Tears: Almas Corrompidas [#2]

34.- FLORESCENCIA

La brisa húmeda que entraba por las ventanas abiertas del salón olía a tierra mojada y a hojas recién agitadas. La clase de magia ambiental siempre se impartía con las ventanas de par en par, como si el simple contacto con el aire fuera parte del hechizo. El profesor Lyrestorm, con su bata de lino deshilachado y su bastón torcido, caminaba de un extremo a otro mientras hablaba con esa voz suave que, sin embargo, lograba mantenernos atentos.

—La magia ambiental no es solo un canal de energía, es una conversación con nuestro yo —decía mientras pasaba frente a mí—. Los árboles no escuchan a gritos. El agua no responde al miedo. La tierra no vibra con la ira. Para que los elementos te ayuden, debes ser capaz de silenciar tu ego, tu ruido interior... y escuchar.

Me removí en mi asiento.

No es que no entendiera lo que decía. De hecho, lo entendía demasiado bien. El problema era que mi ruido interior jamás se callaba.

Mientras el resto de mis compañeros cerraban los ojos, relajaban los hombros y alzaban las palmas hacia el impresionante jardín interior donde crecían enredaderas hechizadas y otros tipos de flores mágicas, yo apenas podía mantener mi respiración estable. A mi lado, Hailyn parecía flotar en medio de la energía del lugar. Tenía los ojos cerrados, una media sonrisa en el rostro y un leve temblor de poder en la yema de sus dedos. Una flor abrió sus pétalos justo frente a ella, como si la naturaleza la reconociera como su igual.

En cambio, a mí... nada. Ni una hoja temblaba.

—Recuerden —continuó el profesor, girándose hacia nosotros—, lo importante no es forzar al entorno a obedecer, sino invitarlo a cooperar. Prueben con el hechizo base: Silvan Cordis.

Lo intenté. Susurré las palabras, respiré lento, y dejé que mis dedos rozaran el borde de las flores que cubrían la banca. Esperé alguna respuesta. Un latido mínimo. Un cosquilleo.

Pero lo único que sentí fue la frustración de siempre.

¿Y si es por eso que no puedo? —pensé—. ¿Porque no sé cómo apagar mi cabeza? ¿Porque mi alma está demasiado cargada, demasiado rota… demasiado en guerra para encontrar calma en nada?

—Kath —escuché la voz suave de Hailyn junto a mí—, intenta pensar en un recuerdo feliz. Uno muy concreto. Eso ayuda a veces… a conectar.

Asentí, aunque no sabía si era capaz de encontrar algo así. Los recuerdos felices siempre estaban empapados de nostalgia, de pérdida o de culpa. Incluso los mejores terminaban por doler.

Pero lo intenté. Cerré los ojos. Pensé en la risa de mis hermanos aquella noche de tormenta, cuando nos juntábamos para ver películas los tres, e incluso también pensé en ellos: en Hailyn y Miles. Sentí la calidez de aquellos momentos, la seguridad efímera que me otorgaban. Por un segundo, creí que algo vibraba bajo mis dedos.

Solo por un segundo.

—Es un comienzo —dijo el profesor, pasando junto a mí sin mirarme, pero con una pequeña sonrisa—. A veces los primeros hilos no se ven, pero están ahí.

Suspiré. No sabía si había dicho eso porque lo creía o solo porque no quería que me desmotivara del todo.

Miré de reojo a Hailyn, que me ofreció una mirada cómplice. Sonreí de vuelta. Tenerla ahí ayudaba. Incluso si no lo admitía en voz alta, saber que ella creía en mí me hacía intentar una vez más.

Aunque dentro de mí supiera que para conectar con la naturaleza… primero tendría que aprender a reconciliarme conmigo misma.

No podía concentrarme. Lo intentaba, lo juro, pero la ansiedad me carcomía por dentro como una polilla hambrienta. Faltaba un día. Un solo día para el treinta de noviembre. Y aunque trataba de aferrarme a la idea de que todo saldría bien… había algo dentro de mí que no dejaba de repetirme que no estaba lista.

Para colmo, esa mañana me había llegado un Cendal.

Una pequeña ave de plumaje esmeralda y ojos más grandes que su cuerpo, que revoloteó hasta mi ventana justo cuando terminaba de arreglarme. Venía de parte del rey de los Smolls. Apretaba con sus garras un minúsculo pergamino sellado con cera blanca.

“Ishyra atacó. No hubo muertes, pero cada vez son más violentos. Tememos que esté cazando para alimentar su magia. Cuídense. —Rey Thymus”.

La carta no era larga, pero bastó para que la alarma se encendiera en mí. Cuervo me lo había dicho, claro. Después de lo que ocurrió en la pelea, donde literalmente la había… matado, su energía se debilitó, y por eso estaba usando a sus vampiros para cazar criaturas mágicas y absorber su esencia. Los smolls eran rápidos, sí, pero no inmunes. Nadie lo era.

Me dolía el estómago. Las manos me sudaban. Me encontraba en medio de una clase que no podía importarme menos cuando allá afuera… algo se preparaba para desatarse. ¿Y si no salía viva del ritual? ¿Y si lo peor aún no comenzaba?

Además, aun no tenía noticias del abogado que había buscado para que me orientara con lo de la empresa. Ese sería mi golpe final.

—Señorita Moonlight. —La voz del profesor Lyrestorm fue como una cubetada de agua helada.

Levanté la vista de golpe, atrapada con la mirada en mitad del remolino de mis pensamientos.




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