El dolor era lo único que lograba distraerme. Mi mano, aún enrojecida y palpitante, latía insistentemente. Cada movimiento sobre el lomo de Tamara, quien avanzaba con agilidad entre la maleza, provocaba sin querer un leve ardor.
El bosque estaba casi en completo silencio. La brisa helada se deslizaba entre los árboles, susurrando cosas que no alcanzaba a comprender. Solo el crujir de las hojas bajo las patas de Tamara y la presencia firme de Isaid a nuestro lado rompían aquella sospechosa quietud. Pero el frío parecía calarme hasta los huesos. Un frío que no tenía nada que ver con la temperatura.
Déjà vu.
Esa sensación era inevitable. El peso en mi pecho, la melancolía silenciosa. Todo eso me recordaba a la última vez que había estado en la villa de los Wolfreind. Pero, por mucho que las imágenes me invadieran, algo era distinto. Esa vez, lo tenía claro.
No lo quería más en mi vida.
Cuando Isaid volvió solo después de llevarse a Sawyer, sentí alivio. No había rastro de él, ni de su mirada desesperada. Y aunque todavía doliera, no me arrepentía de nada. Agradecí que me dejaran en paz mientras Tamara y algunos miembros de la manada me curaban la mano. El alivio fue inmediato, pero la herida invisible seguía ahí, palpitante.
En ese momento estábamos en camino a Travelers y la oscuridad del bosque se hacía cada vez más densa, como si la propia naturaleza se preparara para envolvernos en sus sombras. A pesar de todo, ambos me daban una extraña sensación de seguridad.
Cuando la silueta de los Eternos Enamorados apareció frente a nosotros, no pude evitar sentir un nudo en la garganta. Los dos enormes árboles, unidos en un abrazo eterno, marcaban el umbral entre el bosque y mi hogar.
—Inverzer Dectrum.
Mi voz apenas fue un murmullo, pero bastó. El portal se abrió con un destello efímero, desvaneciéndose en la brisa. Por un instante, todo fue calma.
Pero entonces, el bosque pareció despertar.
La tranquilidad que había reinado hasta ese momento fue sustituida por una inquietud creciente. Cada paso resonaba con más fuerza, como si las sombras mismas nos observaran. El aire se volvió más denso, y un escalofrío recorrió mi espalda.
Tamara también lo sintió. Su respiración se hizo más profunda y sus orejas comenzaron a moverse inquietamente mientras avanzaba con mayor cautela.
Fue entonces cuando los escuché.
Pasos.
A toda velocidad. Pero no venían solo del suelo. Arriba, entre las copas de los árboles, las ramas crujían con cada salto. Algo o alguien nos seguía.
Miré hacia arriba, tratando de distinguir alguna figura entre la oscuridad. Solo alcancé a ver sombras fugaces deslizándose con una agilidad inhumana. El corazón se me aceleró.
—¡Tamara! —alcancé a advertir, pero fue demasiado tarde.
Algo pasó a traerla con una fuerza brutal. Un rugido desgarrador escapó de sus fauces mientras ambas salimos disparadas, rodando por el suelo húmedo. El impacto me arrancó el aire, y por un instante, el mundo dio vueltas a mi alrededor.
Me incorporé con dificultad, jadeando. La vista me ardía, pero logré enfocar lo que ocurría.
Isaid.
Él estaba peleando. Su cuerpo se movía con una rapidez imposible, esquivando y atacando con fuerza descomunal. Pero su oponente no era humano. Su figura era delgada y pálida, con ojos encendidos como brasas. Un vampiro.
El sonido de los golpes resonaba en la noche, con cada embate acompañado por gruñidos guturales. Sentí una presión en el pecho.
—¡Isaid! —grité, pero antes de poder acercarme, una silueta se abalanzó hacia mí.
Con reflejos agitados, extendí la mano y conjuré con todas mis fuerzas.
—¡IGNIS AEVUM!
Una ráfaga de energía escarlata brotó de mis dedos, golpeando al vampiro con violencia. Su cuerpo salió despedido, estrellándose contra un árbol con un ruido sordo.
La adrenalina me envolvió, pero el aturdimiento seguía ahí. Respiré agitadamente, obligándome a mantenerme firme. No podía detenerme, no si quería vivir.
Busqué a Tamara con la mirada, encontrándola aun inconsciente en el suelo. Una sensación de preocupación comenzó a crecer en mí, pero un aullido ahogado llamo mi atención. Entonces, me volví hacia Isaid.
Él seguía luchando, pero su oponente era rápido, casi imperceptible. Su fuerza licántropa era impresionante, pero incluso eso tenía límites.
—¡Esto no puede ser posible! —grité, sintiendo cómo la magia se agitaba en mis venas.
Las sombras no iban a ganarnos. No esa vez. O al menos eso esperaba.
El aire se volvió espeso, incluso podía decir que estaba cargado de energía oscura. Las sombras danzaban a mi alrededor, como si se regocijaran con cada embate hacia nosotros. Su velocidad era abrumadora, sus movimientos apenas perceptibles, y aunque mi corazón latía con furia, no permití que el miedo me dominara.
"Recuerda tus enseñanzas."
La voz de Cuervo resonó en mi mente. Cada lección, cada advertencia. Su risa áspera cuando cometía un error y la firmeza de sus palabras cuando decía que la magia era poder, pero la mente era la verdadera arma.
#2741 en Fantasía
#567 en Magia
#1350 en Thriller
#639 en Misterio
criaturas miticas seres sobrenaturales, misterio romance magia, enemistolovers
Editado: 14.04.2025