—Pasajeros estamos a punto de aterrizar— habló la azafata
Leonard miró de un lado a otro. Y se dio cuenta de que ya descendían, por fin podía estar tranquilo.
Era consciente en lo que se había metido. Lograba tener muchos lujos que tan solo soñaba en su juventud, pero a costo de que ponía en peligro su vida.
—Y una mierda mi vida, yo quiero lo que me merezco. — Habló entre dientes
El hombre de su costado lo miró de reojo con algo de rechazo. Leonard lo ignoró, de todas formas, el rechazo estaba presente durante toda su vida.
Miró su reloj, eran ya las nueve de la mañana.
Entonces, alguien comenzó a toser desde atrás de los asientos. Nadie le dio importancia. El avión seguía descendiendo poco a poco y Leonard frotaba sus manos con mucha fuerza, se sentía nervioso, puesto que los vuelos siempre le causaban eso. En los asientos de su lado derecho, había una mujer sentado junto con su hijo. El niño miró a Leonard y le sonrió mostrándole su muñeco de Spider-Man que llevaba en la mano. Le devolvió la sonrisa y pensó “Espero que tu madre no sea como la mía, una maldita puta que se largó y me dejó”
De nuevo los tosidos se hacían más sonoros, y se acercaban. Leonard se extrañó, puesto que la gente comenzaba a hablar detrás de él. Se giró desde su asiento, y vio a un hombre obeso caminando y tosiendo con brusquedad. Se agarraba la garganta y su rostro estaba muy rojo. La azafata se percató del bullicio y caminó por el pasillo hacía aquel tipo. El hombre seguía caminando y parecía que iba a desmayarse.
—Se encuentra bien señ…
El hombre le vomitó en todo el cuerpo, y salpicó a los pasajeros que estaban cerca.
—Dios mío— exclamó la azafata.
El hombre dejó de toser y cayó al suelo inerte. Leonard se asqueó por el olor, aunque no era el único. Varios de los pasajeros se levantaron y la azafata se fue al baño. Mientras tanto su compañera salió del interior del avión y acercó al hombre. Revisó su pulso y se percató que estaba vivo.
— Por favor señores pasajeros, permanezcan en sus asientos, estamos a punto de aterrizar.
Luego el avión comenzó a bajar hasta rozar con el suelo. Las personas que seguían en pie se resbalaron por el charco de vómito. Y finalmente, el avión aterrizó.
“Mierda, pero que desastre”, pensó Leonard esperando a que abrieran la compuerta para poder salir.
La azafata que revisaba al tipo preguntó: — ¿Hay algún médico?
—Yo soy doctor— afirmó un hombre sentado en los asientos de adelante. Se acercó y comenzó a revisarlo.
El piloto junto con el copiloto, salieron de la cabina, y preguntaron qué era lo que sucedía. La gente empezó a hablar quejándose de lo sucedido. El hedor se hacía más fuerte, y las personas se tapaban la nariz y la boca. Hasta que abrieron la compuerta.
Todos bajaron del avión. Y cuando Leonard salió su teléfono comenzó a sonar. Observó quien era, pero el número marcaba como desconocido.
— Aló— respondió Leonard
— ¿Tienes mi dinero?
Aquella pregunta lo dejó un tanto desconcertado, debido a que el viaje fue algo desagradable, hasta que se percató a que se refería.
—Si si si si, ya no se preocupe por el dinero, lo tengo listo en mi departamento para la entrega esta noche.
—Está bien Leonard, ojalá y sea así, o te buscaré y cortaré tu bonito cuello con mis propias manos. Ya corto, adiós.
Jamás en su vida esperaba tener un diálogo así, y menos con esa voz ronca y áspera.
Luego, Leonard guarda el celular en el bolsillo de su camisa. Mira al cielo diurno y luego oyó algo. Escuchaba un tumulto dentro del aeropuerto, y después la sirena de una ambulancia. Algo no andaba bien, sentía una brisa que lo ponía nervioso. Y pensó que tal vez el vuelo no era lo único que lo hacía sentirse así.
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Editado: 28.04.2021