de manos se habían estrellado contra la superficie, haciendo saltar las copas y cubiertos. Levanté la vista, encontrándome con un chico y una chica que no reconocía. Sus rostros estaban tensos, llenos de enojo y una evidente intención de confrontación.

—¡Así que aquí estás! —soltó el chico, inclinándose hacia mí con los puños aún apoyados en la mesa.

Lo miré con frialdad, aunque una chispa de irritación comenzó a encenderse en mi interior. ¿Qué le pasaba a ese tipo?

—¿Perdón? —respondí, manteniendo mi tono neutro.

—"Perdón"? —repitió con sarcasmo, haciendo cada vez más evidente su enojo—. Por tu culpa, hay muertos. ¡Por tu culpa!

Repase con la mirada todo el comedor, y podía jurar que todos se encontraban igual de extrañados con la escena. A pesar de que sabía que no era cierto lo que decía, no pude evitar sentir un nudo en el estómago. Aunque mi rostro permaneció inmutable, las palabras golpearon más fuerte de lo que quería admitir.




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