-¿Qué se siente después de morir? ¿Qué es lo que se espera tras la muerte?
Dolor, confusión... y aun así, no sentía que hubiera dejado algo importante al morir. Como si no tuviera nada por lo que llorar o lamentarme. Sentía la muerte como si solo fuera otro destino a seguir, esperando continuar el mismo camino que llevaba hasta ahora.
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Abrí los ojos y vi un vasto firmamento cubierto de nubes, mientras pétalos de una flor desconocida caían lentamente. Miré a mi alrededor y noté que estaba recostado sobre una especie de cama pequeña, pero sorprendentemente cómoda; tan pequeña que apenas podía moverme. En ese momento, me pregunté dónde estaba. La posición en la que me encontraba era extraña: brazos entrelazadas y todo el cuerpo recto.
Recordé cómo me sentía antes de estar ahí: mareado y desgastado. Nada comparado con lo que experimentaba ahora. Me sentía en calma, como si estuviera sobre unas manos cálidas y suaves. Y aún con ese reconfortante sentimiento corporal, no dejaba de preguntarme:
"¡¿DÓNDE RAYOS ESTOY?!"
Levanté suavemente mi espalda. Una luz me cegó, pero me acostumbré rápidamente a su resplandor. Cuando observé a mi alrededor, quedé pasmado e impactado.
—"¡¿porque estoy en un ataúd?!". —Salí rápidamente, sorprendido y algo ralentizado.
—"¿No estaba muerto hasta hace unos momentos?"
Intenté no darle tantas vueltas al asunto. Recordé aquella voz de mujer diciendo que era el séptimo elegido de Dios. Aun teniéndolo en cuenta y considerando el lugar en el que me encontraba, pensé que había ascendido al cielo o algo parecido. Sin embargo, me extrañaba. Aunque era una persona bastante normal, tampoco podía decir que había sido especialmente buena en acciones.
Levanté la cabeza y noté que había siete ataúdes en total, incluyendo en el que había despertado. Todos estaban vacíos, sin nada que indicara cuánto tiempo llevaban así, salvo por los pétalos que caían sobre ellos. Al explorar un poco más la zona, vi en el centro un gran árbol. Me resultó extraño no haberlo notado antes, ni siquiera sus raíces, como si hubiera aparecido de la nada.
Me acerqué con cautela, aún alerta por mi situación. Al observar el árbol con más detalle, me di cuenta de que no tenía hojas, pétalos ni frutos. Solo raíces que, a pesar de su aspecto seco, parecían brillar desde dentro. Sentía que me estaba llamando de alguna manera.
Cuanto más me acercaba, más intensamente brillaba aquella luz. Cuando estuve lo suficientemente cerca, quedé aún más impresionado por lo grueso y alto que era el tronco. Extendí lentamente mi mano para tocarlo, pero en cuanto mis dedos rozaron la corteza, la luz se intensificó hasta el punto de que ya no podía ver.
De repente, sentí que mi cuerpo se desplazaba a otro lugar. No era una sensación agradable, como suelen mostrarla en películas o series.
Abrí los ojos lentamente. El árbol ya no estaba. En su lugar, frente a mí había ocho personas conversando. Dos de ellas destacaban por su apariencia:
Uno era un anciano de aspecto frágil, pero que se movía con una energía que desmentía su edad. La otra persona resaltaba aún más: una mujer joven con seis alas blancas, tan resplandecientes que parecían brillar. Llevaba un atuendo anticuado y su expresión era seria.
Las otras seis personas se veían normales, lo cual, de alguna manera, me tranquilizó. Me di cuenta rápidamente de que me encontraba en el ansiado cielo del que tanto hablan los religiosos.
Todos notaron mi presencia tras unos segundos. El anciano habló con la tranquilidad de alguien que había esperado este momento:
—Al fin, mis siete queridos ángeles están reunidos.
Aún más confundido por sus palabras y conmocionado por todo lo que me había ocurrido, una chica de mi edad se acercó rápidamente. Llevaba una gran sonrisa en el rostro y sus ojos brillaban con emoción. Exaltada, gritó:
—¡TE ESTÁBAMOS ESPERANDO, SÉPTIMO!
Salté del susto. Nunca había visto a alguien con tanta energía después de morir.
Ella tomó mi mano con fuerza y me arrastró hacia donde estaban los demás. Aún con el corazón acelerado, el anciano retomó la conversación para ponerme al día con la situación.
Este se presento como Dios y que los 7 que están presentes fueron convocados por un propósito para proteger a la humanidad. De tanta sorpresa que estaba pasando, no reaccionaba de alguna forma que concuerde con la situación, Dios siguió dando la información para responder a las incógnitas que se tenían en ese momento.
Se presentó como Dios y explicó que los siete presentes habíamos sido convocados con un propósito: proteger a la humanidad.
A medida que hablaba, me costaba reaccionar de una forma que hiciera justicia a la magnitud de lo que estaba escuchando. Dios continuó explicando la situación, despejando algunas incógnitas.
Presentó a la mujer de seis alas como Sarel, la asistente encargada de entregar información. Nos explicó que habíamos sido reunidos para detener la invasión de bestias provenientes del infierno. Los humanos no pueden percibir la presencia de estas criaturas, por lo que, cada cierto tiempo, se convoca a personas recientemente fallecidas para enfrentarlas y evitar que destruyan el mundo.
Sin embargo, desde cualquier punto de vista lógico, parecía claro que estábamos siendo reunidos para cumplir una misión en contra de nuestra voluntad.
Mientras los demás parecían aceptar la responsabilidad, la chica que me arrastró hasta el grupo tenía una expresión de duda y descontento. Y yo...
"Dios nos está enviando a volver a morir."
Luego de estar al tanto de la situación y teniendo más claro que estaba, efectivamente, muerto, el ángel asistente, Sarel, nos guió fuera de la habitación en la que nos encontrábamos. El lugar era completamente blanco, con una única puerta visible en un costado. Al salir, todos quedamos impactados con lo que teníamos frente a nosotros. Sarel levantó su brazo con elegancia y anunció:
Editado: 09.06.2025