¿Qué sientes al observar un amanecer? ¿Qué esperas obtener de ese nuevo día? ¿Qué te genera saber que eres el único que lo ve?
Mirar hacia arriba después de haber sentido un gran dolor en todo el cuerpo, sin duda, da una sensación de calma, pero a veces es mejor no aferrarse demasiado a ella cuando no sabes lo que te espera después. Fue mi error no haberlo pensado antes.
• ────── ✾ ────── •
Al despertar, solo veía blanco, blanco arriba, blanco abajo. La cama en la que yacía era blanca, ya parecía un hospital. Noté un peso sobre una de mis piernas, aunque mi vista aún estaba algo nublada. Logré distinguir lo que lo provocaba: era Liry, quien dormía sobre mí. Me sorprendió verla allí. Apenas llevábamos unos días de conocernos, y, para colmo, era la única en la habitación.
En ese momento, se despertó lentamente. Al verme, quedó unos segundos mirándome fijamente, sin parpadear. Empecé a preguntarme: ¿Qué pasaba? ¿Por qué me miraba tanto? ¿Cuánto tiempo había estado dormido? Antes de que pudiera formular otra pregunta, se abalanzó sobre mí con lágrimas, abrazándome con fuerza.
—¡Qué bien, qué bien que despertaste! Estaba preocupada, creí que ya no lo harías —dijo entre sollozos.
Aún dudando de cuán cercanos éramos para que se generara tal escena, le dije que no se preocupara tanto, que apenas nos conocíamos. Aun con lágrimas y un tono ahogado, respondió:
—Somos compañeros, ¿no? Estamos para ayudarnos y cuidarnos las espaldas. No puedes decirme que simplemente no me preocupe cuando casi mueres.
El golpe que me dio la bestia fue lo bastante fuerte como para sentir mis huesos romperse. Pero, ¿cómo podía ser tan débil? A pesar de recibir un buen físico gracias al poder de ángel, casi muero por un solo golpe. Pensar en ello hacía que mi autoestima descendiera aún más.
LLe pregunté a Liry cuánto tiempo había pasado desde que me desmayé... Dos semanas. Había estado prácticamente en coma. Como si mi debilidad al no resistir un golpe no fuera suficiente, ahora me enteraba de que pasé todo ese tiempo inconsciente. Mientras calmaba mis insultos internos y mi cuerpo rogaba que Liry me soltara, la puerta de la habitación se abrió abruptamente, haciendo que ambos diéramos un pequeño salto. Al levantar la mirada, vi a aquel llamado Kain, uno de los siete seleccionados. Entró solo para asegurarse de mi estado y del de Liry, pues ella no había dejado la habitación en esas dos semanas.
Aún más sorprendido por el empeño que esta mujer ponía en las amistades, les pregunté seriamente por qué no habían descendido a ayudarme o, al menos, a observar. Ahora que lo pensaba, eso otro habría sido peor. Sus expresiones cambiaron rápidamente y, con algo de incomodidad, decidieron contarme la verdad:
Querían ayudarme, pero Dios no los dejó. Dijo que necesitaba comprobar algo conmigo. Además, la gema catalizadora que me entregó fue la que reaccionó más rápido, lo que determinó que yo fuera el primero en salir a la batalla.
Como si el fuego se alimentara a sí mismo, aumentaron mis dudas sobre las acciones de Dios. ¿Qué quería comprobar en mí? ¿Por qué actuó de esa manera solo conmigo? Durante esas dos semanas, hubo varias apariciones de las bestias y todos tuvieron que participar sin que él interviniera. Como Liry se quedó conmigo, fue la única que no participó. Le pedí que ya no era necesario que estuviera a mi lado, que podía acudir a la misión que Dios nos encomendó. Se lo pedí de mala gana, claro, pero las intenciones se tienen que ocultar, ¿no?
Pasé una semana más en cama, dos semanas para poder moverme sin dificultad y tres días para recuperarme por completo. Un mes, una semana y tres días de descanso. Nunca había estado tan mal. No pensaba pasar todo ese tiempo sin hacer nada, así que lo aproveche para leer todo lo que pudiese sobre Celestia y otros lugares. Había bastante información, algunas cosas relatadas de mejor manera que en la Biblia, pero nada sobre los "Elegidos" o la "Autoridad del Orden" en mi ojo derecho. Supuse que ese tipo de información estaría en libros más protegidos.
Como aún no podía participar en batallas, me dediqué a un entrenamiento ligero. Gracias a un ángel cuyo trabajo principal era entrenar, mejoré bastante mi habilidad con la espada. No era mi favorita, pero era necesario empezar con ella. Era un instructor serio, un poco "ardiente", pero se aprendía rápido con él.
Pasaron días y el ciclo entre yo y el grupo se tornó monótona pero entretenida: hablar un poco en los momentos de ocio, iban a luchar contra las bestias, dormir. Casi no discutíamos nada relevante, como si fueran simples charlas de trabajo. Sin embargo, un lugar me entretenía por buenos ratos: un pequeño restaurante con platos deliciosos, el mejor sitio para reuniones informales. De los siete, solo yo iba. Supongo que era el único que lo conocía. Mi comida favorita era una sopa simple, "Tentación de Tres Sabores", una impresionante combinación entre lo agridulce, lo salado y un picante sutil.
En uno de esos días, vi que Dios estaba por el lugar. Celestia es un sitio un poco más grande que una ciudad, así que no me extrañaba que fuera la primera vez que lo veía pasar por allí. Por mas que me intrigaba el hecho de que tal ente se tomaba tiempos libres de esa manera, recordé aquella vez que me hizo bajar solo, prácticamente hacia mi muerte. Después de todo un mes sin dirigirle ni una palabra, ya era hora de charlar un poco. Debía empezar por mostrar una buena cara.
—¡espere, Señor!
—Oh, Dariel, parece que ya te encuentras bien ¿Qué te trae por aquí?
—Estaba almorzando después de entrenar y lo vi pasar así que quise saludarle, ya que hace mucho que no hablamos.
—Ya veo, desde que volviste de tu primera misión no hablamos en ningún momento.
—De hecho quería preguntarle, si me permite, sobre eso. —Un corto silencio dividió la oración a mención. — ¿por qué razón me dejo ir solo?
Editado: 22.09.2025