Estaba viva. Lo sabía porque dolía.
Los primeros días en el sanatorio mágico fueron una especie de limbo entre la vigilia y el sueño. Me despertaba sin saber si era de noche o de día, si estaba soñando o atrapada aún en ese recuerdo… el último que había vivido antes de colapsar. El dolor ya no era tan intenso, pero su eco seguía palpitando en mi pecho como una maldición que no podía quitarme de encima. Me costaba respirar a veces. No por una herida física, sino por el peso de todo lo que había pasado. De todo lo que había perdido.
Me habían dicho que llevaban varios días cuidándome. Había ingresado al sanatorio inconsciente, envuelta en restos de tierra y magia salvaje. Chris me había llevado en brazos hasta que mi cuerpo no respondió más. Me contaron también que un joven vestido de negro había estado ahí. No hablaron mucho de él, pero no necesitaba que lo hicieran. Sabía que Cuervo no me dejaría sola.
Físicamente, mejoraba. Cada mañana podía moverme un poco más. Ya no me dolía todo el cuerpo. Las enfermeras me sonreían con falsa ternura, y cada vez que me hacían alguna pregunta solo asentía para no hablar. No tenía ganas de hablar. Ni fuerzas. No tenía nada.
Lo que nadie se atrevía a decirme directamente, lo supe por el silencio. Por cómo me evitaban la mirada. Por cómo mi nombre parecía pesarles en la lengua.
Mi tío John no sobrevivió.
No fue por el cuchillo. No del todo. La transferencia de dolor que hice funcionó, por un breve instante le quitó el sufrimiento, la maldición dejó de consumirlo… pero era demasiado tarde. Lo supieron después, cuando analizaron su sangre. Había estado siendo envenenado. Durante semanas. Un veneno sutil, silencioso, que debilitó cada órgano, cada célula. Cuando el cuchillo lo atravesó, su cuerpo ya no tenía cómo luchar.
Y quien lo había envenenado, claro… era Anna.
Mi tía.
La mujer que me crió. La que me peinaba el cabello antes de dormir. La que lloró conmigo cuando enterramos a mis padres. La misma que me enseñó el encantamiento Sanatiens. La que me decía “mi niña hermosa” cuando creía que no valía nada. La que me abrazó el día en que decidí cambiar.
Esa mujer fue la misma que mató a mi madre. A mi padre. Y ahora… a mi tío.
Había algo profundamente cruel en esa revelación. No solo por lo que había hecho, sino por quién lo había hecho. Me sentía partida en mil partes. Como si toda mi vida se hubiera construido sobre una mentira. Y lo peor era que, pese a todo, seguía sin entender por qué. Ningún motivo, por más que lo repitiera una y otra vez en mi cabeza, lograba justificar el nivel de traición.
¿Sería influencia de Ishyra? No lo sabía.
En las noches, el techo blanco del sanatorio parecía cerrarse sobre mí. No podía dormir. Cuando lo hacía, soñaba con la sangre. Con el cuchillo. Con la sonrisa torcida de Anna. Con su voz susurrándome mentiras. Con mi tío extendiendo la mano mientras se deshacía frente a mis ojos.
Ya no soñaba con mis padres. Eso era peor. Era como si incluso ellos me hubieran dejado sola.
A veces llegaba gente a verme. Ralph, Sophie, Rhys, Farith incluso Hailyn… que había llorado la primera vez que entró. Me hablaban, intentaban distraerme. Chris venía todos los días, aunque hablábamos poco. Solo se sentaba en la silla junto a mi cama y me ofrecía su silencio. Y aunque se lo agradecía, la verdad era que no esperaba a ninguno de ellos.
Solo había una visita que realmente anhelaba. Una sombra. Una promesa. Cuervo.
No sabía por qué. Tal vez porque fue el único que me preparó para esto, aunque no lo dijera con claridad. Tal vez porque no me trataba como si estuviera rota. Tal vez porque cuando todo estalló, fue él quien me sostuvo al final. Quien me recogió del abismo.
Pero él no aparecía.
Y yo… yo me sentía como si me estuviera desmoronando de nuevo.
Durante horas enteras, pensaba en el pasado. En el bullying de mi hermano. En los desprecios de Ariday y sus padres. En cada mirada que me hizo sentir que sobraba. En las veces que mi tío Sthepano me decía que debía ser más fuerte, menos “emocional”, más como una Moonlight de verdad.
¿Quién más lo sabía?
¿Quién más me había mentido?
Pensaba también en la empresa. En el testamento. En las cláusulas. En los documentos que firmé sin leer. Todo había sido manipulado. Cada paso. Cada conversación. Cada decisión que creí tomar por mí misma.
Todo era una gran farsa.
Me lo repetía una y otra vez: tienes que ser fuerte, Kath. Pero no lo era.
No quería fingir más. No quería sonreír. Ni levantarme. Ni seguir adelante. Solo quería volver al momento exacto antes de saberlo todo. Volver a ser ingenua. Volver a no sospechar. A confiar. A dormir sin miedo. A tener un lugar seguro donde esconderme.
Pero ese lugar ya no existía.
Me quedaba solo el vacío. Y el recuerdo ardiente de la verdad que ahora llevaba clavada como un puñal en el alma.
Mis pensamientos eran un bucle doloroso del que no podía escapar. Todo giraba: los rostros, las voces, los recuerdos, las preguntas que nadie podía responder. Me sentía atrapada dentro de mí misma, como si incluso el sanatorio fuera solo un disfraz más para la jaula invisible en la que ahora vivía.
#4792 en Fantasía
#986 en Magia
#2423 en Thriller
#1176 en Misterio
criaturas miticas seres sobrenaturales, misterio romance magia, enemistolovers
Editado: 31.08.2025