Kayden era un completo idiota.
Lo sabía, lo tenía clarísimo. Había reunido suficiente evidencia a lo largo ese tiempo como para escribir una tesis sobre ello. Pero, como si se tratara de un reto personal, lograba superarse a sí mismo cada vez más.
Aún sentía el temblor en mis manos después del susto que me había hecho pasar en el bosque. Si mi corazón hubiera sido un poco más débil, ya estaría escribiendo mi testamento. Pero, por supuesto, eso no era suficiente. Como si el universo tuviera algo personal contra mí, ahora tenía que presenciar esto.
El comedor de Evermoorny, como siempre, era un caos con su propio orden. Las mesas de madera estaban abarrotadas de estudiantes que comían entre risas y charlas animadas. Algunos usaban magia para pasarse platos, otros tenían pequeños accidentes con hechizos mal ejecutados, como el pobre chico que acababa de hacer explotar su sopa y ahora olía a calabaza. Un día común y corriente. O al menos lo habría sido, de no ser por lo que tenía frente a mí.
Apenas me había sentado con mi bandeja cuando mi vista se deslizó hacia él.
Kayden.
Estaba a unos metros, sentado con esa expresión de me da igual todo que me sacaba de quicio. Su codo apoyado en la mesa, su porte relajado, la típica mirada de indiferencia. Todo en él gritaba que no le importaba absolutamente nada.
Pero lo peor no era él. Lo peor era que estaba ignorando a la chica a su lado por centrarse en mi persona. La desafortunada chica era Cecilí.
Me sorprendía verla. Su cara era bien conocida en Scouldimag. Era de esas personas que parecían haber nacido con un brillo especial, que no necesitaban esforzarse para destacar. Su cabello estaba perfectamente peinado, su postura impecable, su sonrisa leve, justa para parecer simpática sin parecer falsa.
Y ahora, estaba sentada junto a Kayden. Y le estaba tomando la mano. Mi ceja se arqueó sola al notarlo.
Momento.
¿Era esto lo que pensaba?
Por instinto, miré alrededor, buscando a alguien más que confirmara la escena, como si mi cerebro necesitara pruebas adicionales para procesarlo. ¿Kayden? ¿Con novia?
Eso sí que era nuevo.
Observé a Cecilí con un escrutinio disimulado. Pobre chica. Debía ser un enorme sacrificio estar con alguien como él. No era que sintiera celos ni nada por el estilo, solo una infinita lástima. Sí, solo era eso.
Porque, ¿quién en su sano juicio querría lidiar con Kayden?
Sacudí la cabeza y volví la vista a mi bandeja, fingiendo desinterés. Me llevé un pedazo de pan a la boca mientras intentaba ignorar la extraña incomodidad que me recorría el estómago. No tenía sentido, ni siquiera me importaba. Lo único que quería era salir de allí lo antes posible.
Me concentre en mi platica con Hailyn, quien me estaba contando su plan para la celebración de su primer aniversario con mi hermano. La convencí de seguirlo planeando en una de las jardineras del patio, pues comenzaba asfixiarme todo ese ambiente. Algo extrañada ella acepto, sin antes voltear a ver a su primo y su novia.
Salir del comedor sin levantar sospechas se estaba convirtiendo en toda una misión.
El plan era simple: caminar con la mirada al frente, ignorar cualquier mirada que viniera de su mesa y desaparecer lo antes posible. No quería quedarme un segundo más en aquel ambiente cargado de tensión invisible. Pero, claro, el universo nunca me lo ponía fácil.
Apenas habíamos dado unos pasos hacia la salida cuando sentí el peso de su mirada electrizante sobre mí. Otra vez.
No tenía ni que voltear para saberlo. Lo sentía. Cecilí también lo hacía, pues me miraba con cierto recelo.
Cada vez que mis ojos se desviaban mínimamente en su dirección, me la encontraba observándome con una expresión impasible, como si tratara de descifrar algo. A veces, cuando Kayden no estaba viendo, su mano se aferraba a la suya, como si quisiera marcar territorio.
Y yo… bueno, yo solo quería largarme de ahí. No me apetecía vivir un drama al respecto.
Justo cuando Hailyn y yo estábamos a punto de cruzar la puerta, una voz inconfundible resonó en el comedor.
—¡Kath, Hailyn! ¡Vengan un momento!
Ralph.
Cerré los ojos un segundo, rezando porque no fuera con nosotras. Aunque era más que obvio que sí.
—Ignóralo y sigue caminando —murmuré a Hailyn, pero esta me lanzó una mirada severa antes de dar la media vuelta.
—No seas mala hermana —dijo, tomándome del brazo y arrastrándome sin piedad hasta la mesa de los de sexto.
Sabia que había dicho que lo apoyaría en lo que fuera, pero ¿Por qué justo en ese momento? ¿Por qué justo en esa mesa?
De verdad que debía ir con una bruja sanadora para que me realizara una limpieza, pues tanta mala suerte era un caso digno de estudio. Cuando llegamos, busqué con desesperación un asiento lejos de Kayden, y aunque lo logré, terminé sentada a unas cuentas sillas de Sawyer.
Desde la noche de brujas, él no se había acercado demasiado, pero su costumbre de mirarme desde la distancia seguía intacta. No sabía qué me inquietaba más: el hecho de que me mirara como si supiera algo que yo no, o el hecho de que ahora estábamos lo suficientemente cerca para hablar.
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Editado: 08.03.2025